Madrid.- Actualmente el 80 por ciento de la población española reside en municipios con más de 10.000 habitantes, urbes que han crecido en los últimos años, sin embargo los planteamientos urbanísticos han fracasado a la hora de integrar lasciudades y municipios con la naturaleza, denuncia Ecologistas en Acción, que ha elaborado una guía para revertir la situación.
Renaturalización de las ciudades
Según la organización ecologista, el manual 'Convivir con la biodiversidad. Propuestas de medidas sencillas, pero efectivas, para potenciar la biodiversidad en pueblos y ciudades’, ayuda a las administraciones locales a cumplir la Estrategia de la Unión Europea sobre Biodiversidad para 2030 y la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológicas.
Porque las ciudades son "los hábitats más transformados del planeta gracias a sistemas altamente ineficientes y despilfarradores, que no son sostenibles", y han eliminado y expulsado la vida silvestre de sus espacios.
Por ello, apuntan que es necesario recuperar los procesos ecosistémicos que contribuyen positivamente a la salud física y mental de la población, favorece la adaptación al cambio climático y potencia la cohesión social.
La Estrategia de la UE sobre Biodiversidad para 2030, que fue aprobada en 2021, hizo una llamamiento para que las ciudades europeas de 20.000 habitantes o más elaborasen para antes de finales de ese año, "ambiciosos planes de ecologización urbana”.
No obstantes, según Ecologistas en Acción (EA), este objetivo "se ha incumplido" y, por tanto, reclama que todas las administraciones municipales, no sólo las de mayor población, realicen esfuerzos progresivos para asumir acciones en esta dirección.
Estrategia Nacional
Asimismo, la organización alerta de que se han hecho "muy pocos progresos" en la aplicación de la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológicas, "una herramienta de planificación fundamental para identificar, conservar y recuperar los ecosistemas dañados de todo el territorio español y conectarlos entre sí".
En opinión de los ecologistas, uno de los puntos fuertes de esta estrategia es "reforzar la biodiversidad en los ámbitos urbanos y periurbanos estableciendo líneas de actuación específicas a partir de las cuales las comunidades autónomas (...) desarrollarán en un subsiguiente plazo máximo de tres años sus propias estrategias".
Además, EA llama a cumplir con los objetivos fijados por la Comisión Europea dentro de la política de Restauración de la Naturaleza para aumentar la población de polinizadores para 2030.
Asimismo, alcanzar una cubierta mínima del 10 % en todas las ciudades, grandes, pequeñas y sus zonas metropolitanas o eliminar las barreras fluviales en al menos 25.000 kilómetros de ríos para que pasen a ser de caudal libre hasta 2030.
Un árbol por cada tres habitantes
Recuerdan desde la ong que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido como necesario entre 10 y 15 metros cuadrados de zona verde por habitante y al menos un árbol por cada tres habitantes.
Entre los temas que incluye la guía de Ecologistas están: rediseñar las zonas verdes, la poda cuidadosa y el fomento del arbolado urbano, abandono del uso de herbicidas químicos, especialmente los productos que contengan glifosato.
Además, implantar microrreservas de biodiversidad, renaturalizar solares y descampados, la renaturalización de tramos urbanos de ríos y ramblas o reducir la contaminación lumínica. EFEverde
Observemos con atención la imagen que sigue a este párrafo: en primer plano, una barbacoa en un área recreativa en una zona donde apenas hay vegetación. En segundo plano, y detrás de una cerca de piedras semiderruida, la configuración y estructura de la vegetación es mucho más compleja: un estrato arbustivo dominado por brezos y helechos secos bajo robles y pinos. Dos mundos, dos montes, separados por una antigua tapia.
Para muchos, el monte detrás del muro está sucio, aunque no se vean basuras. El área recreativa, por el contrario, está limpia: su aspecto es ajardinado.
Para otros, los menos, el monte del segundo plano no está sucio, simplemente se manifiesta con su presente estructura como consecuencia del abandono de usos agrarios tradicionales que ha posibilitado la colonización natural del espacio que antaño aprovecharan intensamente nuestros mayores y sus animales.
Un número más limitado aún añadirá conceptos como complejidad estructural y de continuidad de combustible. Pero, sin lugar a dudas, todos entienden que, en caso de provocarse un incendio, el fuego en el paisaje del segundo plano será prácticamente inapagable
Este artículo se centrará en la prevención de incendios y, especialmente, en aspectos económicos y presupuestarios. Pero no perdamos de vista la primera imagen.
Cada vez más bosques y más incendios
Los modelos climáticos predicen incrementos de los fenómenos de sequía, de olas de calor y, por tanto, de desecación de la vegetación, que aumenta el riesgo de propagación del fuego. En el verano de 2022, los incendios han provocado en Europa las emisiones de CO₂ más elevadas de los últimos 15 años.
