Hay locuciones que alguien inventa -o traduce más o menos
afortunadamente- un día, y todos nos acostumbramos a utilizar y vamos
extendiendo poco a poco. Creo que es el caso del binomio «uso público» que
relacionamos con la gestión de los espacios naturales protegidos de manera, me
parece a mí, poco precisa. La intención de este escrito es reflexionar un
momento sobre su significado. ¿Qué entendemos por
uso público de un espacio? Parece que la expresión debe referirse a algo
contrapuesto al uso privado, es decir, contrapuesto a los usos que no revierten
en beneficios públicos. Sería, así, un «uso para el bien público». Definido de esta manera, es perfectamente
congruente con un espacio natural protegido: la creación de espacios naturales
protegidos pretende ser un instrumento para la conservación de la biosfera y,
tal como proclaman las Estrategias Mundiales, conservación es la utilización de
los recursos de la Tierra de manera sostenible y prudente para que produzca el
mayor beneficio para las generaciones actuales y mantenga las potencialidades
para satisfacer las necesidades y las aspiraciones de las generaciones
futuras. Sin embargo, muy a menudo, «uso
público» suele referirse a «uso del público», y se traduce en la práctica por
frecuentación del espacio y desarrollo de determinadas actividades de tipo
turístico, recreativo o educativo. Me
parece importante valorar si el uso del público es efectivamente uso público,
es decir, hasta qué punto revierte en mejoras para la naturaleza y para las
personas. Iniciar esta valoración supone plantearse una doble pregunta: tal
como se dan hoy estos usos en nuestros espacios naturales protegidos, ¿son
beneficiosos para el mismo espacio y para la difusión de la necesidad de la
conservación? ¿lo son para la gente? Usos, usuarios y
conservación
No nos costará aceptar que en los espacios naturales protegidos la
presión de los usuarios plantea conflictos, a veces muy serios, y que,
especialmente cuando la frecuentación es muy elevada, la convivencia de los
usos del público con el mantenimiento y la mejora de la diversidad biológica y
de la calidad de los ecosistemas puede llegar a ser uno de los principales
retos en la gestión del parque. Los parques se resienten a menudo de una
frecuentación excesiva o inadecuada.
También estaremos de acuerdo en que los usuarios sacan un cierto
provecho del uso del parque, ya sea en términos de salud, de recreación o de
cultura. Pero, en general, de este uso no se saca todo el provecho que se
podría. Los espacios naturales protegidos suelen usarse de una manera
inespecífica, a menudo valorándolos más como espacio libre o solar vacío que
como entorno valioso. Se tiende a realizar actividades que podrían llevarse a
cabo en muchos otros lugares con igual o más satisfacción en los resultados (y
con menor impacto), mientras que quedan inexploradas la mayoría de
posibilidades de disfrute de la naturaleza que los parques ofrecen. Paradójica
y lamentablemente, la hiperfrecuentación de un espacio puede convivir
perfectamente con su infrautilización cualitativa. Los parques no sólo podrían jugar un papel
importante en la mejora de la calidad de vida de sus habitantes o de las
congestionadas ciudades vecinas, sino que se deberían aprovechar con la máxima
eficiencia para demostrar la necesidad de la conservación y persuadir al
público sobre la conveniencia de adoptar actitudes y comportamientos
congruentes. Por sus valores naturales y culturales, los parques son lugares
que pueden contribuir de manera fundamental al proceso general de educar
ambientalmente a toda la sociedad. Sin embargo, en buena parte de los parques
de nuestro país la oferta educativa queda limitada a la organización de
actividades para escolares, a menudo poco específicas del espacio natural,
excesivamente masivas y mal localizadas. Es muy habitual que el visitante acabe
su estancia en el parque sin haber comprendido el sentido de lo que ha visto,
porque existe el hábito generalizado de no proporcionar a los visitantes (¡ni a
los habitantes!) del área protegida una información adecuada de los objetivos y
de las tareas de conservación y de no hacerles partícipes. Plantear el uso del público como un uso con
beneficios públicos significa abordar seriamente la relación entre el espacio y
sus usuarios. Supone definir los usos convenientes, resolver los conflictos que
puedan surgir en relación con la fragilidad del espacio y programar un
aprovechamiento óptimo por parte de los usuarios. Beneficios para el espacio y para las personas Nos proponemos
conseguir un doble objetivo: máximo beneficio para el espacio y máximo
beneficio para los usuarios. Por una
parte se ha de asegurar la preservación del parque, lo cual demanda toda una
serie de medidas preventivas, basadas en una planificación correcta del uso del
público. Esta planificación debe considerar:
- la zonificación del espacio según su valor, su fragilidad y su capacidad
de acogida - la tipificación de las actividades y el grado de frecuentación
compatibles con la conservación de cada zona - la regulación, es decir, los
mecanismos para canalizar la afluencia de visitantes y para tutelar su
actividad (control de accesos, concentración/dispersión de actividades,
normativa, vigilancia, etc.) - la información a los usuarios sobre el espacio
protegido y sus valores, sobre las modalidades de uso sugeridas en cada lugar,
y sobre la colaboración que se les demanda.
