Fue el gran biólogo Ernst Haeckel (1834-1919) quien
primero utilizó, en 1868, la voz Ecología, para con
ese término referirse al estudio del
hábitat (del griego oicos, habitación
o casa, y logos, tratado). En otras
palabras, la ecología es la moderna ciencia que se ocupa de las complejas
relaciones de los organismos vivos con su medio.
Cualquier especie
animal o vegetal se ve influida por el medio, y antes que nada por los factores abióticos (de origen no
viviente) como son los de índole climática (temperatura, humedad, luz, viento,
etc.), los edáficos (características del suelo), y los hidrográficos.
Está igualmente claro
que ningún individuo de una especie concreta puede considerarse de forma
aislada, sino formando parte de una colectividad, de una población constituida por todos los de su misma progenie. Pero no
termina ahí la ecología, pues igualmente abarca las interacciones de conjuntos
poblacionales diferentes, ya sea en forma de simbiosis como vida en común con
dependencia recíproca de parasitismo, como sucede en el caso de unas especies
que viven a costa de otras, o de depredación (tendencia a que una especie acabe
con otra).
La ecología adquirió
carta de naturaleza como ciencia ya muy entrado el S.XIX, y en su concepción situando al homo
sapiens como protagonista se desarrolló en su rama de ecología humana, que analiza la relación hombre/medio, o más
concretamente entre la humanidad y la biosfera,
considerando esta última como todo lo que sobre el planeta es susceptible de
dar soporte a los seres vivientes.
La ecología estudia,
pues, las consecuencias de que, por su propia multiplicación, el hombre vaya ocupando progresivamente el medio en
que vive –su medio ambiente -, es
decir, una parte cada vez más extensa del planeta. Ocupación que cambia más y
más la faz de la Tierra, y que va transformando la composición de la biosfera
por los desechos que genera la propia civilización humana y que pueden clasificarse en los siguientes
grupos:
-
desechos industriales que
contaminan las aguas de los ríos;
-
detergentes y basuras de
origen doméstico, que por su composición química no pueden ser biodegradados
por las bacterias;
-
insecticidas, origen a su
vez de una toxicidad creciente que repercute en la alimentación humana (leche,
pescado, carne), y que acaban por no tener efecto sobre determinadas razas de
insectos que llegan a hacerse inmunes;
-
subproductos de la industria
nuclear, y lluvia radiactiva, que cabe considerar especialmente nocivos no sólo
por su gravedad inmediata, sino también por la muy larga duración de sus
efectos.
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