Ballena jorobada en el mar de Cortés, México. [elmvilla/iStock]
Es bien sabido que los bosques, las marismas y los pastos almacenan grandes cantidades de carbono, por lo que resultan elementos cruciales en la lucha contra el cambio climático. Por ello, algunos países han adoptado algunas medidas de conservación, como una reciente estrategia para proteger las marismas lanzada por el Gobierno alemán. Pero ¿qué ocurre con los sumideros de carbono subacuáticos? En un artículo publicado en Trends in Ecology & Evolution, un grupo de investigadores liderado por Heidi Pearson, bióloga de la Universidad del Sureste de Alaska, aboga por aprovechar el potencial de los animales más grandes del planeta, las ballenas, para secuestrar carbono. En su trabajo, el equipo analiza cómo influyen estos gigantes marinos en las concentraciones de carbono de nuestro aire y nuestras aguas, y estudia si podrían ayudar a reducir el dióxido de carbono atmosférico.
«Comprender el papel de los grandes cetáceos en el ciclo del carbono es un área de investigación dinámica y emergente que puede beneficiar tanto a la conservación marina como a las estrategias contra el cambio climático», escriben los autores. Las ballenas pueden llegar a pesar 150 toneladas, vivir más de 100 años y alcanzar el tamaño de un avión. Y, como ocurre con el resto de organismos, gran parte de su biomasa está compuesta por carbono. Por tanto, representan una de las mayores reservas vivas de carbono de la zona pelágica, una región del sistema oceánico que contiene nada menos que el 22 por ciento de todo el carbono terrestre.
Las ballenas ingieren cada día hasta el 4 por ciento de su enorme peso en krill y plancton fotosintéticamente activo, lo que equivale a casi 3600 kilogramos en el caso de la ballena azul. A su vez, sus excrementos, ricos en nutrientes esenciales, favorecen la proliferación del krill y el plancton, potencian la fotosíntesis y almacenan carbono atmosférico. Un círculo perfecto.
«Debido a su tamaño y longevidad, las ballenas tienen grandes repercusiones en el ciclo del carbono, ya que lo almacenan de una manera más eficaz que los animales pequeños, ingieren una enorme cantidad de presas y generan un gran volumen de excrementos», señalan los autores. «Teniendo en cuenta que las ballenas barbadas [misticetos] realizan una de las migraciones más largas de la Tierra, estos animales pueden influir en la dinámica de los nutrientes y el ciclo del carbono en cuencas oceánicas enteras.»
Cuando una ballena muere y cae al lecho marino, su carbono se transfiere a las profundidades oceánicas. El proceso amplifica la bomba biológica de carbono que permite el intercambio de nutrientes y sustancias químicas entre el océano y la atmósfera mediante complejos procesos biogeoquímicos. La principal causa del declive de la población de ballenas reside en la caza comercial, una actividad que ha reducido drásticamente el número de ejemplares. Los científicos recomiendan aplicar políticas de protección y gestión sólidas para favorecer el aumento de la población y fortalecer ese sumidero de carbono oceánico a largo plazo de una forma autosostenible. Sin embargo, todavía debe investigarse más a fondo el verdadero alcance que tendrían esas medidas.
Katharina Menne
Referencia: «Whales in the carbon cycle: can recovery remove carbon dioxide?». Heidi C. Pearson et al. en Trends in Ecology & Evolution, 15 de diciembre de 2022.
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