Somos muy aficionados en popularizar nuevos conceptos para simplificar cambios o circunstancias que irrumpen en nuestras vidas. Es el caso de lo que se denomina nueva normalidad, aludiendo al escenario económico y social posterior a la pandemia Covid-19.
Según hemos podido ver, el concepto de nueva normalidad se basa en una publicación del economista e inversor Mohamed Erian que recuperó esta noción para referirse a cambio duradero.
Sea como fuere, y en lo relativo a la sostenibilidad, podemos aprovechar para proponer cambios sustanciales en distintos ámbitos para no continuar con la destrucción de nuestro Planeta.
Al igual que hemos planteado en el caso del insostenible modelo energético que padecemos, podemos aprovechar para diseñar y poner en marcha un nueva movilidad compatible y respetuosa con nuestro entorno.
En este caso, la nueva normalidad aplicable a la movilidad puede venir definida por estos 4 conceptos:
Conectada
En el vehículo conectado, podemos disfrutar de la siguiente funcionalidad:
- Comprobar el rendimiento y el estado del vehículo en tiempo real.
- Acceder a servicios de navegación avanzada con coordinación del tráfico.
- Acceder de forma remota al vehículo a través de dispositivos móviles, lo que proporciona un nivel de seguridad adicional al propietario.
- En lo que respecta al entretenimiento, acceder a servicios multimedia para hacer más grato el tiempo que pasan dentro del vehículo.
- Contar con información suficiente para poder acceder a una póliza de seguro basada en nuestros hábitos de conducción.
Si bien es cierto que el automóvil conectado se encuentra en evolución, la aparición del paradigmas como el de Internet de las Cosas (IoT) o el de Industria 4.0 puede ser una buena baza para la industria del automóvil desarrolle la conectividad en sus productos, empleando nuevos recursos tecnológicos para reducir costes y mejorar la cadena de valor dentro de los postulados de la economía circular.
Autónoma
La conducción autónoma consiste en que los vehículos sean capaces de imitar y superar las capacidades humanas de conducción y control.
Este vehículo autónomo es capaz de percibir el medio que le rodea y navegar en consecuencia. El conductor podrá elegir el destino, pero no se le requiere para activar ninguna operación mecánica del vehículo.
Resulta interesante complementar esta definición con lo que se conoce como los niveles de conducción autónoma.
Según la clasificación más extendida para este concepto, existen 6 niveles de automatización en la conducción de vehículos (de 0 a 5 niveles):
- Nivel 0: Sin automatización en la conducción
- Nivel 1: Asistencia en la conducción
- Nivel 2: Automatización parcial
- Nivel 3: Automatización condicionada
- Nivel 4: Alta automatización
- Nivel 5: Automatización completa
Compartida (Shared)
En los últimos años, han aparecido una gran cantidad de servicios de movilidad cuyos servicios están basados en la economía colaborativa.
Entre los ejemplos más populares podemos destacar:
- Servicios de movilidad bajo demanda, como puede ser Uber.
- Apps para compartir trayectos interurbanos con otros usuarios, como puede ser Blablacar.
- Servicios de e-hailing (puerta a puerta), como es el caso de Cabify.
- Servicio de vehículos de uso compartido sin estaciones fijas de alquiler, como puede ser Car2go.
Eléctrica
Cuando hablamos de electromovilidad (electromobility, e-mobility) o movilidad eléctrica hacemos referencia a la utilización de vehículos eléctricos, siendo éstos los que emplean combustibles o energía alternativa impulsado por al menos un motor eléctrico.
Así, en este amplio concepto se incluyen una serie de tipologías:
- Baterías eléctricas, ya las incorporen vehículos 100% eléctricos o híbridos
- Pilas de combustible, principalmente la de hidrógeno, que incluyen vehículos más de difíciles de plantear con baterías, como pueden ser autobuses, camiones o maquinaria pesada.
Esta movilidad CASE, acrónimo de Connected – Autonomous – Shared – Electric, ilustra la aspiración a una movilidad futura ecointeligente, donde los vehículos están al servicio de las personas, y las necesidades de las personas son responsables con el Planeta.
Pero estamos en una situación que la que ha llegado un virus que ha cambiado las cosas de un día para otro a nivel global.
De todo esto, surgirá un nuevo futuro, tanto si nos centramos en él como si no. Parece, por tanto, más inteligente ponernos a trabajar en la configuración de lo que tiene que venir, principalmente porque las alternativas ciertamente serán peores.
Así, la nueva normalidad de nuestra movilidad se debe apoyar en cambios más profundos que los comentados anteriormente apoyados en el modelo CASE.
Son varios los países que ya han puesto en marcha medidas relacionados con los medios de transporte y con el urbanismo de las ciudades con el objetivo de evitar el contagio del coronavirus.
Estos cambios, difíciles de ser planteados en situaciones normales, pueden ser aprovechados para plantear nuevos escenarios compatibles con un estilo de vida sostenible.
Por ejemplo, países y ciudades se han lanzado a fomentar el uso de la bicicleta como medio de transporte individual.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha recomendado el uso de la bicicleta para movilizarse en las grandes urbes
De esta forma, la bicicleta se configura como una alternativa para mantener el distanciamiento social. Usar este medio de transporte, además de permitir reducir el contacto con otras personas, es sostenible y permite evitar los atascos.
Ciudades como Berlín (Alemania), Milán (Italia), París (Francia), Bruselas (Bélgica), San Francisco (EEUU), Bogotá (Colombia), Edimburgo (Escocia), y en España, Pamplona, Granada y Barcelona, ya están implementando planes de movilidad relacionados con el uso de la bicicleta por sus ciudadanos.
Otras urbes han optado por ensanchar las aceras para garantizar el distanciamiento social entre los peatones y están peatonalizando zonas que estaban dominadas por el automóvil particular.
En lo relativo al transporte público, eje de la movilidad centrada en las personas, también se encuentra en plena reconversión, ya que ha sido uno de los principales focos de contagio del coronavirus en las grandes ciudades del mundo.
Aunque no podemos prescindir del transporte público, si tendremos que diseñarlo de nuevo y aplicar nuevas regulaciones en su uso.
Con todo esto en mente, insistimos en que es ahora el momento de prestar atención a nuestra movilidad y a replantearla usando menos vehículos.
Esta es nuestra oportunidad, precisamente en un momento extraño, de reclamar las calles y espacios de las ciudades para las personas.
Ya sabemos que la resistencia al cambio es una característica humana, pero ahora puede sernos más fácil plantearnos nuevos escenarios cuando nos hemos visto avocados a las prácticas que están cambiado nuestras vidas, como pueden ser el teletrabajo, las reuniones remotas, el aprendizaje a distancia y adquirir solo productos y servicios esenciales.
¿Seremos capaces de no volver a nuestro insostenible punto de partida?
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