uando un científico le pone un collar de rastreo GPS a un oso polar, no hay garantías de que el animal vaya a conservarlo mucho tiempo. De hecho, esos enormes collares son holgados para que los osos puedan quitárselos si les molestan. Ahora, los científicos han encontrado una manera de aprovechar las señales que emiten los dispositivos desechados.
«Podría pensarse que esos collares caídos no sirven para nada», apunta Natasha Klappstein, investigadora de osos polares de la Universidad de Alberta. Sin embargo, ella y sus colaboradores han empleado los datos de los collares abandonados sobre la banquisa de la bahía de Hudson, en Canadá, para estudiar los desplazamientos del hielo marino.
Para su estudio, publicado en junio en The Cryosphere, los investigadores identificaron 20 collares que permanecieron activos entre 2005 y 2015, y cuyos movimientos no se correspondían con los de los osos, sino con la deriva del hielo. Sus mediciones de cómo se desplaza el hielo en la bahía de Hudson son únicas: no existen sensores fácilmente accesibles sobre el terreno y las observaciones de satélite no suelen captar con precisión el avance de las placas más pequeñas.
El equipo comparó los movimientos de los collares perdidos con las predicciones de un modelo de la deriva del hielo, elaborado por el Centro Nacional de Datos sobre la Nieve y el Hielo (NSIDC) de EE.UU. Los datos de los collares indican que dicho modelo, de uso generalizado, subestima la velocidad a la que se desplaza el hielo en la bahía de Hudson, así como el alcance total de la deriva. En cuestión de meses, la posición real de una placa de hielo puede desviarse varios cientos de kilómetros de la dada por el modelo, según los investigadores.
Eso significa que a los osos podría costarles más de lo que pensábamos moverse en sentido opuesto al avance del hielo: «Si estamos subestimando la velocidad de la deriva, puede que también infravaloremos la energía invertida por los osos», incide Ron Togunov, doctorando de la Universidad de la Columbia Británica y primer autor del estudio.
La investigación también revela detalles sobre el hielo de mayor movilidad. A medida que aumente la fusión, ese tipo de hielo se extenderá más al norte, hasta el Ártico central, explica Andy Mahoney, geofísico de la Universidad de Alaska en Fairbanks ajeno al estudio. Los científicos ya sabían que el modelo del NSIDC podía subestimar la velocidad del hielo, añade, pero «siempre es positivo identificar y subsanar lagunas en los datos».
Los nuevos resultados también podrían mejorar las predicciones sobre la dispersión de los vertidos de petróleo u otros contaminantes en aguas repletas de hielo flotante, asegura Walt Meier, investigador principal del NSIDC que tampoco participó en el proyecto. Los hallazgos podrían incluso influir en los futuros modelos del NSIDC. «Son datos realmente interesantes», valora Meier, «y sin duda los tendremos en cuenta».
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