A pesar de la prohibición de que se mate al Toro de la Vega este año, aún habrá quien piense que los animales no sufren dolor. Un asunto que para muchos ciudadanos es inexistente e inapreciable comparado con el que sentimos las personas. Pero, ¿cómo llegamos a la conclusión de que un animal siente dolor?
Es cierto que no podemos experimentar el dolor que sienten otros directamente. De hecho, tenemos grandes dificultades para valorarlo en humanos también. Lo que sí podemos hacer es observar si en los animales intervienen los mismos mecanismos e indicadores neurofisiológicos que en nosotros. Adicionalmente, comparar sus respuestas ante situaciones potenciales de dolor.
Por ejemplo, las respuestas fisiológicas de los toros cuando les clavan objetos punzantes como son las banderillas o lanzas son los siguientes: aumento de la tensión arterial, sudores, dilatación de las pupilas, inflamaciones, aumento del ritmo cardiaco así como también del pulso. Si el daño continúa, entonces la tensión desciende hasta niveles críticos. Los análisis demuestran que se liberan hormonas relacionadas con el estrés y el sufrimiento.
Las manifestaciones en el comportamiento son muy parecidas a las nuestras. En un primer momento aparecen estrategias para evitar el dolor o el peligro si es posible, lo que requiere de la nocicepción, es decir, el movimiento reflejo que consiste en retirar el cuerpo o la parte que está en peligro. Todos los vertebrados poseen las áreas del cerebro que procesan esta información.
Si el daño ya se ha producido, entonces aparecen los retorcimientos, contorsiones y gemidos. También gestos o expresiones asociados al miedo y el pánico como son abrir la boca y sacar la lengua, algo que podemos ver en el toro antes de la estocada final que le dará la muerte.
De hecho, no debería sorprendernos porque todos los mamíferos, peces, aves, reptiles e insectos poseemos sistema nervioso. Por algo pertenecemos a la familia de los cordados, cuya característica es precisamente esta. El sistema nervioso de los animales ha evolucionado como el nuestro. Fue favorecido por selección natural para que los miembros de las especies eviten fuentes potenciales de peligro que pongan en juego su supervivencia.
Pero hay un error de base en lo que se refiere a la cronología del dolor y las emociones. Cuando aparecieron los primeros organismos capaces de sufrir y después le siguieron las emociones en el curso de la evolución, aún no existían las personas. Quedaban muchos millones de años para que apareciera el primer homínido sobre la Tierra. Esto quiere decir que nos estamos apropiando de mecanismos que surgieron mucho antes que nosotros, y por lo tanto no son patrimonio exclusivo de nuestra especie.
A nivel cerebral, el córtex juega un papel fundamental en las experiencias de dolor y hay animales con proporciones de esta área mayor que otros. La conciencia de los humanos y otros animales con capacidades cognitivas más desarrolladas como son los primates, elefantes, corvidos, ballenas, y delfines pueden provocar un descenso del umbral del dolor. También lo es que otras emociones y pensamientos que poseemos hacen de la experiencia del dolor algo más desagradable, pero eso no significa en ningún caso que el resto de los animales no sientan y sufran.
Pablo Herreros para el Mundo,es
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