Cuando hablamos de la tan necesaria transición energética solemos centrarnos, principalmente, en la industria de generación de energía y en los sistemas de distribución de la misma. Si bien son actores protagonistas en este cambio de modelo, hay otros muchos más, incluidos nosotros.
Si nos fijamos en la industria energética, el sector eléctrico es el que acumula más cambios en esta última década. Podemos ver que, actualmente, la energía eólica es una de las técnicas de nuevo desarrollo más baratas para producir electricidad y, en muchos países, la solar fotovoltaica ha alcanzado la paridad de red.
En 2015, una de cada dos centrales eléctricas de nueva construcción funcionaba con energías renovables. La eólica y la fotovoltaica han registrado un desarrollo importante que afecta positivamente a cómo se están conformando el suministro público de energía. Y mucho más debería cambiar con la implantación masiva de conceptos indispensables como puede ser el autoconsumo energético, perseguido en algunos países por intereses de algunos grupos de presión.
Si nos fijamos también en 2015, el consumo de energía para generar calefacción representaba en torno a la mitad del total del consumo energético mundial, en tanto que, en la década pasada, el consumo mundial de energía productora de calor solo se incrementó a una tasa anual de menos del 1%.
Pero si hacemos foco en la demanda de refrigeración, ésta continúa aumentando gracias a un mayor acceso a la energía, sobre todo en países en desarrollo de clima cálido, y al preocupante aumento de las temperaturas medias globales, consecuencia del cambio climático que nos azota.
También debemos tener en cuenta que al incrementarse el número de edificios que incorporan eficiencia energética y tendencias ecointeligentes, como pueden ser Passivhaus, BREEAM o LEED, la demanda de calefacción se ve reducida de forma notable.
En el sector de la construcción, la biomasa y la energía solar térmica proporcionan actualmente la inmensa mayoría de la calefacción procedente de fuentes renovables. Según estimaciones, biomasa y energía solar térmica suponen entre el 7 y el 10% en el total de la calefacción para inmuebles, con un desarrollo algo más lento de lo deseado.
Sin embargo, el sector más difícil para el cambio de modelo es el del transporte, debido a lo complicado que es abandonar los adictivos combustibles fósiles.
Un acercamiento a esta transición se puede realizar por estas vías:
- La reducción de la demanda de transporte
- El cambio de los modos de baja intensidad energética
- La utilización de biocombustibles mezclados con combustibles líquidos convencionales
- El incremento del número de vehículos que utilizan gas natural y de sus infraestructuras
- La mejora de la eficiencia energética a través del desarrollo tecnológico
- La decidida implantación de la electromovilidad
La transición del transporte hacia un consumo energético 100% basados en renovables debe partir de una transformación tecnológica y modal
En relación a la electromovilidad, es cierto que existen medios de transporte que no son fácilmente electrificables.
Nos referimos a buques, aviones, camiones de gran tonelaje y vehículos para la construcción. La vía ecointeligente pasa por sustituir los combustibles fósiles por combustibles sintéticos, hidrógeno y metano, producidos con fuentes de energía renovables.
Quizás ya te hayas dado cuenta, pero para fabricar esos combustibles hace falta electricidad, lo cual incrementará considerablemente nuestra demanda futura.
De ahí que, con cierta previsión, la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) haya encargado una evaluación de impactos futuros, tanto de una mayor utilización del vehículo eléctrico en el sistema energético europeo, como de las consiguientes emisiones en la red de transporte y los sectores energéticos afectados.
Si en Europa el porcentaje de vehículos eléctricos llegara al 80% en 2050, la demanda de electricidad aumentaría considerablemente. Según este estudio, en el conjunto del consumo eléctrico europeo, la cuota de los vehículos eléctricos pasaría de estar alrededor del 0,03% en 2014, a entre el 4 y el 5% en 2030, alcanzando el 9,5% en 2050.
En este último año las centrales eléctricas tendrían que producir 150 GW más para poder recargar las baterías de los coches eléctricos de la Unión Europea. Posible pero debe planificarse.
Además, sería preciso integrar este aumento de la demanda en las redes de suministro energético de toda Europa. En consecuencia, lo esencial aquí es saber cuánta electricidad se necesita, qué tipo de producción se utiliza para cubrir el incremento de la demanda y cómo se solventarán los picos de consumo.
Después de lo visto, está claro que la transición a un modelo energético sostenible es cosa de avanzar en cada uno de los sectores involucrados, cada uno a su ritmo y de acuerdo a sus posibilidades, pero con el objetivo claro de abandonar nuestro estilo de vida basado en dilapidar los contaminantes recursos no renovables a un ritmo frenético y poco ecointeligente.
Y tú, ¿te unes a esta transición?
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