En la sociedad actual, hemos asumido como normales acciones que tienen un gran impacto negativo en el planeta. Utilizamos pajitas para beber refrescos sin ser necesario, compramos comida o bebida para llevar en envases que tiramos a los pocos minutos y hasta las verduras las adquirimos envueltas en plástico. Aunque este material es muy útil, e incluso imprescindible en algunos ámbitos de nuestra vida —como sucede con el material médico—, en muchos casos podemos elegir alternativas más sostenibles. Lo explicamos en el siguiente artículo.
Cada año se producen 300 millones de toneladas de residuos plásticos en el mundo. De ellas, el 9 % se recicla, el 12 % se incinera y el 79 % restante va a los vertederos o acaba en la naturaleza, según estima la Organización de Naciones Unidas (ONU). Esto sucede, en parte, debido a una gran paradoja: se abusa de un material prácticamente indestructible para fabricar objetos de usar y tirar. El 50 % de todo el plástico que se produce está diseñado para que lo usemos una sola vez y lo tiremos a la basura, advierte la organización. Y las cifras de esa producción son abrumadoras: cada hora se compran globalmente 60 millones de botellas de plástico y, cada año, 500.000 millones de bolsas.
Pero no solo utilizamos este material de forma insostenible; además, le otorgamos una vida muy corta.¿Cuánto se tarda en beber y tirar una botella de agua? ¿Y en desechar los cubiertos y platos de plástico que adquirimos para una comida en el campo? ¿Qué hay de los globos de cumpleaños? ¿Cuánto tiempo juegan con ellos los niños antes de tirarlos? El uso medio del plástico oscila entre unos pocos minutos y algunas horas. Nada en comparación con los cientos de años que este material tarda en desaparecer de nuestro planeta. Su resistencia y durabilidad, las características que lo hacen tan útil, son también las responsables de que su descomposición en la naturaleza resulte casi misión imposible.
España es el país que más plástico vierte al mar de toda la UE
Así, el plástico ha inundado metafóricamente nuestra vida y literalmente nuestro planeta: cada año acaban en la naturaleza 100 millones de toneladas como consecuencia de su mala gestión. No está de más recordar que los mares y océanos son los más perjudicados, pues a ellos llega una décima parte de esta basura (unos 10 millones de toneladas), que atrapa y mata a cerca de 100.000 animales marinos cada año. Aunque las islas de plástico que han surgido en el Pacífico constituyen quizás la imagen más conocida y alarmante de este problema, el Mediterráneo tampoco se libra. España tiene una gran responsabilidad en ello, pues constituye el segundo país que más plástico vierte a este mar (126 toneladas diarias), solo por detrás de Turquía (144 toneladas), y del cuarto que más plástico consume de toda la Unión Europea, según el informe ‘Una trampa de plástico‘, de la organización WWF.
Búsqueda de alternativas
Por suerte, la sociedad no ha estado nunca tan concienciada como en los últimos años, y tanto ciudadanos como empresas están acercándose a una forma de consumir y producir más respetuosa con el medio ambiente.
La concienciación es el primer paso, pero no sirve de nada sin acciones concretas y prácticas. Para 2050, la ONU alerta de que la cantidad de plásticos en los océanos podría superar a la de peces si continúan las tendencias actuales.
Todos somos responsables de reducir el impacto que este material tiene en nuestro entorno, desde las empresas productoras, las que lo comercializan, los usuarios que lo compran y, por supuesto, los gobiernos que regulan sobre su uso. Para lograrlo, “no basta con recoger y retirar los plásticos que llegan al mar, hay que evitar que lleguen”, asegura Alba García, responsable de la campaña de plásticos de Greenpeace España. La experta defiende la importancia de ir al origen del problema: reducir la cantidad de plástico que se pone en circulación para, después, apostar por la reutilización.
Imagen: Getty Images
Compromiso global para reducir el uso de plásticos
En los últimos años, gobiernos de todo el mundo se han comprometido de manera más o menos ambiciosa a luchar contra los plásticos innecesarios. En marzo de 2019, la cuarta asamblea medioambiental de las Naciones Unidas, celebrada en Kenia, finalizó con un importante avance: el compromiso de unos 200 países de reducir el uso de plásticos antes de 2030.
Meses antes, el Parlamento y el Consejo Europeo anunciaban la prohibición en la Unión Europea de objetos de plástico de un solo uso, como pajitas o platos, a partir de 2021. En abril de 2018, la Comisión de Medio Ambiente del Congreso de los Diputados de España había aprobado eliminar la comercialización de utensilios de plástico no reutilizables a partir de 2020. La decisión incluye que, a partir de este año, platos, vasos y cubiertos se fabriquen con al menos un 50 % de sustancias biodegradables, y un 60 % a partir de 2025.
El papel de los establecimientos
A día de hoy, en España “es impensable hacer la compra y no tirar ningún envase, pero se puede conseguir”, afirma García. Algunos supermercados, por ejemplo, dejan llevar una bolsa de malla o de rafia para las verduras y frutas a granel, que el consumidor puede elegir utilizar. Además, muchos supermercados son pioneros en asumir compromisos medioambientales y soluciones para la reducción y prevención del consumo de plásticos.
Javier Millán-Astray, director general de la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (ANGED), nombra alguna de estas medidas: “El impulso del ecodiseño de los envases y embalajes para prevenir el uso de materias primas, la optimización del tamaño de los envases, el ahorro de espacio en la logística y el fomento del uso de materiales con menos impacto ambiental”. Además, desde la distribución “se está dando un impulso de la venta a granel de los productos frescos y se están buscando fórmulas como la reutilización de envases o la búsqueda de materiales de envasado con una mayor reciclabilidad o menor impacto que el plástico convencional de un solo uso”, añade Millán-Astray.
“Tanto en el plástico como en el resto de alternativas, las empresas tenemos el reto de seguir trabajando en busca de soluciones. Por eso es tan importante el trabajo coordinado que se lleva a cabo desde los sectores implicados, las Administraciones y los consumidores para conseguir una cadena de valor más eficiente y sostenible”, explica el responsable de ANGED.
Para guiar a los supermercados en su lucha contra el plástico, Greenpeace ha publicado recientemente el informe ‘El supermercado ideal‘, que describe cómo sería un establecimiento idílico con una huella plástica mínima. “El establecimiento perfecto es el que nos permite comprar sin generar residuos”, resume García. Por eso, todo en él está pensado para que sea reutilizable o retornable: se deben eliminar los envases de un solo uso y ofrecer alternativas reutilizables, rellenables y sostenibles, como la venta a granel, los productos de higiene sólidos y sin envases o los sistemas de retorno y depósito para poder reutilizar el mismo recipiente”, explica la bióloga.
El poder de los consumidores
Un mundo libre de plásticos de un solo uso es posible si todos los agentes implicados trabajan en la misma dirección. Los ciudadanos podemos ejercer nuestro poder como consumidores rechazando las alternativas menos sostenibles y mandar así un mensaje a los productores para que busquen opciones más respetuosas con nuestro planeta. Como compradores, podemos optar por productos no empaquetados o con menos embalaje, buscar envases reutilizables o rechazar utensilios de plástico en la comida y bebida para llevar.
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