La transformación de una hectárea de monte mal llamada sucia (detrás del muro) en limpia (área recreativa) requiere, como mínimo, de cinco a diez jornales de trabajo.
Ante este panorama, ¿es factible pensar que hay presupuesto en algún país del mundo para abordar una selvicultura de prevención de incendios a base de inversiones y dinero público en millones de hectáreas?
Gestión forestal sostenible
Los dantescos incendios que llenan los titulares de prensa cada verano han incorporado un nuevo concepto al debate: la necesidad de gestionar los montes. Se acepta de forma generalizada la necesidad de promover el silvopastoralismo(ganadería extensiva realizada en monte) y la selvicultura.
Centraremos el artículo en la selvicultura usando tres imágenes panorámicas tomadas siguiendo una hipotética línea norte-sur desde la cordillera Cantábrica al entorno continental mediterráneo de la meseta norte.
Observemos las tres siguientes fotos antes de continuar con la lectura:
En la parte derecha de las tres imágenes puede apreciarse el resultado de tratamientos selvícolas denominados claras o raleos. Se han cortado árboles con el objeto de disminuir competencia entre ellos para favorecer su crecimiento, vigor y estabilidad, al tiempo que se obtienen productos con valor comercial (madera, leñas).
La estructura de los bosques en la parte izquierda muestra el estado previo al tratamiento selvícola. Se reconoce una evidente y peligrosa acumulación de combustible leñoso, similar a la zona tras el murete de la foto que encabeza este artículo.
En el lado derecho de las panorámicas, al disponer los árboles de más espacio para crecer y poderse repartir los nutrientes del suelo entre menos árboles, su vitalidad y vigor mejorará y el crecimiento se acelerará.
Las copas se elevarán más rápidamente creándose a medio plazo una discontinuidad de combustible entre el suelo y las copas, lo que será favorable de cara a la prevención de incendios.
En escenarios de sequía, el escaso recurso hídrico podrá ser utilizado por menos individuos, lo que disminuirá su estrés hídrico y, por tanto, también su inflamabilidad.
La liberación de espacio también posibilita la instalación de especies de sotobosque. En la parte derecha de la foto del pinar se ha instalado vegetación herbácea que está siendo aprovechada activamente a final de verano por ganadería extensiva. En los tres montes, la estrategia fundamental se ha basado en la corta de árboles: ¡varios centenares por hectárea!
Una estrategia de financiación
En los tres casos presentados, el valor del producto cortado, la madera, ha contribuido a financiar el tratamiento y está siendo gestionada como recurso natural renovable. Es lo que se denomina un tratamiento selvícola autofinanciado o aprovechamiento.
En lugar de haberse consumido fondos públicos, se han conseguido beneficios económicos para los propietarios del monte. Los jornales invertidos en la clara no han costado dinero; los ha pagado la madera.
En los tres casos, la selvicultura ha sido:
ambientalmente aceptable,
económicamente viable (en zonas con grave problema de abandono rural),
Si al principio de este artículo comentaba que es inviable plantear una selvicultura en España únicamente en base a inversiones, también lo sería abordar tratamientos selvícolas en todo el territorio de forma uniforme.
La contraposición de las dos realidades de las fotografías panorámicas (lado izquierdo vs. lado derecho) muestra claramente dos aspectos contrapuestos: el riesgo de incendios y la falta de gestión frente al refugio de fauna, la complejidad estructural, la diversidad, etc.
Es evidente que la clave de la gestión debe estar basada en la búsqueda de un equilibrio: paisajes con alternancia de zonas con diferentes tipos de estructura forestal evitando grandes áreas continuas y homogéneas: el dónde importa.
Para poder abordar una selvicultura autofinanciada habrá también que definir cuánto y cómo se corta por hectárea. Tan problemático puede ser no gestionar los montes o trasladar realidades centroeuropeas al sur de Europa –para después lamentar incendios inapagables, emisiones descomunales de CO₂y despoblación rural–, como ejecutar cortas sin ningún criterio selvícola en las cuales únicamente rija el rendimiento económico.
La selvicultura, que incluye la corta razonada y ordenada de árboles como parte esencial de su línea de actuación, es aceptada como clave para la adaptación al cambio climático de los montes y la prevención de incendios, especialmente en los del sur de Europa.
Las actuales condiciones de mercado –creciente interés en madera, leñas, biomasa energética– amplían las opciones para abordar una selvicultura autofinanciada y generadora de riqueza en muchos montes de la España vaciada, pero obligan a una planificación forestal y ejecución acorde a los principios integradores de la gestión forestal sostenible para que hablemos de selvicultura y de gestión de recursos renovables frente a la simple corta de árboles y extracción de recursos forestales.
Hablemos en serio de gestión forestal sostenible y releguemos el concepto monte sucio a bosques con residuos generados por el ser humano y abandonados en la naturaleza: la basuraleza.