Estamos en camino de perder una de cada ocho especies que habitan el planeta, o lo que es lo mismo, alrededor de un millón de especies (10 % de insectos y 25 % de otros animales y plantas) en las próximas décadas (ver Figura 1). Esta es una de las conclusiones más alarmantes del primer informe sobre la situación de la biodiversidad global y de 18 tipos de contribuciones básicas que la naturaleza ofrece a la sociedad y el bienestar humano en todo el mundo. Tanto aquellas contribuciones materiales e inmateriales como aquellas que regulan el funcionamiento de los ecosistemas.
El documento, que hemos elaborado para la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), auspiciada por Naciones Unidas, se ha basado en el desempeño voluntario de cientos de científicos de más de 50 países. Hemos analizado alrededor de 15 000 estudios publicados desde 1970 y hemos tenido en cuenta el conocimiento de comunidades locales e indígenas, que siguen custodiando gran parte de la biodiversidad global.
Si bien el enorme eco mediático que ha tenido el aumento de la tasa de extinción de las especies es positivo, en cierta medida ha dejado semisepultados otros mensajes, quizás aun más importantes. Estos son los relativos a las razones socioeconómicas que subyacen agazapadas a esta crisis socioecológica y a las soluciones de carácter estructural necesarias para hacerle frente.
El papel de la economía
Los resultados del informe han puesto de relieve que la crisis climática es la punta del iceberg de una crisis socioecológica estructural en la cual la degradación de la naturaleza y la afectación a las contribuciones que esta genera para el bienestar social están íntimamente ligadas a una fe ciega en el crecimiento económico como base del desarrollo, las reglas y normas institucionalizadas que favorecen este paradigma de desarrollo y las políticas económicas que lo sustentan.
Las mismas razones que han llevado a que en las últimas cinco décadas la población mundial se haya multiplicado por dos, la economía mundial medida por su producto interior bruto se haya multiplicado por cuatro y el comercio internacional por diez. Así, los indicadores sobre interacción entre sociedad y medio ambiente a nivel global que hemos considerado muestran un crecimiento significativo de la economía global y sus impactos sobre la naturaleza con diferencias a nivel regional (Figura 2).
Estas últimas cinco décadas, por tanto, han supuesto una gran presión sobre la naturaleza debido a un incremento muy significativo de la demanda de energía y materiales.
A su vez, los incentivos económicos han favorecido el crecimiento de la actividad económica en perjuicio del seguro de vida del planeta, la biodiversidad.
Es paradójico que el desarrollo económico de corto plazo requiera dilapidar el capital natural que sustenta el bienestar de la sociedad a largo plazo. Algo estamos haciendo mal. En este sentido, el informe subraya que es necesario tener en consideración los múltiples valores de las funciones de los ecosistemas y de las contribuciones de la naturaleza al bienestar social, más allá de los valores económicos cortoplacistas (Figura 3).
La biodiversidad, en el punto de mira
El informe de la evaluación global representa un hito que va más allá del interés científico. El hecho de que se haya aprobado por unanimidad por parte de los 132 estados miembros de IPBES avala su importancia y legitimidad política. Tal y como ocurre en el contexto de los informes del IPCC sobre la crisis climática, el último informe de IPBES ofrece una herramienta poderosa a la sociedad para conocer la situación en la que estamos y así también legitimar la presión para la búsqueda y puesta en marcha de soluciones. La falta de información ya no puede ser una excusa para quedarnos de brazos cruzados.
La repercusión mediática de las conclusiones del informe ha sido espectacular y ha conseguido, por primera vez, colocar el tema de la emergencia respecto a la acelerada pérdida global de la biodiversidad a la altura de la crisis climática.
Hasta la fecha existen más de 6 000 referencias informativas al informe en 151 países y en 45 idiomas. Si bien debemos congratularnos por este impacto, la información se ha centrado sobre todo en un titular concreto ligado a una de las conclusiones del informe: la pérdida del millón de especies.
La política ante la emergencia socioecológica
Los grandes partidos políticos no se han hecho eco del informe. Y esto da que pensar. ¿Será porque creen que en elecciones este es un tema que no tiene interés para los ciudadanos? El impacto mediático demostraría lo contrario. ¿O será porque el mensaje relativo a la necesidad de una transformación de modelo socioeconómico es incómodo? Los responsables políticos saben, o deberían saber, que las administraciones públicas deberían ser una de las puntas de lanza en tal necesitada transformación.
Como en muchos temas primordiales (en lo social y político), la inercia del pasado, mirar el mundo con lentes que podían servir hace décadas pero que ya no dejar ver o incluso distorsionan la realidad, es uno de los grandes frenos para la necesaria transformación. Es por esto que debemos de entender que la política, en mayúscula, la hacemos todos y todas, todos los días. Cada vez que compramos alimentos, cada vez que usamos el transporte hacemos política. En cada decisión de consumo y de producción hacemos política. También es política compartir y utilizar los resultados del informe de IPBES como palanca transformadora.
La ciudadanía debe empoderarse mediante el conocimiento de lo que estamos haciendo al planeta, sobre todo para saber que el actual modelo de desarrollo no funciona y que las soluciones estructurales son necesarias para poder vivir en armonía con la naturaleza. Los cambios estructurales, como en la lucha por los derechos de los trabajadores y las mujeres, no se regalan. Existen intereses poderosos que no desean la transformación socioecológica. La palabra cambio ya se ha desnaturalizado. Debemos exigir derechos para una naturaleza que está siendo vilipendiada para proteger los intereses económicos de unos pocos.
Hay que presionar a gobiernos, partidos políticos, sindicatos y organizaciones sociales en favor de una economía ecológica que contribuya al bienestar humano sin erosionar la base de la vida: la biodiversidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario