La globalización tiene efectos sorprendentes. Por ejemplo: la importación de productos con certificación ecológica de China consumidos en España. Soja, té, legumbres, cereales, arroz y algunos frutos (bajas de Goji...) viajan miles de kilómetros (o millas náuticas, mejor dicho) desde el lejano oriente hasta la mesa en la otra punta del planeta. Y, aun así se les llama “ecológicos”. “La mayor parte de las importaciones con certificación bío sirven como materia prima y no tanto como productos elaborados o certificados”, expone Montserrat Escutia, secretaria general de la asociación Vida Sana, organizadora de la feria BioCultura.
No puede hablarse de importaciones masivas –es un despegue suave, relativamente reciente–, pero son observadas con interés e, incluso, con cierta inquietud por quienes temen que pueda convertirse en un fenómeno que reedite la dura competencia que ejercen los artículos chinos en otros campos.
Esta es la demostración de que la producción ecológica ya no es privativa de países con una tradición consumista arraigada. En China existe un mercado creciente y relevante de artículos con etiqueta ecológica. Y precisamente ese auge es el que puede catapultar las nuevas exportaciones hacia Europa.
La competividad china ha quedado demostrada ya. Los productos que llegan tienen precios bastante económicos, pero, en general, la mayoría de las veces se corresponden (y se justifican) porque son cultivos que no se dan en España. “Sin embargo, algunas legumbres en ecológico, como garbanzos y lentejas (de las que España es un gran productor). se importan porque resultan más económicas”, explica Daniel Valls, presidente del Consell Català de Producció Agrària Ecològica (CCPAE). Es la demostración de que “esta situación afecta a la competencia; aquí no se puede producir a esos precios” tan bajos.
Soja, té, legumbres, cereales, arroz y frutos con sello eco viajan desde la otra punta del planeta
En la otra cara de la moneda, en China ha aumentado muchísimo el consumo de estos alimentos hasta el punto de que muchas empresas europeas los están exportando. En ocasiones, se repite el patrón según el cual la UE importa materia prima de China y exporta alimentos manufacturados y elaborados. Por ejemplo, España importa íntegramente la soja porque aquí no se cultiva; la precisa para fabricar piensos para animales destinados al consumo de carne ecológica. Un fenómeno parecido se da con los ingrediente de la cocina japonesa.
Las importaciones de productos certificados están reguladas por un reglamento europeo de agricultura ecológica. Para un grupo de países existe un reconocimiento mutuo de los sellos ecológicos (Estados Unidos, Canadá...). Pero, a otros países menos desarrollados (entre ellos, China), la UE exige la certificación a través de empresas europeas homologadas (que se encargan de visitar las fincas en China, hacer las inspecciones las explotaciones…), con el fin de garantizar el cumplimiento de las normativas europeas. El proceso de control se completa en las Aduanas y los organismos certificadores nacionales.
En el caso de los productos de fuera de la UE, el consumidor no puede saber, sin embargo, a ciencia cierta de qué país concreto proceden. Aunque todos ellos llevan la eurohoja identificativa comunitaria, la etiqueta sólo indica: “No UE”.
Montserrat Escutia destaca, sin embargo, que no le inquieta que haya riesgo de fraudes de los productos chinos. “No se ha detectado”, recalca. Le preocupa más, en cambio, la falta de garantías que pueden darse cuando el origen es Rusia o Turquía. También señala, sin embargo, que los consumidores valoran cada vez más que los alimentos sean de proximidad y de temporada, conscientes de que la importación desde zonas muy alejadas lleva aparejada una gran huella ecológica (gasto de combustible, emisiones de gases, impacto climático...). “Cuando a los consumidores se les pregunta si prefieren alimentos ecológicos o de proximidad, la mitad responde que prefieren lo local”, dice.
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