En el año 2000, Gaël Giraud era un matemático que navegaba en el mundo de las finanzas. Trabajaba con potentes ordenadores, capaces de infinidad de operaciones bursátiles en milésimas de segundo. Su objetivo era adivinar el comportamiento de los mercados. Un día le ofrecieron trabajar como bróker en Wall Street por un sueldo estratosférico, pero se negó. Poco después entró en la Compañía de Jesús y nueve años más tarde, en 2013, fue ordenado sacerdote. Nunca se ha arrepentido de aquella decisión. Es una de las voces más críticas contra el asfixiante sistema económico que tiende a acumular la riqueza en las manos de unos pocos. Los postulados de este economista y teólogo están en plena sintonía con la encíclica Laudato si, publicada hace siete años, en la que el Papa arremete contra el expolio y la contaminación de la Tierra e insta a una conversión ecológica integral.
En su libro La rivoluzione dolce della transizione ecologica(La revolución suave de la transición ecológica) —publicado en Italia por la Libreria Editrice Vaticana y que verá la luz en España en mayo gracias al Grupo de Comunicación Loyola— anuncia un mundo apocalíptico si no avanzamos con paso ligero hacia la transición ecológica: «Si continúa aumentando el deshielo del permafrost siberiano [parte de la corteza terrestre que permanece congelada de forma permanente] y de los hidratos de metano en el fondo marino del océano Ártico, es probable que en los próximos años se liberen grandes cantidades de metano. Propagado en la atmósfera, causaría un calentamiento global de 6 o 7 °C, o más. ¿Antes o después de 2100? Poco importa, la supervivencia de la especie humana estará probablemente en peligro».
En este escenario, el primer recurso en desaparecer será el agua y las sequías que hemos sufrido en los últimos años nos parecerán una anécdota. «En 2040, Italia tendrá un 40 % menos de agua potable y Francia, un 20 %», vaticina Giraud. Sin embargo, su discurso no es pesimista. Al contrario, da aliento moral a un cambio de paradigma económico que abogue, por ejemplo, por la reindustrialización verde de Europa. «Algunas opciones concretas, como el hidrógeno verde, la energía solar, etc., pueden propiciar el renacimiento industrial del continente», señala.
Giraud no ceja en su empeño de empujar a la sociedad hasta las primeras filas de la conversión ecológica para dejar de tratar al planeta como un conjunto de bienes privados listos para satisfacer las ansias extractivistas. A su juicio, los verdaderos enemigos del cambio de paradigma son las entidades financieras. «Los once primeros bancos de la zona euro cuentan con derivados fósiles por valor de 530.000 millones de euros. Si mañana se pusiera fin a estos combustibles, quebrarían. Por eso tenemos que encontrar la manera de que se conviertan en amigos de la transición ecológica», incide.
El economista y teólogo francés Gaël Giraud, SJ, de 53 años, dirige el Programa de Justicia Medioambiental de la Universidad de Georgetown (Washington) donde enseña Economía Política. Especializado en lógica y matemáticas, fue el director de la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD) entre 2015 y 2019. Además, es el director de investigaciones del Centro Nacional Para la Investigación Científica de Francia (CNRS) y del Departamento de Economía de la Universidad de la Sorbona. Es presidente honorífico del Instituto Rousseau. En 2004 entró en la Compañía de Jesús y fue ordenado sacerdote a los 43 años.
Giraud también desmiente el concepto de autorregulación de los mercados al decir que se basa «en postulados falsos». Niega el presupuesto que asume que el dinero es una unidad de medida pura que no interfiere en la economía real. «Es como pensar que, cuando vas a comprar, pagas directamente los productos con la reparación de un coche si eres mecánico o con una operación dental si eres dentista», desliza en el libro. En este sentido, defiende el verdadero papel que juega la energía, que «cambiará los dogmas de los economistas».
«Hoy en día, los mercados de derivados financieros representan doce veces el PIB de todo el planeta; y solo el 7 % de las transacciones financieras que tienen lugar en estos mercados implican a un agente económico de la esfera real [es decir, fuera del mercado financiero]», resuelve.
Asimismo, apunta contra otro mal endémico: la información privilegiada. Explica cómo los bancos actuales cuentan con megacomputadores, con la esperanza de ganar unos segundos frente a la competencia en el manejo de los datos informáticos antes de que se hagan públicos. «Reuters, por ejemplo, compró por un millón de dólares al año a la Universidad de Michigan el derecho a transmitir a algunos clientes el índice de confianza de los consumidores, calculado por esa universidad dos segundos antes de su publicación oficial. El uso de información privilegiada se ha convertido en una industria legal», lamenta.
En otro momento cuestiona la sacralidad del producto interior bruto (PIB) como principio de todo razonamiento económico. «Se centra en la producción y el consumo de bienes y dinero, mientras que la riqueza de la vida social no se reduce en absoluto a estos valores. El PIB ignora las desigualdades sociales […] y es un índice indiferente a la violación de los derechos fundamentales», concluye.