Las ciudades representan menos del 3 % de la superficie de la tierra, pero actualmente concentran más de la mitad de la población mundial Aunque son un motor del crecimiento económico, también lo son de la contaminación del planeta, ya que consumen más de dos tercios de la energía y emiten más del 70 % de los gases de efecto invernadero a nivel global.
Con estos datos es evidente que los núcleos urbanos más poblados de la Tierra son responsables en gran parte de la crisis climática, pero en ellos también se encuentra la solución para frenarla. Y es que cada vez es más urgente que las ciudades se marquen un objetivo fundamental en sus agendas: la neutralidad en carbono, o lo que es lo mismo, alcanzar cero emisiones netas de gases de efecto invernadero y convertirse en líderes locales en la mitigación y la adaptación al cambio climático.
Las ciudades son esenciales en la lucha contra la crisis climática: iniciativas locales que consiguen efectos globales.
Muchos gobiernos se han dado cuenta de que para cumplir con sus planes nacionales en la lucha por el clima necesitan inevitablemente del compromiso de las instituciones locales en la eliminación gradual del uso de combustibles fósiles. Con el esfuerzo de todas las partes, sector público, ciudadanía y sector privado, es posible. ¿Cómo podemos conseguir contaminar menos en la ciudad? Estas son algunas de las medidas con las que las ciudades podrían alcanzar la neutralidad en carbono:
Quien contamina paga
Las ciudades pueden desarrollar políticas económicas y medidas de fiscalidad ambiental que premien las actividades no contaminantes y penalicen con severidad las que no sean respetuosas con el medioambiente, tanto en la producción como en el consumo. Entre las medidas fiscales para reducir la contaminación de las ciudades nos encontramos con impuestos a las emisiones que repercutan en la reducción de los mismos en otros sectores, mecanismos de compensación, un gravamen al precio del carbono o la ayuda a la financiación de proyectos que favorezcan la lucha contra el cambio climático.
Un ejemplo lo encontramos en Canadá, que ha puesto en marcha un canon al consumo de combustibles fósiles como el gas, el gasóleo y el carbón y que premia a los ciudadanos que menos los emplean con devoluciones en sus declaraciones a Hacienda.
Estimular la vivienda eficiente e inteligente
Otra forma de acercarnos a la neutralidad en carbono en las ciudades es vigilar los métodos de edificación. Elegir las opciones menos contaminantes, tanto en las tecnologías como en los materiales, puede reducir las emisiones de carbono entre un 20 % y un 55 %.
Además, las ciudades pueden endurecer la legislación de los estándares de construcción de nueva vivienda, promoviendo edificios que cumplan con exigentes certificados medioambientales en la gestión de sus instalaciones y de los servicios energéticos: sistemas de calentamiento de agua a base de energía solar, aire acondicionado más eficiente, calefacción por agua, termostatos inteligentes, sensores de presencia en la iluminación…
En el tema económico, los gobiernos locales pueden facilitar herramientas de financiación que permitan construir edificios más sostenibles y renovar los inmuebles antiguos para que alcancen la eficiencia energética. Mejorar los materiales de aislamientos de paredes, ventanas o techos reduce el gasto energético hasta en un 40 %.
Nueva York, por ejemplo, ya exige a los propietarios de grandes edificios que realicen auditorías energéticas periódicas y la renovación de los equipos cuando no cumplen los estándares marcados.
“En las grandes ciudades europeas, las emisiones de GEI de los servicios públicos, los bienes de capital, el transporte, los alimentos y los servicios gubernamentales son las más significativas”
Fomentar en todos los sectores las energías renovables
La lucha contra el calentamiento global depende fundamentalmente de la generalización de las energías renovables. Urge que las ciudades favorezcan su uso con herramientas fiscales y legislativas: proporcionar a los generadores de energías limpias un precio fijo por la energía que producen, promover créditos fiscales en forma de kWh generados, crear instrumentos financieros verdes que favorezcan su despliegue, tanto a nivel privado como empresarial…
Un cambio de paradigma en la movilidad
Las ciudades necesitan una planificación de la movilidad cada vez más comprometida con la reducción de la contaminación. Son necesarias medidas para reducir el tráfico en el centro, impulsar que el transporte público y sosteniblellegue a las áreas empresariales que concentran más trabajadores y facilitar su circulación con carriles rápidos especiales o estaciones de metro renovadas.
Además, el apoyo a tendencias cada vez más extendidas como la electrificación de los vehículos, la movilidad compartida y la conectividad 5G que permite la comunicación entre vehículos puede ser clave para conseguir el objetivo de la neutralidad en carbono las ciudades.
Menos residuos y más economía circular
Las ciudades pueden abordar el manejo de sus residuos teniendo la reducción de emisiones como objetivo primordial. La economía circular debe ser el pilar que sustente esta gestión con sus tres principios: reducir, reusar y reciclar. Las plantas Waste to energy, es decir, de transformación de residuos en energía, reducen el almacenamiento en los vertederos y aprovechan la basura para convertirla en energía renovable.
Además, impulsar las técnicas de compostaje, de tratamiento anaeróbico o métodos similares ayudan a la desaparición de los desechos sin que esto genere un impacto medioambiental insostenible.
Las ciudades tienen el potencial de lograr entre el 90 y el 100 % de la reducción de emisiones contaminantes necesaria para 2030 y de implementar gran parte de las infraestructuras que hacen falta para conseguir la neutralidad en carbono para 2050. Con la colaboración de los organismos públicos, la inversión privada y la voluntad ciudadana, podremos conseguirlo.
Gráfico: elaboración propia a partir de informe de C40
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