Mientras el hombre se afana por hallar
soluciones de geoingeniería que permitan inyectar y almacenar en el
océano el exceso de CO2 derivado de la quema de combustibles
fósiles, los cambios en el uso del suelo y la deforestación, el propio
océano cuenta con mecanismos naturales de disolución, captación y
almacenamiento del gas. Una reciente evaluación de las principales
fuentes y sumideros de CO2 a escala global ha estimado que
los océanos almacenan un total de 2,3 petagramos (Pg, 1015g) de carbono
(C) al año, lo cual supondría el 28 por ciento de C antropogénico
emitido a la atmósfera anualmente.
El océano Atlántico, a pesar de su modesta área (29 por ciento del océano global), contribuye en un 38 por ciento al almacenamiento mundial. Ello se debe a la intensidad de la circulación y a los numerosos procesos de formación de masas de agua (enfriamiento y hundimiento del agua de superficie), principalmente en el Atlántico Norte, que inyectan hacia las profundidades el C antropogénico disuelto en las capas superficiales en contacto directo con la atmósfera. Así, desde el inicio de la revolución industrial hasta finales del siglo xx, el Atlántico ha almacenado 55.000 millones de toneladas de C de origen antrópico.
El océano Atlántico, a pesar de su modesta área (29 por ciento del océano global), contribuye en un 38 por ciento al almacenamiento mundial. Ello se debe a la intensidad de la circulación y a los numerosos procesos de formación de masas de agua (enfriamiento y hundimiento del agua de superficie), principalmente en el Atlántico Norte, que inyectan hacia las profundidades el C antropogénico disuelto en las capas superficiales en contacto directo con la atmósfera. Así, desde el inicio de la revolución industrial hasta finales del siglo xx, el Atlántico ha almacenado 55.000 millones de toneladas de C de origen antrópico.
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