Por Rodrigo Soberanes, 28 ago / Mongabay Latam .- Nansedalia Ramírez tiene 23 años y es la primer mujer que ocupa un cargo directivo en el Ejido Forestal Cordón Grande, una comunidad referente de la conservación de los bosques en el estado de Guerrero, en el pacífico de México.
Cordón Grande se ubica en el municipio de Tecpan de Galeana, una región en donde se extendió el cultivo de amapola y la violencia; los miembros del ejido decidieron utilizar el manejo forestal comunitario como una herramienta para hacer frente a la pobreza y proteger sus bosques de la delincuencia organizada.
Como secretaria general del comisariado ejidal de Cordón Grande, Nansedalia Ramírez narra lo que significa cuidar los recursos naturales en las 16 039 hectáreas que mide el ejido, el cual forma parte de la Red Mexicana de Organizaciones Campesinas Forestales (MOCAF) y la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques.
Nansedalia no solo nutre su trabajo con lo que aprende día a día en su comunidad, también ha participado en talleres internacionales sobre manejo forestal en Yakarta, Indonesia, y en el Petén, Guatemala.
¿Cómo es un día en la vida de la primera mujer que ocupa un cargo en el Ejido Forestal Cordón Grande?
Al inicio fue un poco complicado, porque en las asambleas ejidales normalmente participan los hombres. Ejidatarias casi no había y yo era la única que participaba; a veces mis propuestas no eran aceptadas por la asamblea, porque se les hacía muy difícil que una mujer estuviera participando. Poco a poco me he ido ganando la confianza en la asamblea.
Incluso, me toca trabajar con ellos en el campo y al principio me decían que no tomara el machete, que me iba a lastimar por ser mujer. Te tratan de sobreproteger, pero fueron agarrando la onda al aceptar que soy igual a ellos. Aporto y apoyo de la misma manera en los aclareos y varias actividades que se realizan en el bosque para compensar los servicios de aprovechamiento que nos brinda. Hacemos monitoreo de plagas y fauna.
A mi también me toca rendir las cuentas y los informes de ingresos y egresos, de las utilidades. Todo eso me toca; toda esa talacha.
¿Cómo es el trabajo forestal en Cordón Grande?
La parte de la conservación ambiental son dos cosas: una es obtener ingresos y la otra es cómo retribuir los beneficios que nos dan los bosques. Entonces, trabajamos el modelo de manejo forestal comunitario, que tiene que ver con generar ingresos y conservar la biodiversidad.
Hacemos diferentes actividades, tenemos estudios de los corredores biológicos, para conservar la fauna como el jaguar. Buscamos alternativas para poder seguir protegiendo.
Para el cuidado del bosque también formamos brigadas de monitoreo de incendios forestales. La conservación del bosque no se trata nada más de estarlo viendo y no tocarlo, se trata de cuidarlo como a los niños, uno tiene que apoyarlo, darle de comer y darle formación. Uno tiene que ver qué le duele al bosque, cuál es la medicina que se le puede dar para que esté sano. Eso conlleva muchísimas actividades como aclareo, podas, manejos de combustibles, guardarrayas, monitoreo de plagas y enfermedades.
Aprovechamos la madera pero lo hacemos de una manera sostenible. Queremos que dentro de 10 años el bosque esté mejor que cuando se aprovechó. La idea es cuidar y proteger nuestro entorno, porque con ello podemos tener agua y eso implica que en las ciudades también tengan agua.
En muchos de los municipios vecinos, los ríos se han secado por completo. En el municipio de nosotros no se han secado gracias a Dios… bueno, gracias al trabajo de nuestras comunidades. Si han disminuido los caudales, pero no se han secado. Esa es la importancia de conservar los bosques.
La gente de la ciudad cree que los de la sierra lo único que hacemos es llevarnos la madera, que hay delincuencia. Eso es lo que piensan de la gente de la sierra, no saben que gracias a lo que hacemos es que seguimos teniendo agua. Nosotros estamos protegiendo los pulmones de la tierra.
¿En qué consiste la campaña Guardianes del Bosque?
