Las gaviotas pueden convertirse en animales agresivos cuando tratan
de acaparar un alimento, sobre todo cuando su presa es otro animal...
vivo.
A principios de los años setenta, en la costa de la Península Valdés,
en Argentina, se observó que algunos ejemplares de la ballena franca
austral (Eubalaena australis) habían padecido los ataques de la gaviota dominicana (Larus dominicanus).
Según los registros de la época, el dos por ciento de las parejas
formadas por una ballena y su cría era agredido cada año por estas aves.
Ahora, según un artículo publicado en la revista PLoS ONE, el
99 por ciento de los ballenatos presentan lesiones provocadas por las
gaviotas, las cuales intentan clavar su pico en el dorso de estos
mamíferos y alimentarse con su piel, carne y grasa.
«Cada pájaro elige su presa y la protege», afirma Victoria Rowntree,
de la Universidad de Utah y autora principal del estudio, «y se queda
encima del agua a la espera de que la ballena emerja de ella para
respirar». Según esta bióloga, los cetáceos adultos han aprendido a
arquear la espalda cuando salen del agua, por lo que logran mantener la
mayor parte de su cuerpo lejos del alcance de las aves hambrientas. No
obstante, los más jóvenes no consiguen emular dicho comportamiento, pues
su tamaño reducido no les permite asumir la misma posición que sus
madres. Además, los ballenatos acuden más a menudo a la superficie
marina para respirar, lo que brinda a las gaviotas numerosas
oportunidades para atacarlas.
Rowntree y sus colaboradores analizaron las imágenes aéreas de 2680
ballenas francas australes y sus crías tomadas entre los años 1974 y
2011 para determinar el número y el tamaño de las lesiones provocadas
por las gaviotas en sus dorsos. Por otro lado, estudiaron las
fotografías de 192 cetáceos recién nacidos que habían quedado varados en
la playa entre los años 2003 y 2011. Según los investigadores, las
madres mostraban en promedio unas cuatro heridas, lo que corresponde a
menos del 1 por ciento de la superficie de su espalda; en el caso de las
crías, estos valores aumentaban, respectivamente, hasta las nueve
lesiones y a un 2,5 por ciento de la extensión trasera de su cuerpo.
Los científicos se preguntan ahora si las gaviotas son las
responsables del elevado número de muertes o si, por lo menos,
contribuyeron a ello. Tras estudiar los ballenatos varados, no
encontraron una correlación clara con las lesiones provocadas por las
aves marinas. Las gaviotas podrían ser las autoras, en parte, del
fallecimiento de los jóvenes cetáceos, pero los autores del estudio
afirman que no representan la única causa. Con todo, según Rowntree y su
equipo, todas las crías muertas presentaban signos de ataques por parte
de los pájaros. «Por supuesto, no se trata de etiquetar a las gaviotas
de animales malvados. Como todos los demás, ellas también buscan comida
para sobrevivir». El desafío para los investigadores ahora es encontrar
la manera de proteger a las ballenas, sin acabar con las gaviotas.
Más información en PLoS ONE
— IyC / Jason Goldman (Scientific American)
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