Iluminada Abellán Miñarro.- EFEverde.-“El sistema agroalimentario moderno constituye la mayor catástrofe ecológica de nuestro tiempo” debido a su devastador impacto sobre el equilibrio de los ecosistemas, la conservación de la biodiversidad y la vida humana, advierte la arquitecta y profesora Carolyn Steel.
Steel, que acaba de publicar en español su libro “Ciudades hambrientas: cómo el alimento moldea nuestras vidas” (Capitán Swing), asegura en entrevista con EFEverde que “la agricultura industrial genera un tercio del total de emisiones mundiales de gases de efecto invernadero”, lo que la convierte en “la actividad humana que más daños ocasiona al planeta”.
“La agroalimentación moderna y la deslocalización de la producción, en el marco de una economía capitalista y un mercado globalizado”, representan en conjunto “uno de los principales factores que contribuye al cambio climático”, destaca.
Así, “cualquier planteamiento que pretenda combatir los desafíos socioambientales debe estar atravesado por la perspectiva del alimento como entidad más preciada”.
La interacción de estas “dinámicas insostenibles” no sólo destruye los “medios de subsistencia”, sino que también “enferma a los seres humanos”.
Las patologías de elevada incidencia en los países occidentales -cáncer, diabetes, ataques cardíacos-, así como las “condiciones de salud subyacentes que han hecho a las poblaciones vulnerables al COVID-19”, están provocadas, directa o indirectamente por, entre otros factores, una “dieta deficiente compuesta por alimentos ultraprocesados”, explica la autora.
En el contexto de los países altamente industrializados, como Estados Unidos y Reino Unido, se está dando una “primicia histórica” que demuestra “la ineficacia del modelo vigente”: “las personas pobres padecen sobrepeso y están desnutridas al mismo tiempo”.
“La soberanía alimentaria es la base de la vida digna y satisfactoria”, señala la autora, quien recuerda que en los países del sur global “la inexorable marcha de la Gran Agricultura” obliga a los trabajadores rurales a “abandonar sus tierras, perder su fuente de sustento y volverse dependientes del sistema alimentario instalado en Occidente”.
Sostiene que se está iniciando una “Era Neo-geográfica” y defiende “la configuración de un nuevo modelo sostenible y multidimensional”, que tenga en cuenta las “limitaciones geográficas” y “especifidades locales” de cada territorio, a fin de “maximizar la interfaz urbano-rural” e impulsar “una coexistencia armónica entre los distintos ecosistemas de la ciudad y el campo”, además del “respeto por los ciclos de proximidad”.
Por ello es imprescindible “restablecer el vínculo con el mundo natural” y “recuperar elementos de la relación tradicional de la ciudad con la comida”.
Según la escritora, “muchas de las soluciones necesarias para alimentar a los enclaves urbanos en el futuro se encuentran en las ciudades preindustriales del pasado”, que evolucionaron en sintonía con su interior productivo.
Para Steel, “las dos relaciones más significativas que caracterizan a los seres humanos son las que estos mantienen con la naturaleza y las que forjan entre sí, y la comida está en el corazón de ambas”, así que “valorar la comida implica transitar hacia sociedades sostenibles y equitativas, que sitúen la vida de todas las especies en el centro”.
“El alimento es el nexo que une todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, afirma, por lo que “resulta conveniente reflexionar sobre la importancia de la comida y concebirla como una poderosa herramienta para lograr su cumplimiento”.
La autora considera “urgente” detener los efectos perjudiciales del paradigma productivo actual “incorporando prácticas agrícolas regenerativas”, como la agricultura orgánica mixta, la agrosilvicultura y el pastoreo colectivo.
“Si deseamos alimentarnos de manera sostenible será preciso emplear técnicas que imiten a la naturaleza” porque “como el padre de la agricultura orgánica moderna, Albert Howard, dijo una vez: la naturaleza es el mejor agricultor”.
Asimismo, propone “reducir el consumo de carne y lácteos e internalizar los costes de la producción de alimentos”; esto último supone “pagar un precio mayor por los alimentos procesados, mientras que el de los alimentos orgánicos artesanales permanece invariable”.
España, un país con sitopía
Hace 15 años, Steel acuñó el término “sitopía” – que significa “lugar de comida”- para describir la forma en que la comida moldea y define las múltiples realidades del mundo que habitamos, “desde nuestras mentes, cuerpos y hogares hasta nuestros paisajes, clima y política” y, por supuesto, también “la morfología de las ciudades y el campo que las abastece”.
Una situación de “sitopía ideal” es aquella que establece “un equilibrio entre las necesidades humanas y las de la naturaleza” y, este sentido, subraya que “sólo a partir de la comida podemos llegar a construirla”.
La sitopía abarca y condiciona todas las esferas de la existencia humana y, en opinión de la autora, “España es un país referente en materia de sitopía”.
“La sociedad española profesa un gran amor por la buena comida y siente orgullo por sus especialidades regionales típicas”, asimismo, “los españoles están dispuestos a ir al mercado a comprar productos de calidad y cocinar desde cero; indudablemente esta fuerte cultura alimentaria marca la diferencia respecto a otros países”, argumenta.
Por ejemplo, “ciudades como Barcelona se esfuerzan todo lo posible con la finalidad de proteger los mercados de alimentos de la expansión de los supermercados y estos mercados están subvencionados por la ciudad como un bien público”.
Agricultura urbana y alimentación sostenible
La escritora califica el crecimiento exponencial de la agricultura urbana como “un movimiento enormemente positivo”, ya que “favorece el compromiso con la comida y su procedencia” y, además, “visibiliza las problemáticas surgidas en torno a la necesidad de un consumo crítico y responsable”.
Sin embargo, “aunque esta tendencia ha servido para evidenciar las consecuencias negativas de determinados procesos sobre el entorno natural y adquirir hábitos saludables”, la autora advierte que “nunca se puede alimentar a una ciudad desde dentro de sí misma”.
“Hay que dedicar tanto espacio al cultivo de alimentos en las ciudades como sea factible, pero al final sólo una pequeña fracción de las frutas y verduras que comemos crecen en ellas”, lamenta.
Arquitectura urbana sostenible
Para llevar “una vida baja en carbono” es fundamental “rediseñar los espacios” en los que ésta se desarrolla: “la arquitectura urbana y la planificación de alimentos juegan un papel clave a la hora de apoyar la revolución del sector agroalimentario y promover la sostenibilidad”.
Repensar el uso de la tierra y el paisaje a través de la lente de los alimentos permite “estructurar las ciudades, granjas, viviendas y lugares de ocio de manera que conecten la sociedad con la naturaleza” a fin de procurar “el florecimiento humano y no humano”, puntualiza. EFEverde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario