La primavera 2020 estuvo marcada por nuestro confinamiento. Pasamos dos meses encerrados en casa, añorando la naturaleza y pensando si ella nos echaba de menos o no. Y pudimos comprobar que el ser humano es perfectamente prescindible para el Planeta, que somos una especie más, que ocasiona importantes impactos, pero que, si desaparecemos, la vida en la Tierra continuará. Durante esta primavera tan singular, los espacios naturales sin presencia humana siguieron su ritmo. La pluviosidad y el cambio climático son los que verdaderamente están determinando su estado; nuestra cuarentena les afectó someramente. Tres científicos nos ayudan a echar un vistazo a lo que pasó.
En un webinar organizado recientemente por la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA) y BBVA OpenMind, la cuestión que se planteó a tres investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) fue si la ausencia de personas había afectado a la fauna y la flora durante los dos meses de confinamiento de primavera, una época que registra una explosión de vida, el momento en el que nacen más crías y donde la floración se ecnuentra en su esplendor. Desde nuestros balcones podíamos intuir ese maravilloso despertar y sospechar lo que nos estábamos perdiendo, pero no sabíamos a ciencia cierta si la naturaleza había notado nuestra ausencia.
Miguel Ángel Bravo, biólogo del equipo de Seguimiento de Procesos Naturales de la Estación Biológica de Doñana, explicó que en Doñana, más que la ausencia de personas, lo que más incide en las puestas de aves o en las poblaciones de anfibios son el cambio climático y la escasez de lluvias, que se agudiza año a año. Eso sí, este año, con el confinamiento no se han celebrado los tránsitos rocieros que pueden llegar a alcanzar 50.000 personas en el entorno de Doñana. “Se ha evitado un impacto importante por la pandemia con este tipo de tránsitos”, señala Bravo. Sin embargo, a pesar de que después de unas semanas, al volver a Doñana para realizar los muestreos y ver las marismas con agua y la flora exuberante, se veía que el parque estaba mejor, “toda esa explosión de flores y vida no se debió a que la gente dejara de ir a Doñana, sino por cómo ha sido el año hidrológico”. Algo que ya contamos en El Asombrario en mayo.
Lo que sí incidió fue la abundante lluvia
De octubre, mes de comienzo del año hidrológico, a marzo, había sido un año seco, pero durante el estado de alarma, en esos dos meses, se registraron lluvias muy abundantes. No obstante, las lluvias de primavera no han resultado eficaces para la recarga de acuíferos, cuya sobreexplotación es uno de los graves problemas que sufre Doñana. Hasta hay lagunas con madrigueras en el fondo, lo que indica el bajo nivel del acuífero sobre el que se asientan, apuntó Bravo.
En cuanto al cangrejo azul, una especie invasora, se ha detectado que se ha asentado en los caños que comunican la marisma con el estuario; respecto a los anfibios, aunque siguen presentes todas las especies, se encuentran en números muy bajos. Los sapos, por ejemplo, que necesitan agua permanente y abundante, están en descenso, comentó el biólogo.
Las siete parejas de águila imperial que viven en Doñana solo han conseguido sacar cuatro pollos. La cigüeña ha sufrido las lluvias intensas de primavera y se han registrado abandonos de nidos. Además, el bajo nivel de las lagunas favorece la entrada de jabalíes, que arrasan los nidos. La espátula siempre ha sido abundante, pero este año no ha tenido éxito para criar.
Por el contrario, fochas, porrones, ánades reales, zampullines y somormujo lavanco sí han logrado criar. “Lo que más está impactando en Doñana es el cambio climático y la escasez de lluvias, que parece que se están agudizando con el paso de los años”, terminó Bravo.
Un curso bueno para los anfibios
Por su parte, Íñigo Martínez-Solano, científico titular del CSIC en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y secretario general de la Asociación Herpetológica Española, señaló que a priori la primavera sí fue buena para los anfibios por las abundantes lluvias y por la disminución del tráfico durante el confinamiento. “Con una primavera muy lluviosa, la mortalidad hubiera sido muy alta en una situación normal de tráfico”, comentó Martínez-Solano. “La reducción del tráfico puede haber tenido un efecto positivo entre la conectividad de poblaciones al disminuir la mortalidad de los individuos migrantes y favorecer el éxito reproductor”.
Las carreteras son un factor muy importante en la mortalidad de los anfibios, por atropellos, especialmente tras las lluvias, apunta Martínez-Solano; de ahí la importancia de conocer dónde están los corredores naturales para que se puedan crear pasos naturales. Las carreteras que dividen las zonas habitadas son puntos con alta mortalidad en días de lluvia de primavera, cuando se dirigen a los puntos de reproducción, y en otoño, cuando los juveniles se dispersan. Se trabaja en un listado de puntos negros en las carreteras para detectar dónde hay mayor mortalidad y poder habilitar pasos para anfibios.
El equipo de Martínez-Solano lleva desde 2009 realizando un seguimiento de anfibios en la Sierra de Guadarrama, en las lagunas de Valdemanco y la Gravera, separadas 700 metros. En ambas lagunas habitan 9 especies de anfibios, 7 de las cuales son poblaciones estables y las otras dos, esporádicas. Pero ninguna de las dos tiene protección legal, a pesar de la importancia para la viabilidad de estas especies, que tanto sufren por el cambio climático.
Más hierbas de ciclo rápido, musgos y líquenes
Javier Fuertes, jefe del departamento de Biodiversidad y Conservación del Real Jardín Botánico-CSIC, expuso en el seminario digital organizado por APIA que las plantas que más proliferaron durante el confinamiento fueron las de ciclo de vida rápido y que pueden responder con rapidez, como, por ejemplo, las malas hierbas en lugares intervenidos por el ser humano, como son las zonas urbanas. También musgos, líquenes y algas han proliferado, dada su respuesta rápida.
Donde más se ha notado la explosión de la flora fue en entornos urbanos como aceras, cunetas, parques y jardines, explicó Fuertes, ya que son zonas donde se realizan labores de jardinería, se emplean herbicidas o hay tránsito de personas, y sin intervención humana, proliferan con capacidad de recolonización. También especies invasoras como el Ailanthus altissima (ailanto) han aumentado su dispersión de semillas.
Cambio climático, la mayor disrupción en los negocios
Antoni Ballabriga, director global de Negocio Responsable del BBVA, afirmó: “El cambio climático va a suponer la mayor disrupción en los negocios que haya sufrido jamás la humanidad”. “Vamos a tener una transición ordenada o desordenada, pero la vamos a tener, y va a suponer una masiva transferencia de valor entre unas actividades y otras; habrá ganadores y también habrá perdedores, y el sector financiero tiene la responsabilidad de facilitar esa transición a toda la economía”. Algunos economistas cifran el riesgo de no actuar en el 10% del PIB, añadió.
“Las crecientes presiones sobre la naturaleza, como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad, están degradando los ecosistemas de los que dependen nuestras economías, y esto conlleva riesgos reales para las personas, para las empresas y la economía”, destacó Ballabriga, y apuntó: “El sector financiero puede jugar un papel importante a través de la financiación a sus clientes y el impacto que estos pueden generar en la naturaleza”. “Es preciso”, terminó, “poner un precio a la naturaleza para que los actores económicos lo integren en su toma de decisiones”.
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