La declaración, por parte de la Organización Mundial de la Salud, del brote de coronavirus como pandemia global, está consiguiendo trastocar el orden mundial establecido. No es objeto de estas líneas hacer un análisis político minucioso, pero sí se pretende abordar un tema preocupante para la sociedad. La crisis económica que se avecina y que podría dar al traste con la esperanza de muchos profesionales de diferentes sectores y que van a tener que adaptarse al futuro.
En ese futuro, incierto más que nunca, está el futuro de nuestro trabajo y también el futuro de nuestra profesión. Profesiones que corren el riesgo de desaparecer, profesiones que deben adaptarse y profesiones que deben buscar su sitio en este nuevo panorama. Profesiones que tienen el peligro de ser consideradas innecesarias y otras que tienen mucho que decir en esta crisis y tras ella.
La profesión del protocolo
El profesional del protocolo puede y debe aportar mucho a esta sociedad. Cada día me reafirmo más en que para que el protocolo tenga sentido, debe funcionar como parte de la estrategia de comunicación de empresas e instituciones. Es mucho más (mejor dicho, diferente) que un mero evento. Es cierto que el evento es el lugar donde mejor podemos ver las técnicas de protocolo, pero no debe circunscribirse solo a ese momento. Tanto durante la crisis sanitaria como después de ella, el profesional del protocolo tiene mucho que decir y mucho que hacer.
La industria de los eventos –mucho más potente y realista– está reinventándose día a día, proponiendo conceptos, nuevas estrategias, solucionando problemas de empresas y clientes, es decir, funcionando como la sociedad, mirando al frente y resolviendo, siempre resolviendo. Si se impide salir a la calle, se organizan festivales de música virtuales. Si no se puede ir a museos, acercan la cultura a nuestros ordenadores. Que hay que celebrar una junta de accionistas, montan un plató y se retransmite por streaming. Si el cliente necesita mostrar su producto, se empaqueta bien y se hace un envío a la prensa y a otros prescriptores. Adaptación. Resolución. Acción.
El protocolo no se reduce a colocar banderas o disponer personas en sus asientos. Nada más lejos de la realidad. No, el mayor problema del protocolo no es cómo debe colocarse un crespón sobre una bandera o quién y cómo debe decretar el luto oficial. Esa no es la profesión para la que los profesionales se forman día a día. El respeto a los símbolos y procedimientos es solamente la punta del iceberg, pero lo que realmente importa es cambiar la base, la concepción de la profesión y de los profesionales que trabajan para dar soluciones reales a los retos que se plantean y donde efectivamente hay mucho que aportar. Cuando se consiga eso, todo lo demás cambiará solo, cayendo por su propio peso.
Los profesionales del protocolo debemos ser conscientes de lo mucho que podemos aportar al sector y a la profesión. Máxime en una situación como esta y en un contexto difícil en el que será necesaria la reconversión de muchas de las pautas y cánones prestablecidos.
Durante el confinamiento tenemos mucho tiempo para pensar y crear. Estos días pueden ser el germen de muchas ideas. Tenemos la posibilidad de hablar con compañeros, profesores y debatir con ellos sobre la actualidad e intercambiar opiniones y, sobre todo, aquellos que tenemos la suerte de combinar la profesión con el ámbito académico podemos compartir tiempo, ideas y pensamientos con los alumnos, algo que, en estos momentos, es esencial.
En estos días, la actualidad está colmada con comparecencias de autoridades, apariciones públicas y eventos en los que participan: una rueda de prensa sin prensa, la visita a un hospital, una entrega de mascarillas casa por casa, una reunión por videoconferencia. Cada imagen es una muestra más de que se puede aportar mucho desde el punto de vista del protocolo. Elementos, acciones y secuencias que ayuden a transmitir el mensaje y siempre ayudando a la estrategia global de comunicación. Si no entendemos esto, el protocolo será desechado. La comunicación hoy en día manda, y nosotros tenemos que ayudar a transmitir y a comunicar. El protocolo es una herramienta perfecta para ello.
Es ahí donde más se puede aportar, pues el sector cuenta con experiencia y una visión especial para lo que se conoce como “el directo”. Control de secuencias, capacidad de análisis y adaptación a la escenificación, manejo de la legislación y conocimiento de las costumbres, tanto locales como internacionales. Del mismo modo, los profesionales del protocolo son conscientes del funcionamiento de los medios y cuáles son sus intereses, conocen también las formas y virtudes de las autoridades para las que trabajan y tenemos, o deberíamos tener, una especial sensibilidad con lo que le ocurre a la sociedad.