Es necesario hacer un seguimiento que permita evaluar el funcionamiento
del plan y aplicar, cuando sean necesarias, medidas correctoras. Por otro lado, hace falta velar por la
satisfacción de las necesidades de las personas, que van desde las fisiológicas
y elementales hasta las relacionadas con su bienestar y autoestima, o con el
cumplimiento de sus expectativas de recreación, de aprendizaje y de crecimiento
personal. Este objetivo nos obliga no
sólo a proporcionar servicios básicos (agua, alimentos, refugio, sanitarios,
combustible, transporte, orientación, seguridad) y a atender al público con
corrección (acogida, atención, trato humano y agradable, información rigurosa y
completa), sino también a hacer todo lo posible para que la experiencia de
estancia en el parque sea gratificante. Esto quiere decir que a menudo
tendremos que comenzar por introducir al visitante en un entorno que es nuevo
para él, descubrirle las posibilidades que el parque le ofrece y enseñarle a
utilizar los recursos. Después tendremos que afanarnos para responder a todos
los intereses (a veces reorientándoles con la sugerencia de un oferta
alternativa más adecuada a las capacidades del lugar), y siempre hacer que las
personas se sientan respetadas (explicar las intenciones para evitar normas
innecesarias, dar facilidades para funcionar con autonomía y libertad) e
imprescindibles (ofrecer ocasiones de participación, valorar las sugerencias,
agradecer la colaboración). Finalmente daremos oportunidades a todos los
públicos para mejorar los conocimientos sobre el parque y su patrimonio natural
y cultural, para reflexionar sobre aspectos éticos (hábitos y comportamientos)
y para desarrollar nuevas apreciaciones estéticas (valoración de la belleza de
la propia naturaleza huyendo de tópicos).
Para todo esto necesitaremos poner a disposición del usuario recursos
materiales y, sobre todo, humanos. Quiero decir CON MAYUSCULAS que la calidad
de estos recursos es una pieza clave en la consecución de los objetivos que nos
hemos planteado. Calidad no es sinónimo de sofisticación ni de lujo. Ved en el cuadro adjunto una lista de algunos
de los recursos que considero útiles como instrumentos de uso público. INSTRUMENTOS PARA LA GESTION DEL USO
PUBLICO Señalización Orienta,
da seguridad y autonomía, explica intenciones y hace recomendaciones, canaliza
la frecuentación y ayuda a la regulación de los usos, proporciona informaciones
complementarias. Plano-guía congruente con la señalización Instrumento básico de
relación entre el espacio y el usuario. Centros con personal y equipamiento
Acoge y da la bienvenida, ofrece servicios para las necesidades elementales,
asegura la atención personal, proporciona informaciones básicas, orienta y
sugiere posibilidades, explica intenciones y hace recomendaciones, introduce al
conocimiento elemental del parque y sus valores, da oportunidades de
profundizar escucha y recoge sugerencias, pone a disposición publicaciones,
materiales y recursos, dinamiza actividades.
Itinerarios guiados y actividades
organizadas Facilitan el descubrimiento de la naturaleza y su
revalorización, mejoran el grado de conocimiento del parque, son ocasión de
relación e intercambio personal, facilitan el aprendizaje, constituyen una
nueva oportunidad de recreación, permiten nuevas valoraciones éticas y estéticas,
son pretexto de visita al Parque, sugieren nuevos usos reclaman
participación. Transporte público y
aparcamientos adecuados Mejor control
del acceso a las diferentes áreas, facilitación del acceso a los lugares
adecuados, reducción de la contaminación y los ruidos, protección de la
vegetación y los cultivos, más tranquilidad y seguridad para los usuarios. Lugares
equipados con servicios Contienen y
limitan actividades peligrosas (fuego, basura, ruido, pisoteo, etc), acogen
actividades recreativas, dan respuesta a las necesidades primarias de los
usuarios, tienen capacidad para una frecuentación elevada, revalorizan espacios
(miradores, fuentes, etc), pueden ser el primer contacto con el Parque. Ediciones
de libros, folletos, audiovisuales y materiales Básicos (guía de bolsillo, normativa, video de
presentación) de recordatorio/refuerzo (catálogos de exposiciones, pegatinas,
postales, camisetas) instrumentales (itinerarios, guías de campo) de
profundización (libros, guías y vídeos, monográficos) de divulgación de la
investigación de explicación de la gestión (memoria de gestión), para mantener
el contacto (boletín periódico). Organización de la colaboración Amplia
participación ciudadana puntual (Día del Parque), participación con finalidad
concreta y corta duración (Campañas), compromiso continuado con fuerte
implicación individual (Voluntarios), otras modalidades de colaboración,
incluidas familias, empresas (Amigos del Parque), cooperación con otras
organizaciones (contactos, acuerdos, proyectos comunes). Otros
recursos Difusión amplia y periódica de mensajes sencillos (prensa, radio,
TV), exposiciones itinerantes. La educación como
instrumento de gestión Personalmente estoy convencida de que
