Cuando surgieron los plásticos parecía que iban a dar sentido a nuestra existencia, haciéndola más cómoday solucionando los problemas aparejados a los materiales que se usaban en esos momentos, entiéndase el papel, la madera, el metal y el vidrio.
Sin embargo, con el paso del tiempo hemos empezado a percatarnos que esta relación tampoco está exenta de problemas, algunos de ellos mucho más graves que los que pretendíamos solucionar.La cuestión de fondoes que, pasado este tiempo, nuestra civilización se ha convertido en adicta al plástico.El pequeño grupo inicial de personas que empezaron a cuestionar el uso poco responsable que se le estaba dando a un material, en esencia bueno para el desarrollo humano, ha ido creciendo hasta dar lugar a un conjunto de iniciativas internacionales en contra del uso abusivo y a la proliferación de desechos plásticos en mares y océanos.
Inicialmente, la atención se ha centrado en el más omnipresente de todos los artículos de usar y tirar: la bolsa de plástico.
Puede que la bolsa de plástico de un solo uso no sea el artículo más pernicioso para nuestro entorno, pero si es el más difundido y el que ha sido el foco en primera instancia de la ira popular.
Es fácil entender porqué la bolsa de plástico de un solo uso ha tenido tanto éxito: es ligera, fuerte y barata de producir
Fue en la década de los años 60 del pasado siglo, cuando en plena batalla porque los plásticos se convirtieran en los reyes de los envoltorios de los supermercado, Mobil Oil, principal productora de film de polietileno, tuvo noticias de una bolsa de compra sueca que se estaba empezando a distribuir en Europa.
Esta nueva bolsa era un invento de Sten Thulin que había diseñado una bolsa revolucionaria y distinta a cualquier otras de las existentes de papel.
Tras resolver algunos problemas técnicos que había impedido que otros investigadores tuvieran éxito, Thulindiseñó un ingenioso sistema de pliegues y soldaduras que permitía transformar un delicado tubo de película de polietileno en una bolsa impermeable, liviana, duradera y resistente.
En los esquemas de la patente de 1962, esta bolsa parecía una camiseta sin mangas y de ahí que se conozca popularmente como bolsa camiseta.
Mobil apostó por este invento con la intención de ganarle la batalla a la bolsa de papel en la caja del supermercado.
Thulin aprovechó las características de la resina de polietileno para crear una maravilla de la ingeniería que, víctima de su mal uso por parte de los consumidores, ha acabado siendo denostada y perseguida.
Este nuevo tipo de bolsa terminó imponiéndose en el mercado con el argumento definitivo de su coste: mientras que una de estas bolsas costaba 1 o 2 centavos de dólar, las equivalentes de papel costaban entre 3 y 4 veces más.
Aunque la lucha en Estados Unidos entre las bolsas de papel y las de plástico se extendió hasta la década de los 80, se intuía que el futuro era del plástico, lo que llevó a que los fabricantes apostaran por este material y se lanzaran a producir tantas de estas bolsas como se pudieran vender, sin ningún interés en fomentar el uso responsable de este producto.
Con la llegada del nuevo milenio, la bolsa de plástico de un solo uso se ha convertido en el artículo de consumo más común en todo el Planeta, llegando a usarse entre medio y 1 billón de bolsas al año, más de 1 millón de unidades al minuto.
Este volumen de uso, unido a que la inmensa mayoría de estas bolsas acababan en la basura o en algún sitio peor, han dado lugar al enorme problema que supone la proliferación de residuos plásticos.
Este problema ha sido acentuado por una de las (buenas) características de este producto: su durabilidad.
No obstante, esta circunstancia intenta ser paliada incorporando a la bolsa de plástico de un solo uso atributos para que sea reciclable, biodegradable o compostable, lo que limitaría su existencia en el ecosistema.
Ahora que conocemos algo más sobre el origen de este artículo de un solo uso, estamos en disposición de plantear alternativas sostenibles a esta situación, que van desde la reducción en su uso, la incorporación de diseño sostenible para racionalizar sus materiales, el empleo de productos sustitutivos, y la necesidad de plantear escenarios en los que no sea necesario recurrir a estas bolsas
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