Parece que no hemos salido de una crisis cuando nos anuncian otra. Si no es un punto del globo será en otro y si no, global. Sea como fuere, es tarea de nuestro gobiernos trazar planes que aborden estos escenarios con un rumbo sostenible. Y lo de sostenible no es un plus o un añadido, es una necesidad imperante.
Lo que nos ocurre a los ciudadanos de a pies es que todo esto nos sobrepasa. Bastante tenemos con nuestro día a día como para preocuparnos por las noticias que nos abruman con consecuencias del calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y las desigualdades sociales.
Pero quizás en un futuro no muy lejano nos veamos en situaciones límites como elegir entre apagar un incendio o tener agua para beber, avalanchas de refugiados climáticos, guerras por recursos indispensables para la vida como son el agua y la comida y desequilibrios en los ecosistemas por la quema de los pulmones del Planeta (por ejemplo, incendios masivos en la Amazonía y en Siberia).
De todo esto tenemos que ir tomando conciencia, informarnos y que sean cuestiones que tenemos presente en nuestro comportamiento y decisiones
Así, estamos en situación de demandar a nuestros dirigentes acciones encaminadas a desarrollar una economía sostenible, sin que estos términos sean un oxímoron.
En este sentido tenemos organismos como la ONU que nos ofrecen unas líneas de actuación para que sean desarrolladas en consonancia con la situación y las perspectivas económicas mundiales.
Vamos a repasar 4 áreas principales a considerar para lograr una economía sostenible:
1. Diversificar la economía
Las estrategias de desarrollo requieren un tiempo para ser puestas en marcha.
Por ejemplo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son un objetivo global de 15 años y la Agenda de la Unión Africana para 2063 abarca un período de medio siglo.
La planificación para horizontes lejanos implica fuentes estables de financiación y muchos países en desarrollo que dependen únicamente de unas pocas materias y tienen dificultades para planificar a largo plazo.
Sin una diversificación de sus economías, estos países son más susceptibles al impacto de los precios y cambios en los ciclos de inversión.
Es necesario aprovechar los ciclos económicos más favorables para que estas naciones restructuren y amplíen sus fuentes de ingresos mediante planes de reforma.
Incluso los ricos países del Golfo están intentando romper con la dependencia que tienen del petróleo a través de inversiones en energías renovables, como puede ser el caso de la fotovoltaica.
2. Impedir el crecimiento de las desigualdades
Ya en 2017, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que cerca del 10% de los ingresos de las economías avanzadas llegaba solamente al 1% de la población.
El aumento de las desigualdades no solo hace mella en la cohesión social, sino que también amenaza al crecimiento a largo plazo y obstaculiza el éxito de los ODS.
Para potenciar la expansión económica y avanzar hacia estos objetivos, los países tienen que mejorar de manera urgente las condiciones de vida de los más desfavorecidos y abordar la cuestión de la desigualdad de oportunidades a largo plazo.
Estas inversiones no solo mejorarán la calidad del crecimiento, sino que también amplificarán su potencial a largo plazo.
En este sentido el Objetivo de Desarrollo Sostenible nº 8, Trabajo decente y Crecimiento económico, trata esta problemática.
Aproximadamente la mitad de la población mundial todavía vive con el equivalente a unos 2 dólares diarios, con una tasa mundial de desempleo del 5,7%, y en muchos lugares el hecho de tener un empleo no garantiza la capacidad para escapar de la pobreza.
Esto pone de manifiesto la necesidad de trabajar acelerar este progreso lento y desigual, y revisar las políticas económicas y sociales destinadas a erradicar la pobreza.
La falta de oportunidades de trabajo decente, la insuficiente inversión y el bajo consumo producen una erosión del contrato social básico subyacente en las sociedades democráticas: el derecho de todos a compartir el progreso.
La creación de empleos de calidad sigue constituyendo un gran desafío para casi todas las economías
Aunque el crecimiento anual medio del PIB en todo el mundo va en aumento año tras año, todavía hay muchos países menos adelantados en los que las tasas de crecimiento están desacelerando y lejos de alcanzar la tasa del 7% establecida para 2030.
La disminución de la productividad laboral y aumento de las tasas de desempleo influyen negativamente en el nivel de vida y los salarios.
3. Hacer sostenibles las finanzas
Se estima que alcanzar los ODS supondrá un coste de varios billones de dólares cada año hasta 2030, estimándose que los fondos públicos solo podrán asumir poco más de un billón anualmente.
Así, será necesario que el sector privado entre en juego, lo que provocará cambios en la manera en que se llevan a cabo los negocios hasta ahora, teniendo en cuenta que los mercados financieros y de capital del mundo gestionan más de 300 billones de dólares en activos.
El mundo necesita de una nueva arquitectura financiera que transfiera de manera gradual estos millones de operaciones centradas en beneficios a corto plazo hacia inversiones a largo plazo en investigación y desarrollo, maquinaria y equipos, infraestructuras, capital humano y sanidad.
Todos los países, ricos y pobres, tienen la capacidad de apoyar este proceso por medio de mecanismos como inversiones públicas que agrupen inversiones privadas, colaboraciones público – privadas, mejores capacidades institucionales, cambios regulatorios y reformas estructurales.
4. Actualizar y mejorar las instituciones
Los gobiernos débiles y la inestabilidad política siguen siendo obstáculos para conseguir los ODS y el crecimiento económico en muchas partes del mundo.
Aunque en 2017 se constató que el capital empezó a fluir hacia los países en desarrollo, esto podría cambiar e invertirse en flujo al menor signo de problemas.
Para impedir esto es conveniente que los estados mejoren sus instituciones legales, su capacidad administrativa, su transparencia y el entorno empresarial.
Con estos pasos alcanzar una economía sostenible será cuestión de diversificar las fuentes de riqueza de manera responsable, crear las condiciones necesarias para que las personas accedan a empleos de calidad, todo ello apoyado en unas finanzas enfocadas en inversiones sostenibles y en una instituciones y organismos transparentes y comprometidos con la sostenibilidad.
Si te fijas bien, todo empieza por estar dispuesto a exigir a nuestros gobernantes que la sostenibilidad sea una constante, ahora y siempre.
Sin duda, lo peor es caer en la indiferencia, lo que nos puede complicar nuestra existencia y la de las futuras generaciones.
¡Pasa a la acción!
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