trabajando para la consecución de estos dos grupos de objetivos relacionados
con obtener beneficios para el espacio y beneficios para las personas, estamos
trabajando también para un tercer objetivo: aprovechar el contacto de las
personas con el espacio para revalorizar la naturaleza y sentirla patrimonio
propio y para suscitar actitudes de participación en la conservación del
entorno. Esto se aproxima a lo que entendemos por educación ambiental. Y es claro que si se consigue este tercer
objetivo sumaremos más beneficios a la conservación del espacio y también al
bienestar y crecimiento de las personas. Es lo que se llama una
«retroalimentación». Para resumir, se
trata de organizar el uso del parque de tal manera que la frecuentación del
parque haga aumentar el grado de concienciación de los visitantes, o si quereis
decir lo mismo al revés, de entender la educación ambiental como un instrumento
de gestión del uso público. Hay muchos
tipos de espacios naturales protegidos y, según cuales sean sus
características, admiten o no cierto grado de uso del público. En la ordenación
territorial de un país es necesario seleccionar unos espacios destinados
básicamente a la protección de la naturaleza, mientras en otros se programa un
uso del público más o menos intenso. En todo caso, dentro o fuera de sus
límites, los espacios naturales protegidos han de explicar al público las
razones de su conservación y las reglas del juego a respetar para que ésta sea
efectiva, exponerle su política de gestión y pedirle colaboración. Si desde las etapas de planificación las
relaciones de los gestores del espacio con la población están presididas por
una actitud educativa y cada iniciativa de gestión se acompaña de los programas
adecuados para explicar sus finalidades y el tipo de colaboración que se espera
del usuario, la educación ambiental jugará un papel trascendental en la
conservación de los espacios naturales protegidos. Es claro que la actuación
educativa ha de encontrar apoyo en la corrección de las otras actuaciones del
órgano de gestión del parque: para superar la ancestral (y bastante
justificada) desconfianza en la administración, los ciudadanos deben reconocer
un trabajo con resultados concretos, aunque sean parciales. Es decir, hay que
predicar con el ejemplo. Demasiado a
menudo en la gestión de nuestros parques se cae en el error de pensar en la
educación ambiental a posteriori, como un servicio complementario destinado a
su difusión y a atender demandas ya existentes, en particular las derivadas del
público escolar, de manera que las personas que están a cargo de los programas
de educación no forman parte de los equipos de planificación ni de gestión. Y
si se parte de estos presupuestos, también es habitual que estas personas sean
contratadas en unas condiciones de inestabilidad y precariedad que dificultan
la planificación y la organización de un trabajo eficaz. Un planteamiento
mínimamente riguroso de lo que debe ser un espacio natural protegido exige
disponer de un servicio de EA con recursos y personal competente para elaborar
un programa educativo con objetivos coherentes con los del plan de
conservación. Los contenidos esenciales de este programa son la explicación de
las finalidades de la conservación del área, la divulgación de la gestión que
se hace y la invitación a la participación.
Para llegar a todo el mundo es necesario hacer un esfuerzo de
caracterización de los diferentes grupos de destinatarios y de investigación
sobre los recursos más indicados en cada caso. En general es útil diversificar
la oferta de servicios y programas para diferentes tipos de necesidades y
diferentes niveles de comprensión. Siempre tendremos que dedicar una atención
preferente a la población local. Otro
aspecto importante a tener presente es la metodología para trabajar en
contextos educativos no formales. Las estrategias de comunicación a utilizar
tienen poco que ver con las de la educación reglada, y el educador profesional
(animador, moderador, monitor, guía o intérprete) que se tiene que hacer cargo
de tales tareas no debe responder exactamente al perfil de un maestro o
profesor clásico. Para referirnos a esta educación informal, interactiva,
recreativa, relajada, comprensible y concisa, hablamos de interpretación. Pero
ésta es otra de las «palabritas» a las que aludía al principio, en este caso
importada de los Estados Unidos, y creo que puede ser objeto de otro
artículo... Este lo acabaré recordando
que para medir la eficacia de los esfuerzos invertidos y corregir los aspectos
inconvenientes es necesaria una estrategia de evaluación continuada de los
tipos de usuario, del grado de satisfacción de sus expectativas y necesidades,
del grado de captación del mensaje, de la efectividad de los medios, de la
actuación del personal, del impacto ambiental y de la eficiencia
económica.
Este artículo fue publicado con el título «Ús públic als espais
naturals protegits» en el número 11 de la revista Educació Ambiental (febrero
de 1993).
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