Es el ser vivo más grande y más viejo de la tierra. Tiene dimensiones titánicas (más de ocho kilómetros de largo) y más años que los dioses del mundo clásico (unos 100.000 según las últimas estimaciones). Sin embargo, toda esta épica se está yendo al garete por la acción de domingueros flotantes y marineros de fin de semana.
La posidonia que tapiza el fondo marino entre Ibiza y Formentera lleva décadas sufriendo los efectos del sobreturismo. Cientos de anclas trasquilan sus praderas, esquilmando un ecosistema tan frágil como preciado. Y aunque el Gobierno balear imponga multas a quienes fondeen sobre ella, la cosa es difícil de controlar.
En la lucha por salvar la posidonia ha surgido un aliado inesperado: una app. No hace falta saber mucho inglés para intuir qué hace Posidonia Maps. Gracias a las imágenes satélite, al motor de Google Maps y a la cartografía del Govern de Baleares, esta aplicación (disponible para Android y para iPhone) geolocaliza la embarcación de quien la usa y la superpone sobre el mapa de la posidonia. Así, el capitán puede saber antes de fondear si va a tirar el ancla sobre la pradera o no. «Tiene una precisión aproximada de un metro», comenta con orgullo Manu San Félix, principal impulsor de esta herramienta.
Hay biólogos que trabajan con microscopio y bata. San Félix lo hace con cámara de fotos y bañador. Neopreno, cuando el día es frío o la inmersión, profunda. Lo cierto es que no tiene un trabajo corriente: su oficina es el Mediterráneo y sus colegas, peces, algas y tiburones. Este biólogo marino lleva a sus espaldas 39 años de buceo y asegura que cada año hace unas 350 inmersiones.
Uno no necesita muchas vacaciones cuando vive en un lugar como Formentera. Allí se instaló y abrió su escuela de buceo, Vellmari, en 1993. Desde esta pequeña isla, San Félix ejerce de responsable de fotografía submarina de National Geographic. También ha colaborado con Leonardo DiCaprio y el director Fisher Stevens (ganador de un Óscar por The Cove) en el documental Before the flood. Se ha convertido en uno de los mayores divulgadores del medio marino. Y tiene una misión en mente: salvar la posidonia.
La posidonia es una planta (que no un alga) submarina endémica del Mediterráneo. Sus cintas se enredan en los pies de los bañistas, a veces se apelmazan en las orillas de la playa, creando murallas pestilentes, pequeños diques de contención que protegen las playas del oleaje. Su fruto es redondo, marrón y peludo. A veces llega hasta la orilla, salpicando la arena de lo que parecen pelotas de tenis anémicas.
La posidonia hunde sus raíces en el fondo marino, pero su silueta se puede intuir desde la superficie: sus praderas crean inquietantes manchas amorfas que salpican de negro las cristalinas aguas del Mediterráneo. Todos estos datos superficiales podrían hacernos pensar que la posidonia no merece nuestra atención, mucho menos nuestra protección. San Félix lleva varias décadas decidido a demostrar lo contrario.
El biólogo compara la importancia que tiene esta planta en el Mediterráneo con la que podría tener el coral en el Caribe: «Los dos sirven de cobijo a distintasespecies marinasy las dos proporcionan el material con el que después se forma la arena de la playa». Además, la posidonia es un aliado inesperado en nuestra lucha por el calentamiento global.
«El mar aporta entre el 50 y el 70% del oxígeno de la atmósfera, sus praderas recogen grandes cantidades de CO2. En este contexto tenemos que entender la posidonia como el pulmón del Mediterráneo», sentencia. Por eso es tan importante salvarla.
Posidonia Maps ha mapeado todo el fondo de Formentera y casi todo el de Ibiza. Es un trabajo complicado que ha nacido con la ayuda de actores locales (los míticos Juan y Andrea o Beso Beach) internacionales (Loewe, Tag Heuer o Estrella Damm entre otros) e institucionales. A pesar de las dificultades, el proyecto sigue creciendo: ya se ha empezado a hacer en la costa de Mallorca. «La idea es que de aquí al próximo verano hayamos mapeado todas las Baleares —vaticina San Félix— y lo que nos gustaría hacer después, ayudados de las imágenes satelitales, es ampliar este proyecto a todo el Mediterráneo».
San Félix cree que el de las anclas es un problema que se ha incrementado en los últimos años. Y más allá de la pausa que ha supuesto el confinamiento, seguirá haciéndolo. Por eso hay que crear herramientas que faciliten la tarea, que promuevan una actitud responsable. «Los barcos, en los 70, no importaban porque eran cuatro; ahora son miles de anclas cada día, haciendo daños pequeños o medianos. La suma de todo esto son superficies enormes, pone los pelos de punta», explica.
Es un problema de masificación. El problema de casi todo, ambientalmente hablando, es tan simple como eso: somos muchos. La solución, pues, (más allá de una extinción masiva no del todo descartable tal y como avanza el año) pasa porque aumentemos nuestra concienciación. Que seamos más pero más responsables. Y la tecnología puede ayudarnos a ello.
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