El ejido Cordón Grande es parte de la Red MOCAF, que pertenece también a la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques; yo soy parte de los comunicadores de MOCAF y fui incluida en una red de jóvenes activistas de la Alianza Mesoamericana que impulsa la campaña Guardianes del Bosque.
Los pueblos y comunidades siempre hemos sido marginados y aislados ante cualquier desastre natural, pandemia y cualquier situación de vulnerabilidad que podamos tener, y no se nos reconoce. Empresas privadas han invadido los territorios, cuando se sabe bien que los pueblos originarios son los dueños de la tierra.
Estamos luchando para ser visibles ante el mundo, para ser incluidos en los fondos climáticos, porque las organizaciones no gubernamentales se dan a conocer como protectoras de los pueblos, cuando en realidad solamente se están adueñando de lo que hacemos. No todas son así, pero muchas se llevan los créditos de lo que hacemos. Por eso tuvimos la necesidad de hacer eso: tener más peso, abrir más espacios, tener mayor incidencia y participación en los fondos para el cambio climático y la agenda climática.
Ahorita, debido a la pandemia, se decidió hacer una campaña para recaudar fondos y visibilizar los problemas de las comunidades indígenas y locales, que aparte de la pandemia de COVID, estamos teniendo distintas amenazas como incendios forestales, invasión de territorio, deforestación, entre otras.
La finalidad de este fondo es que las comunidades locales podamos fortalecernos, para poder prevenir y tratar a las personas contagiadas con el coronavirus. La meta son 50 000 dólares, no es mucho pero con eso se puede avanzar algo.
Nosotros, como comunidades locales, estamos protegiendo el 80 por ciento de biodiversidad de todo el planeta, entonces merecemos el reconocimiento, que se nos escuche y se nos mire.
Desenraizar el patriarcado y la pobreza
¿Es más complicado hacer valer tus propuestas o el trabajo físico en el campo?
Es más difícil que me escuchen. En el campo ya me dejan que yo haga las cosas y que ayude. Allá nunca se ve a una mujer trabajando en lo forestal, pero creo que ya se acostumbraron a esa parte. Si ha sido más complicado sentarme a platicar y yo proponer algo.
Es muy difícil que alguna propuesta mía se acepte a la primera, siempre tiene que haber otra persona, es decir un hombre, que respalde mis propuestas para que le tomen importancia. Son cositas que han sido más complicadas. Una no se lleva el mérito de las cosas, pero no ha sido un impedimento. Es un reto demostrar a la asamblea que una, como mujer, puede hacer las mismas cosas que ellos.
¿Y qué es más difícil: desenraizar el patriarcado o los campos de amapola para hacer manejo forestal comunitario?
La principal causa de cualquier problemática social ha sido siempre el dinero. Las cuestiones de equidad, de transformar la cultura de tantos años, va cambiando poco a poco conforme pasa el tiempo, porque las mujeres van entendiendo que tienen la capacidad para desarrollar cualquier actividad y eso ha ido cambiando la mentalidad también de los hombres.
El tema de los monocultivos es más complicado, porque intervienen los gobiernos, las dependencias, la misma gente. Es una cadenita que si el gobierno sigue permitiendo que se lleve a cabo, pues la gente no lo va a dejar de hacer.
Desgraciadamente los ejidos y las comunidades hemos sido los más marginados, siempre hemos sido excluidos de cualquier programa social, siempre que hay algún apoyo de parte del gobierno, tenemos que luchar para conseguirlo. Entonces, la gente tiene la necesidad de salir adelante, tiene la necesidad de subsistir, de tener con qué vivir. Si alguien tiene algún tipo de cultivo agrícola, desgraciadamente el mercado es muy poco y los precios son muy bajos. Para la gente es mucho más fácil sembrar amapola, porque le sacan más dinero.
Ahorita por la devaluación de la amapola, bajaron (los cultivos) y se están dedicando más a la producción de aguacate. Pero hay otros ejidos que lo siguen haciendo. La gente dice que no lo hacen por gusto (sembrar amapola), sabemos que es ilegal, pero no tienen otra opción.
