Sólo sobrevive una de cada mil tortugas marinas. Uno de los males que las amenaza son las bolsas de plástico que tiramos al mar y que acaban en sus tripas. Desde la asociación Kowabunga impulsan proyectos de ecoturismo con viajes a México para sensibilizar sobre la situación de las tortugas y para ofrecer alternativas de desarrollo a las comunidades locales que explotan a esta especie prehistórica para obtener recursos.
¿Qué hace una ingeniera de montes desarrollando un proyecto con tortugas marinas? Clara Cordón empezó a investigar sobre esta especie, se fue a trabajar como voluntaria a un campamento tortuguero en México y, tras hacer su proyecto final de carrera sobre una estrategia ecoturística enfocada a la preservación de tortugas, la cosa fue tomando forma y vieron su aplicación al terreno. Así nació la asociación Kowabunga Ecoproject en España, con actividades de sensibilización aquí y viajes de ecoturismo a México. “La primera vez que fui a México vi dos tortugas vivas y el resto muertas. Me impresionó. La naturaleza implica que un animal se esconda de ti, esto no es un zoo, poder ver de repente a un animal prácticamente prehistórico, tenerlo delante y poder protegerlo es algo increíble”.
Sólo una de cada mil tortugas llega a edad adulta. “Las tortugas marinas son muy vulnerables, tienen sus propios predadores, eso es parte del ecosistema, el problema es que cuando intervienen los humanos contaminamos con los plásticos que tiramos al mar. Su alimento preferido son las medusas y se confunden, ven bolsas de plástico se las comen y se mueren”. Hay causas más directas como la caza ilegal. “De ella sacan el caparazón para decoración, utensilios, se saca la grasa, la carne, los huevos… Cuando hemos querido de la tortuga más de lo que nos podía dar, hemos incidido en la población de tortugas y llega un momento en el que entró en peligro de extinción. Los huevos, que son los que aseguran el linaje de la tortuga, se venden muy caros en el mercado negro. Un huevo vale un dólar”. Explica Clara que para un huevero (persona que roba los huevos) es muy rentable y es muy difícil convencer a la gente para que deje de hacerlo. Sin embargo, se está haciendo un trabajo social muy intenso con las comunidades. “Luego está el problema de los hotelazos que se construyen en playas de migración. La tortuga es filopátrica, desova en la playa en la que ha nacido. Nace, se va a vivir su ciclo vital y luego vuelve para desovar y si en su playa hay un hotel construido se asusta, hay luz, hay gente, y no puede salir, pierde su puesta en el mar. La estamos condenando a no desarrollarse”.
Desde la asociación Kowabunga (el nombre se inspira en el grito de las tortugas Ninja), impulsan el ecoturismo como propuesta de desarrollo enfocada a la conservación de las tortugas marinas. “Se trata de reconvertir el uso económico que tienen las tortugas allí. No puedes llegar a una comunidad indígena, que lleva toda su vida haciendo eso, y decirles que por conservar la naturaleza tienen que hacer las cosas de otra manera, porque te van a decir que primero están sus hijos y tienen que comer. La idea es proponerles que las tortugas marinas les proporcionen recursos, dinero, pero de otra forma: el ecoturismo”.
El ecoturismo es una opción sostenible para luchar contra el desastre. Proponen así un viaje de dos semanas durante el verano a dos campamentos tortugueros de Oaxaca, conviviendo con las comunidades locales, haciendo patrullajes nocturnos para hacer avistamiento de hembras (no siempre hay suerte), liberaciones de crías y talleres para adultos y niños. “Inviertes tus vacaciones en un trabajo (patrullar de noche en la playa para protegerlas requiere esfuerzo), pero se equilibra con esos días de viaje que hacemos luego para visitar lugares menos conocidos de la zona que consideramos tienen un valor cultural y natural”. Trabajan en Playa Ventanilla y Playa Escobilla, una playa muy singular por el fenómeno de la gran arribada. “En un periodo de 72 horas todas salen a desovar a la vez, puede haber 10.000 tortugas a la hora. Es espectacular”.
Además de dormir en hoteles que pertenecen a personas locales para reforzar la economía de la zona, se fortalece el empoderamiento de las comunidades trabajando con guías locales. “Hay un desarrollo a corto plazo cuyos resultados ya conocemos y otro desarrollo sostenible que no da tanto dinero a corto plazo pero que permite a las comunidades locales no perder el poder de la tierra. La única vía no es trabajar para un hotel que se adueñe de la playa, se trata de darles alternativas viables y para eso necesitan medios que les permitan conservar el entorno y la naturaleza”.
Y durante el resto del año realizan talleres de sensibilización en España. “El trabajo con niños es importante porque estamos sembrando un germen. Insistimos en el tema del reciclaje para sensibilizar, también en charlas con adultos, porque si no reciclamos las bolsas acaban en el mar y en la tripa de las tortugas. Tenemos todos un mínimo papel en esto. Los niños son muy permeables, un simple gesto como decirles a sus padres que no tiren colillas o latas en la playa ya sirve mucho”.
La otra pata de la asociación es la investigación con alumnos de universidades que desarrollan sus prácticas con ellos. La entidad además colabora con el Centro Mexicano de la Tortuga, uno de los más importantes en investigación. Kowabunga ha sido seleccionada por NaturaHoy entre los 20 mejores proyectos del año para salvar la naturaleza.
Clara es una enamorada de las tortugas. Reivindica que hay una urgencia en su protección. “No es sólo que se pierda un especie. La tortuga es muy importante porque es centinela del mar. Equilibra mucho a otras especies”. Dice que observarlas transmite mucha paz, son muy serenas. “Me gustaría trasladar el poder femenino de las hembras. Tienen un papel muy importante. En el agua la tortuga es un ser veloz y ágil. Cuando salen del agua para desovar no están en su medio, los pulmones se le aplastan, es muy trabajoso, hasta que encuentra el punto adecuado de humedad y temperatura para dejar sus huevos. Abren un agujero, dejan los huevos, lo tapan con arena y lo aplastan, tienen mucha fuerza, el suelo tiembla. Dependiendo de la especie tardan más o menos tiempo en eclosionar, un mes y medio más o menos. Tenemos que coexistir con ellas, dejarlas tranquilas. Es muy bonito saber que de alguna manera podemos ayudarlas”.
Silvia Melero para linkis.com
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