Parece como si el Planeta se haya hartado del ser humano y de cómo éste le trata. Primero, las catástrofes naturales que se suceden por los distintos puntos del globo, donde están tomando especial relevancia las relacionadas con el calentamiento global. Después, la sucesión de pandemias que vamos a padecer en la que Covid-19 parece ser solo el comienzo.
Aunque a lo largo de nuestra historia se han ido sucediendo diferentes episodios de las contingencias anteriores, es ahora cuando tenemos la sensación que se están desatando a un ritmo mayor y con especial virulencia.
Estas crisis medioambientales y sanitarias están provocando crisis económicas que acentúan las carencias y debilidades del sistema económico y financiero que hemos configurado.
Mientras hemos tenido la sensación de que todo iba bien, hemos estado emitiendo diariamente miles de toneladas de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera con inusitada indiferencia. Y esto es solo un ejemplo de cómo tratamos al Planeta (y a nosotros mismos).
Las emisiones llevan consigo la liberación de elementos contaminantes que provocan millones de muertesprematuras al año en todo el mundo. Estamos preocupados por el Covid-19, pero la polución y la atmósfera irrespirable en nuestras ciudades mata a un número similar de personas.
Si nos empeñamos en seguir por el mismo camino después de haber salvado la pandemia, solo conseguiremos abordar desde una peor posición la crisis climática que ya se empieza a atisbar (aunque muchos se nieguen todavía a verla).
La degradación del medio natural, sumada a los efectos del calentamiento global, está provocando que perdamos parte del escudo de defensa ante posibles infecciones procedentes de virus y bacterias. Esto es un hecho y está en nuestra mano revertir la situación protegiendo la biodiversidad del Planeta.
También parece que nos estamos acostumbrando a convivir con las olas de incendios en zonas que son reductos de diversidad ecológica. Sin ir más lejos, Siberia y las zonas más septentrionales de la Tierraestán siendo asoladas por incendios debidos, en gran medida, al aumento exagerado de la temperatura.
Esto anterior provoca que gran parte del permafrost de zonas árticas y de los glaciares se esté derritiendo liberando bolsas allí almacenadas de gases de efecto invernadero (GEI) y, también, liberando virus y bacterias para lo que seguramente no estamos inmunizados.
Durante el pasado confinamiento ha ocurrido como en anteriores crisis: hemos dejado de emitir CO2 por una menor actividad pero después se han reanudado las emisiones a un volumen mayor si cabe.
Seguimos confiando nuestra recuperación a los combustibles fósiles y al modelo económico lineal imperante
Sin embargo, empiezan a aparecer voces que piden que se diseñe e implemente una salida verde de la actual crisis y que se mantengan los (débiles) compromisos ambientales alcanzados. En este sentido la Unión Europea encabeza tímidamente esta apuesta.
La mala noticia para todos es que también hay quienes apuestan por seguir como estamos y relajar, más si cabe, los escuetos controles ambientales en funcionamiento. No hace falta que pienses mucho, Estados Unidos y China están enarbolando esta insostenible bandera.
Es fácil, ante la grave crisis económica que se avecina, que caigamos en la apatía y que pensemos que no es momento para abordar otros retos.
Es más sencillo de lo que pensamos: el mundo no se va a acabar, únicamente no tenemos sitio en él con el estilo de vida que tenemos en la actualidad.
Hemos planteado un modelo insostenible, ineficiente e incapaz de aprovechar los medios que tenemos a nuestro alcance.
Ante un cambio de las dimensiones como el que tenemos a la vista, parece que solo tenemos 2 opciones:utilizar esa presión por el cambio en dirección a la productividad, la eficiencia, lo sostenible y la protección social por vía un nuevo modelo o, por otro lado, dejar que se derrumbe todo intentando reparar un modelo agotado que nos ha llevado a esta situación.
Por dura que parezca, después de cada crisis hay siempre una ventana de oportunidad, y ésta debe ser aprovechada respetando al Planeta e implantando un modelo sostenible y responsable como es el inspirado en la economía circular.
Este cambio va a suponer poner en marcha cosas nuevas. Cosas nuevas que supondrán esfuerzos y que tendrán como resultado una sociedad más responsable y comprometida y unas organizaciones más resilentes, más robustas, más tecnológicas, más eficientes y menos endeudadas.
Las nuevas empresas dispondrán de mecanismos para afrontar los cambios de modelo con mayor calidad y sin sufrir demasiado. Eso se logra siendo capaces de generar modelos de negocio nuevos a partir de la observación de la nueva realidad del cliente.
Esto nos llevará a empresas que entiendan que los procesos deberán ser ecointeligentes y que deben aplicar nuevos modelos productivos responsables. Y será muy importante entender que la tecnología no agrede ni a los negocios ni al empleo de las personas.
Finalicemos pensando en que esa economía sostenible, basada en energías limpias y en una protección del medio natural y del clima, nos permitirá seguir viviendo con seguridad y tranquilidad, cosa complicada en el escenario actual.
Si conocemos el problema y vislumbramos la solución, no debemos ver el futuro como una amenaza, con temor, únicamente debemos ponernos (todos) a trabajar en la dirección correcta, antes de que sea demasiado tarde.
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