Algunos de los más destacados científicos que estudian el medio ambiente empiezan a preguntarse cómo canalizar el impacto emocional que supone para ellos contemplar cómo se destruyen los ecosistemas en los que llevan años investigando. En una carta publicada este jueves en la revista Science, tres investigadores de la Universidad de Exeter defienden la necesidad de cambiar su rol de observadores desapasionados y canalizar ese dolor para poder continuar con su trabajo y encontrar soluciones creativas.
“El ritmo de destrucción ambiental es hoy día mayor que en ningún otro momento de la historia humana”, escriben Tim Gordon, Andy Radford y Steve Simpson. "Esta pérdida de especies valiosas, ecosistemas y paisajes produce un gran dolor en las personas apegadas a la naturaleza. Sin embargo, a los científicos ambientales se les presentan pocas oportunidades de poner de manifiesto este dolor profesionalmente”. Esta negación de sus emociones, argumentan los autores de la carta, conlleva un grave riesgo y puede comprometer la propia capacidad de los científicos para utilizar su imaginación y pensar con coherencia. “Como señalaba Charles Darwin”, recuerdan, “aquel que permanece pasivo cuando el dolor le sobrepasa pierde la mejor oportunidad para recuperar la elasticidad de la mente”.
“Estamos documentando la destrucción de algunos de los ecosistemas más bellos y valiosos del planeta, y es imposible permanecer emocionalmente indiferente”, señalan en su carta los tres investigadores. “Las instituciones académicas deben permitir a los científicos ambientales expresar este dolor y recuperarse de estas experiencias traumáticas para descubrir nuevos aspectos sobre nuestro mundo cambiante. Se puede aprender mucho de otras profesiones en las que las circunstancias perturbadoras son comunes, como los profesionales de la salud, la recuperación de desastres, los agentes de la ley o los militares. En estos campos existen estructuras organizativas bien definidas y estrategias activas para que sus empleados anticipen y manejen su estrés emocional”.
“Cuando pasas tu vida estudiando lugares como la Gran Barrera de Coral o los hielos árticos, y los ves blanquearse hasta quedar en nada o deshacerse sobre el mar” apunta Gordon, “eso te golpea realmente con mucha fuerza”. “Debemos permitirnos a nosotros mismos llorar y después ver más allá de nuestras lágrimas”, sentencia.
“En lugar de ignorar o suprimir nuestro pesar”, añade Steve Simpson, “los científicos ambientales deberíamos estar prevenidos, aceptarlo y trabajar con ello”. Con un mayor apoyo psicológico, concluyen, sus trabajos podrán seguir siendo creativos y ayudando a comprender lo que está sucediendo en el planeta. “Si lo hacemos así, podemos usar ese dolor para fortalecer nuestra voluntad y encontrar maneras de entender y proteger los ecosistemas que aún tienen una oportunidad de sobrevivir en nuestro mundo rápidamente cambiante”.
Referencia: Grieving environmental scientists need support (Science)
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