Imagina que vuelas directo a Seúl por trabajo y solo necesitas un sobrecito de gel sin aclarado para llegar fresco y limpio a tu reunión como si te hubieras dado una buena ducha.
Imagina ahora cómo podría cambiareste invento la realidad de millones de personas que viven en lugares con restricciones de agua.
A Ludwick Marishane se le ocurrió esta idea cuando iba al colegio en una comunidad rural cercana a Johannesburgo. Un amigo, algo reacio a la higiene, se preguntaba por qué no habría una solución para lavarse sin agua, lo cual inspiró a Ludwick para fundar DryBath.
Y nosotros nos preguntamos: ¿Qué marca la diferencia a la hora de sentir que estamos limpios? “El olor, sin duda. Ducharnos y bañarnos puede resultar muy agradable, pero nuestro objetivo final es terminar oliendo bien... o, más bien, no oliendo mal”, nos explica este sudafricano de 29 años, embajador de la firma Dockers.
Su producto elimina la suciedad y las células muertas mediante un masaje suave, sin dañar la barrera protectora natural de la piel con germicidas y sin necesidad de utilizar casi agua, frente a los 200 litros que consumen nuestros habituales 10 minutos de ducha.
Ludwick nos recibe en Lisboa para hablarnos de este novedoso cosmético que puede usarse incluso en ríos (¡atención, campistas!). “Hasta podrías comerlo sin peligro. Lo hemos formulado así para que pueda utilizarse con niños pequeños. Lo único contaminante es el embalaje, pero es lo que demanda el consumidor hoy por hoy y queremos que el proyecto sobreviva. Más adelante puede mejorarse”, añade.
Su invento protegerá a muchas personas en Motetema, su aldea natal, de enfermedades mortales causadas por bacterias de aguas estancadas. “El 80% de nuestra producción la exportamos a EE.UU., Europa y Asia. El sobrecito del gel con la toallita biodegradable para aplicarlo tiene un precio de cuatro dólares; nuestro objetivo es alcanzar el dólar y medio y encontrar socios distribuidores. Creemos que hay un buen mercado en la costa oeste norteamericana, México, el sur de África, India, Beijing, Moscú y São Paulo”.
¿Qué hay de la nueva conciencia ecológica que abrazan muchos resorts de lujo? “Quizá en el futuro... De momento creemos que no funcionaría en hoteles de más de tres estrellas, por el concepto que tiene la gente de la limpieza personal. Nuestro público objetivo son los niños; para los adultos ducharse es casi una religión, un concepto realmente difícil de modificar”, subraya.
Sin embargo, ya está en conversaciones con moteles donde ofrecerían habitaciones a menor precio sin cuarto de baño. “También ponemos el foco en conductores de camiones, personal de seguridad, hospitales, prisiones...”.
Marishane se ve a sí mismo como un emprendedor – “¿Por qué no? Soy alguien que pretende solucionar algunos problemas de la comunidad”– y no se desanimó cuando fallaron algunas ideas previas... como la de los cigarrillos ‘sanos’. “Por lo visto, en las cárceles llevan siglos fumando hojas de té, no tiene nada de novedoso”, bromea.
Un móvil antiguo y un presupuesto semanal de acceso a internet de cinco dólares fueron sus herramientas para crear DryBath. “Quiero que sea como la Coca-Cola: es la misma siempre, ya la beba el presidente o un vagabundo. Y que empresas como Unilever o Procter & Gamble nos copien o, mejor aún, nos compren”.
Y no es su única empresa: entre manos tiene la idea de reducir de algún modo el abandono escolar en Africa.
*Este reportaje fue publicado en el número 128 de la Revista Condé Nast Traveler (mayo). Suscríbete a la edición impresa
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