Un protocolo sostenible
En este contexto es necesaria la propuesta de un protocolo sostenible. Es el momento. Es la manera de revivir y de dejar de ser vistos como meros técnicos. Aportemos a la comunicación. Es el momento de ayudar a decidir cómo se deben hacer las cosas.
Esta situación es nueva para todos, para las empresas, para las instituciones, para los directivos que deben salir a dar la cara, y para las autoridades. En estos momentos, parte de ese protocolo sostenible pasa por ser un protocolo de gestos. Los gestos son fundamentales hoy y lo van a ser en el futuro.
El distanciamiento físico, aunque nuestro carácter latino lo dificulte, va a tener que perdurar en el tiempo más allá del confinamiento. Es ahí donde entran los gestos. Gestos nuevos, pues antes eran otros los que utilizábamos para comunicar lo que no podemos transmitir ahora. Un abrazo debe ser sustituido por otro gesto, pero debe mostrar el mismo cariño. Una sonrisa con mascarilla no se ve, pero debemos mostrar de otra manera la complicidad y admiración.
Hay un ejemplo que nos va a permitir ilustrar esto: la primera salida Felipe VI al hospital de IFEMA. Imágenes frías, silencio, distancia. También respeto y solemnidad, que conste, pero quizá faltó un gesto. Las instituciones deben dar ejemplo siempre. Poco se podría haber hecho más que eso, gestos.
Gestos como el que días después, se vio hacer a S.M. la Reina Máxima de los Países Bajos. Una imagen que, respetando las distancias, demuestra cercanía, respeto y admiración hacia la responsable sanitaria de la Cruz Roja a la que visitaba. Mantenemos las formas, pero “de otra manera”.
Desde ese día pasaron muchas cosas. Aprendimos lo que es Zoom, Meets, HouseParty y un montón de aplicaciones que nos ayudan a permanecer más cerca. No solo a título individual sino también para empresas e instituciones. Las primeras ruedas de prensa, las primeras reuniones del Consejo de Ministros, las apariciones públicas de unos y otros.
Protocolo 360⁰
Los escenarios se adaptaron, el poco público que estaba presente durante los primeros días desapareció de los eventos y poco a poco nos hemos ido acostumbrando a esta nueva forma de comunicar. En este sentido, los profesionales del protocolo tienen mucho que decir. Podríamos llamarlo protocolo 360⁰ , porque ya no hay solo una referencia en cuanto a las formas, sino que todos los ángulos importan. Importa dónde y cómo situar a la prensa e importa cómo crear nuevas secuencias y movimientos que ayuden precisamente a transmitir esa cercanía que la distancia no permite.
En las reuniones virtuales, toma una especial importancia la escenografía. Los elementos que aparecen en la mesa, la “trasera” elegida, la forma de elevar la pantalla. Todo cuenta para ayudar a transmitir el mensaje o, por lo menos para que no dificulte esa transmisión. Pero ahora, con esta nueva situación, ya no hay solo un punto de vista, tenemos dos, el que sale a través de la webcam, al que estaríamos acostumbrados, y el que toman los medios gráficos presentes cubriendo el momento. La estancia entera se convierte en escenario. Por ello se le puede y se le debe sacar todo el partido posible.
Desorden o descuido, cajas mal colocadas, espacios oscuros vacíos, se me ocurren cientos de posibilidades para hacer de estas imágenes elementos de comunicación mucho más potentes.
Protocolo social
Otro de los puntos que harían que el protocolo fuera sostenible y que es el momento de darle la importancia que se merece es la sociedad. Es importante trabajar hacia un nuevo protocolo social, entendido no como las normas antiguas de cortesía, sino como el que otorga protagonismo a la representación de todas las sensibilidades que convivimos en este país. Es el momento además de darle la importancia que tienen también los colectivos más desfavorecidos, empezando, como punto de partida, por los más afectados por esta crisis.
Hemos visto como el Congreso aplaudía a la ujier encargada de la limpieza. Es un comienzo, pero quedan muchos otros colectivos a los que el protocolo puede ayudar a dar visibilidad.
Ese debería ser el camino, ese debe ser el futuro de la profesión y el planteamiento que debemos hacer. Porque es del que nos gustaría formar parte: ayudar a comunicar a través del protocolo. Del protocolo sostenible, atendiendo a los gestos, al evento global y resolviendo las situaciones teniendo presente al conjunto de la sociedad.
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