Aunque desde hace años el foco de la sostenibilidad parece estar basado principalmente en el reciclaje, lo cierto es que esta práctica (o hábito) parece que NO nos está acercando, o al menos lo suficiente, a ese tan necesario estilo de vida sostenible y compatible con nuestro Planeta.
Y prueba de esto es que cada año acaban en nuestros mares unos 12 millones de toneladas de basura, lo que nos ha llevado a pronosticar que para 2050 en habrá más plástico que peces en los océanos.
Esta dramática situación, ejemplarizada principalmente por la contaminación debida a los plásticos, nos lleva a cuestionar las herramientas y procedimientos de los que disponemos en la actualidad para amortiguar las consecuencias que estamos sufriendo nosotros y el entorno.
Habrás observado que la proliferación del uso de plásticos de un solo uso unida a la imperante y adictiva economía lineal basada en el fabricar – usar – tirar hacen que el modelo resultante sea del todo insostenible.
¿Por qué afirmamos que es un modelo insostenible? Si nos fijamos en gran parte de materiales o utensilios que utilizamos a diario, como embalajes, recipientes, envoltorios y pequeños objetos, en el mejor de los casos, tras su uso, terminan en un contenedor para ser reciclados.
Sin embargo, su reciclaje es muy ineficiente y no logra los propósitos deseados. Si nos fijamos en el caso de los envases casi el 80% de ellos acaban en vertederos, incinerados o arrojados al medio ambiente.
Tal llega a ser el impacto de estos vertidos que incluso las poblaciones lejos del mar contribuyen a la contaminación por plástico de los océanos, ya que los sistemas de alcantarillado, depuradoras y cauces terminan canalizando todo el flujo de residuos plásticos hasta los mares.
En los últimos 50 años, el aumento vertiginoso de nuestro consumo nos ha conducido una sobreexplotación de los recursos del Planeta y a que la huella ecológica haya aumentado casi un 190%, lo que supone que casi se haya triplicado.
Si le echamos un vistazo a la Historia, podemos apreciar cómo hemos estresado los límites de la naturaleza y, literalmente, nos estamos comiendo el Planeta: nuestra demanda de recursos necesita de más de un planeta y medio para satisfacerse.
Estudios actualizados revelan que para 2020 se necesitarán 1,75 Planetas, y 2,5 Planetas en 2050
Para no conformarnos y poder evitar este negro futuro, es necesario que adoptemos urgentemente un estilo de vida sostenible que cuestione la manera en que producimos, escogemos y consumimos los recursos, como sería el caso de los campos de la alimentación y la energía.
Una vez coincidimos en el diagnóstico del problema, en primer lgar, para poder plantear una solución más eficaz, necesitaríamos conocer la magnitud del problema.
Aquí aparece una importante dificultad relacionada con la información disponible. En el caso del reciclaje nos vendría bien conocer, por ejemplo, el número de envases que se consumen en los distintos territorios, los que finalmente son recuperados y los que son reciclados correctamente.
Aunque parece algo trivial y que puede estar controlado por organismos competentes, basta con intentar realizar este ejercicio de investigación para darse cuenta de que es una tarea complicada, ya que no existen datos suficientemente auditados por las administraciones, fiables, comparables entre sí, que permitan acercarnos a la realidad.
Se da el caso de que existen investigaciones relevantes que denuncian precisamente la inconsistencia de los datos de reciclaje oficiales que, desde las administraciones, se vienen publicitando y que contrastan con otros datos de recuperación que se pueden obtener por otros medios.
Por ejemplo, según un estudio reciente de Greenpeace en España, el reciclaje de envases plásticos se situaría entorno al 25%, muy lejos del porcentaje de reciclaje global de envases ligeros del 77,1% publicitado por Ecoembes.
Si los datos parece que nos fallan, también podemos detectar deficiencias en su tratamiento y reciclaje, lo que nos pone en la pista de que Administraciones y los organismos de gestión encargados no resuelven la problemática asociada al tratamiento de los residuos.
Nos podemos cuestionar si el sistema de contenedores en la calle, que es un sistema voluntario de aportación de residuos, está llegando a su límite de efectividad y necesita ser complementado con otros sistemas de recogida.
Hablaríamos de incorporar sistemas de recogida puerta a puerta, tanto domiciliarias como comerciales, los sistemas de depósito y devolución (SDDR) y los sistemas de pago por generación, para evitar que muchos de estos residuos acaben en los vertederos, incinerándose, contaminando el medio natural o marino o exportados a países donde no podemos asegurar, en muchos casos, cuál va a ser su destino final.
Pero sin duda el paso definitivo sería la implantación del modelo basado en la economía circular, donde desterramos de una vez por todas la palabra desperdicio(residuo o desecho) y todo se puede ver como alimento o entrada en otro ciclo de la Biosfera o de la Tecnosfera.
Pero mientras ejecutamos este cambio decisivo va a ser necesario poner en marcha medidas urgentes para solucionar la generación y contaminación que producen nuestros desperdicios, como por ejemplo:
- Practicar la jerarquía multierre, es decir, reducir, reutilizar y, si no queda otra opción, reciclar de verdad.
- Es necesario un cambio de mentalidad a la hora de consumir para alcanzar el primero de los retos, el de reducir. La sociedad deberá ser más consciente a la hora de comprar y replantear sus necesidades evitando consumos innecesarios.
- No malgastar recursos y usar solo los estrictamente necesarios, dar durabilidad y buen uso a las cosas que tenemos y reparar las que se rompan.
- Se puede consumir sin necesidad de comprar incorporando en nuestros hábitos propuestas de la economía colaborativa, por ejemplo, aprovechando bienes públicos, incentivando el préstamo, el intercambio o el alquiler. Igualmente reaprovechando materiales desechados.
- Si, a pesar de todo ello, nos vemos obligados a comprar cosas nuevas podemos practicar un consumo responsable fijándonos en las características del producto que adquirimos: si está hecho de materiales sostenibles y recuperables fácilmente, si son envases especialmente, qué empresa nos vende (comercio justo o empresas de inserción social), si está comprometida ambiental y socialmente (bienes de bajo impacto ambiental, y productos de cercanía (economía local.
- En cualquier caso, rechazar productos de usar y tirar, o que se importen desde lejanos países donde ni las condiciones laborales ni los estándares ambientales estén garantizados.
- Y en último lugar y no menos importante, necesitamos que las administraciones y las empresas se involucren y faciliten estos cambios, con leyes y con cambios en sus negocios.
Pero lo verdaderamente importante es ser conscientes del problema al que nos enfrentamos y que no podemos demorar más el diseño y puesta en marcha de soluciones globales para evitar la falta de sostenibilidad de nuestro estilo de vida.
Y tu, ¿eres realmente consciente de la degradación que está sufriendo el Planeta por nuestra acción directa?
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