Hay que ser claros: el gobierno interviene mucho en ese tipo de situaciones, y en el cultivo de la amapola no pueden pedir que se deje de sembrar y ya. La gente se siente humillada, se siente aislada. Aquí interviene la pobreza, el gobierno, el crimen organizado. Hay gente que se está yendo a Estados Unidos para pedir asilo. No se miraban haciendo otra cosa. La devaluación de la goma de opio afectó mucho a las comunidades.
Abrir puertas para andar otros caminos
¿Cuáles han sido algunas de las iniciativas que has impulsado en el Ejido?
Fui a Oaxaca, a una comunidad que se llama San Pedro El Alto, donde tuvimos una capacitación sobre manejo forestal, las empresas y procesos que han tenido para lograr un buen desarrollo. Ellos tienen una Comisión Revisora. En la estructura de nuestro ejido, está la Asamblea. De ahí vienen las autoridades (Comisariado Ejidal y Consejo de Vigilancia) y un Consejo Asesor donde se debaten puntos muy complicados. En Oaxaca, además, tienen una Comisión Revisora comunitaria que se encarga de auditar a las empresas forestales, puede auditar a los representantes ejidales y al propio Consejo de Vigilancia.
Me pareció súper bien esa propuesta, porque en los ejidos suele haber desconfianza. Entonces, hice esa propuesta. Algunas personas dijeron que estaba bien, porque se iban a aclarar muchísimas cosas y se iban a acabar las suposiciones, otras no porque iba a implicar un gasto. Al final, la Asamblea terminó por aceptarlo. Fue un proceso de más de cuatro meses. Cuando se hizo la primera auditoría, la Comisión Revisora ya estaba avalando todo lo que se estaba presentando, también vio errores que las autoridades habíamos tenido.
Tu primera propuesta fue en relación a un tema delicado, ¿no?
Siempre el dinero va a ser un problema. Y la propuesta trataba de disminuir un poco las críticas sin fundamentos, sin argumentos.
En la parte de la empresa forestal comunitaria, que se constituyó en 2017, pero no tenía reglas ni una estructura de funcionamiento; no había nada de eso. Entonces, con un recurso que sobraba de otro proyecto, se me ocurrió crear un reglamento interno y un manual de organización con las reglas a seguir en la industria como la puntualidad, comportamiento, equipo de seguridad y motivos de despido. Nos sirvió mucho para nuestros informes. Ahora la idea es hacer más visible la misión y visión de la empresa. Lo plantee, lo hicimos y todo salió bien.
¿Tu presencia ha abierto más puertas a mujeres en las empresas forestales comunitarias de Cordón Grande?
Si, indirectamente. Cuando yo empecé a trabajar me miraban raro; incluso, las mismas mujeres me discriminaban, decían que no sabían por qué yo formaba parte del ejido.
La mentalidad en los ejidos es que las mujeres tienen que vivir en el hogar. Empezaron a notar que me les acercaba y creamos un comité de artesanías con hojas de pino. Yo entré en un diálogo con ellas para tratar de hacerlas entender que no es así, que una como mujer puede desarrollar habilidades grandiosas y trabajar donde una quiera sin depender de un hombre.
Aquí se piensa que uno debe crecer para casarse, tener hijos y nada más para eso sirves. A mi así me educaron, pero no voy a seguir esos pasos. Yo voy a ser diferente.
Hay unas 15 mujeres jóvenes ejidatarias que siempre están apoyándome en mis participaciones, porque se dan cuenta de que la participación de las mujeres es importante. De hecho ya empiezan a querer participar, a querer hablar. Yo pasé varios meses sin poder hablar por miedo a que se rieran de mi, ahora me agarro del chongo con ellos y eso a ellas también les da valor.
Estamos trabajando para que las empresas forestales comunitarias tengan más mujeres; también en las asambleas ya tenemos a más mujeres que participan.
* Imagen principal: Nansedalia Ramírez coloca una equipo de monitoreo de la biodiversidad. Foto: Cortesía ejido Cordón Grande.
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