La cultura parece un campo de estudio diferenciado de la naturaleza, hasta el punto de que casi parece decirse que la cultura se opone a la naturaleza, sin tener en cuenta que el hombre es fuente de cultura y que este hombre se halla inmerso en la naturaleza formando parte integral de ella. Y ahí encontramos la relación entre la antropologia y la ecología.
Esta integración del hombre en el funcionamiento del ecosistema no resulta difícil de comprender cuando miramos a grupos de cazadores-recolectores como los Kung! (bosquimanos del Kalahari) cuya relación con el medio es directa (R. Lee) pero puede no ser tan evidente cuando pasamos a las técnicas de subsisténcia más elaboradas como pueden ser la agricultura o la ganadería que implican una relativa transformación del medio en vistas a la obtención de un producto para el consumo humano.
Si nos fijamos en los pastores nómadas Tuareg, vemos que han de conocer bien la evolución de los pastos en las distintas zonas de su ámbito a lo largo del año, la distribución de los puntos de agua, el tiempo que tardan los pastos en rehacerse, y la cantidad de ganado que puede subsistir para no superar la capacidad límite de su ecosistema.
Esta capacidad límite (Carrying capacity) de un territorio para sostener la población de una determinada espcie, una vez superada provoca que el ecosistema se degrade y se fuerza a los grupos humnaos a la adopción de nuevas estrategias de superviviencia, reflejado a menudo en cambios tecnológicos, de ahí que el control que los grupos humanos ejercen sobre su medio ambiente en el proceso de subsistencia se realiza a través de la tecnología. Por ello el desconocimiento de la capacidad límite del ecosistema es un peligro constante que no siempre se ha tenido en cuenta en occidente.
Todo esto nos da una idea de la importancia del papel de la tecnología en la relación del hombre con la naturaleza, con su ecosistema. Pero esta importancia aparece en el conjunto del comportamiento socio-cultural de cada grupo humano. así la evolución de un grupo a lo largo del año, su dispersión en grupos más pequeños o su reunión en grandes celebraciones rituales, está estrechamente ligado al mantenimiento de una población humana dentro de un ecosistema.
Susana Narotzky
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