25 de abril de 2016

Aguas que cambian la vida

Lpetpet está en medio de una gran explanada desierta. Hacia el horizonte se divisan las colinas y algún árbol. A veces una manada de cebras o varias gacelas atraviesan la pista que hace las veces de carretera una vez que se deja atrás Kisima. Ese pequeño pueblo que constituye el punto de referencia de esta aislada zona en el distrito Samburu, en el noroeste de Kenia.
De repente, en medio de la planicie surge una gran concentración de mujeres, niños y muchas vacas alrededor de una caseta. Unos cuantos hombres están un poco más apartados, charlando en cuclillas o supervisando el trabajo de la persona que repara el abrevadero del ganado que también se ha construido allí.
La caseta contiene los únicos grifos de agua corriente que hay en la zona. El líquido llega desde un pozo que tiene una bomba solar hasta un depósito de 10.000 litros y desde allí, gracias a la gravedad, sale por los grifos y el abrevadero. Toda una revolución para la gente que habita en los alrededores de Lpetpet.
Es una zona semiárida caracterizada por el calor y la sequía que muchas veces se prolonga más de lo deseado debido a la falta de lluvias. La mayor actividad económica de los samburu es la cría de ganado, y las labores agrícolas son muy esporádicas. Todo esto convierte al distrito de Samburu en uno de los que presenta los indicadores de desarrollo humano más bajos de todo Kenia.
Los pastores samburu pasan el año buscando pastos y agua para sus ganados. Este último es un bien escaso del que depende la supervivencia de las reses y, por tanto, la de toda la familia. Las mujeres también caminan kilómetros para conseguir el agua necesaria para cocinar. Poco más pueden cargar, por lo que lo la higiene personal se deja para otro momento. De ahí que sobre todo los niños pequeños no sean lavados, ni siquiera al nacer. Esto les hace vulnerables muchas enfermedades e infecciones, varias de las cuales tienen un desenlace fatal. Además, el 46,2 % de los niños samburu presenta síntomas de malnutrición. En general, los problemas de salud debidos a la escasez de agua y saneamientos son frecuentes. Cabe destacar el tracoma, una infección ocular evitable que deriva en una ceguera crónica si no es tratada a tiempo.
Un representante local destaca el ahorro que supone la energía solar pese a que su instalación es más cara
Desde 2007 Amref Salud África desarrolla un proyecto financiado por la Junta de Castilla y León para reducir la prevalencia de las enfermedades relacionadas con el agua (o la falta de ella), mejorar la salud de la población y recortar la pobreza a través del acceso sostenible al agua salubre y el saneamiento y mediante la promoción de la higiene en las comunidades pastoriles en el distrito.
El pozo, los grifos y el abrevadero de Lpetpet son los frutos de este proyecto. Gracias a ellos, las mujeres y niñas no tienen que emplear gran parte de su jornada en buscar agua y las familias no se ven obligadas a desplazarse para saciar la sed de su ganado.
Mozen Leskisnyak es el jefe tradicional de la zona y explica que este proyecto supone un gran cambio para la población: “Se han reducido las enfermedades, nuestras mujeres ya no tienen que caminar kilómetros todos los días y nuestro ganado no se muere como antes”. Por eso la comunidad está muy implicada en el proyecto y se encarga del mantenimiento de las instalaciones. Todos los que cogen agua de los grifos pagan una pequeña cuota que sirve para reparaciones y limpieza.
Jerius Leshoomo, representante de la zona en la Asamblea del Distrito, enfatiza el gran acierto de Amref al optar por una bomba impulsada por energía solar. “Este tipo de energía es más cara al inicio, porque hay que adquirir los paneles solares y hacer la instalación, pero luego no es necesario comprar combustible, como sucede con los generadores que normalmente impulsan las bombas de agua. Eso suele obligar a la comunidad a grandes desembolsos de dinero, mientras la solar es, a la larga, una energía sostenible y más barata”.
Chitiavi Juma, coordinador del proyecto de Amref, explica que su organización “colabora activamente y codo con codo con las autoridades locales, coordinándose con ellas e implementando los planes estratégicos definidos por la administración; de ahí, entre otras cosas, que se opte por la energía solar, prioridad del gobierno keniano, y que la localización y construcción del pozo se haga de de común acuerdo con ellos”.
Al no tener que migrar para buscar agua, la población cuenta con un tiempo libre que no había conocido
Quizás el impacto más importante de estos proyectos sea la transformación en la vida de las comunidades: está contribuyendo a su sedentarización. El jefe Leskisnyak está convencido de ello: “ahora nuestros animales, que es la mayor riqueza que tenemos, pueden acceder al agua sin recorrer grandes distancias, lo mismo que la gente”.
Así, se han ido formando poblados, o bomas, permanentes y estables. Esto facilita que los niños y niñas puedan ser escolarizados y de hecho, se ha construido una escuela en la zona. El jefe pide que en la próxima fase del proyecto se llevé el agua hasta allí, para evitar que los alumnos tengan que desplazarse todos los días hasta los grifos para conseguirla. La escolarización también ha cambiado otras costumbres: si tradicionalmente eran los niños y los jóvenes los que se pasaban el día cuidando el ganado, ahora lo hacen los adultos mientras ellos aprenden.
Leshoomo apostilla que también han comenzado un programa de alfabetización de adultos dirigido quienes nunca tuvieron la oportunidad de ir a la escuela y están interesados en aprender. También comenta que con el dinero que se recoge de las tasas por acceder al aguaquieren construir duchas para que cuando las personas acudan a buscar el agua o dar de beber a sus ganados puedan lavarse e ir adquiriendo nuevos hábitos higiénicos, lo que será un nuevo paso en la mejora de la salud de la zona.
Que la población no se vea obligada a migrar como muchos han tenido que hacer durante generaciones, o que no tenga que dedicar gran parte de su jornada a buscar agua ha facilitado que todo el mundo disfrute de un tiempo libre que antes ni conocía. Rosa Lodompui, líder de las mujeres de Lpetpet, está muy contenta con este descubrimiento: “Ahora las mujeres podemos cultivar la tierra, estamos aprendiendo a hacerlo, introduciendo nuevos cultivos que antes no conocíamos, y así mejoraremos la alimentación de nuestras familias. La agricultura también nos genera unos ingresos que nos permiten cuidar mejor de los nuestros y pagar el colegio de nuestros hijos”.
Chema Caballero para elpaís.com

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