Iluminada Abellán Miñarro.- EFEverde.-Los cambios drásticos en las comunidades de insectos pueden provocar un “efecto dominó” con consecuencias “devastadoras e impredecibles” para el planeta y ello supone “una verdadera amenaza para la supervivencia de la especie humana”, advierte la doctora en biología Anne Sverdrup-Thygeson en su nuevo libro “Terra Insecta: el mundo secreto de los insectos” (Editorial Ariel).
En entrevista con EFEVerde, la autora ha explicado que “la Naturaleza es como una hamaca hecha de tela tejida con todas las especies, sobre la que descansamos los humanos” y los insectos son tan numerosos que una reducción importante de su población equivaldría a “deshacer los hilos de la hamaca y, por tanto, comprometer nuestro bienestar futuro”.
Los insectos poseen un “valor irreemplazable” en la red alimentaria porque sirven de alimento a multitud de animales de mayor tamaño y, de hecho, “más del 60 % de las especies de aves del mundo los consumen”, por lo que “la vida tal como la conocemos depende de su protección”.
Asimismo, estos “pequeños engranajes”, que contribuyen a equilibrar y conservar los ecosistemas de una forma “genuinamente circular”, cumplen funciones ecológicas tan esenciales como “la polinización de las plantas, la eliminación de residuos, el control biológico de plagas o la descomposición de materia orgánica y formación del suelo” y ayudan a “mantener a raya a los organismos nocivos y dispersar semillas”, resume Sverdrup-Thygeson.
Según la autora, uno de los descubrimientos “más fascinantes” de los últimos años ha sido “la relación simbiótica entre los hongos que descomponen la madera y los insectos que los transportan hasta ella”, una interacción compleja que influye “incluso en el ciclo del carbono” puesto que “afecta a la velocidad con que los árboles muertos se transforman en suelo”.
Por ello, lamenta que “el 15% de las especies de escarabajos peloteros que realizan esta tarea se encuentren en peligro de extinción”.
Los insectos constituyen una “fuente de sabiduría e inspiración” en la búsqueda de “soluciones biomiméticas, inteligentes y sostenibles para nuestros desafíos” y, además, cuentan con la ventaja de poder emplearse como “organismos modelo” gracias a su “abundancia, omnipresencia y capacidad de adaptación”.
“Estas criaturas son un cofre de prometedores tesoros medicinales”, asegura la bióloga, quien señala que “si la investigación biomédica se centrara más en el estudio de sus propiedades activas”, se lograrían “significativos avances” en el campo de la salud humana.
Así, recuerda que la mosca de la fruta ha desempeñado un papel “fundamental” en los laboratorios durante más de un siglo, pues “nos ha enseñado sobre cromosomas y transmisión de rasgos genéticos” y, a día de hoy, continúa “generando conocimiento acerca de patologías como el párkinson y el insomnio, o fenómenos como el jet lag”.
En este sentido, “la cooperación entre hormigas y bacterias” también se ha convertido en objeto de estudio para “encontrar sustancias fungicidas y bactericidas efectivas para los seres humanos”, ya que existe una creciente preocupación por “la resistencia cada vez mayor de las bacterias a los antibióticos” que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, causa más de 700.000 muertes al año.
Por otra parte, la autora destaca su dimensión económica: “la destrucción de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, incluyendo las especies de insectos, conlleva una degradación de la tierra que cuesta el equivalente al 10 % del producto bruto anual del mundo, según la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas”, cuyas estimaciones cifran el valor de la contribución global sólo de los insectos polinizadores en unos 577.000 millones de dólares anuales.
Mushi: comer insectos
Sverdrup-Thygeson propone una “alternativa de producción alimentaria sostenible”, denominada mushi – insectos en japonés-, consistente en “incorporar los insectos en la dieta humana” y argumenta: “no sólo es saludable”, además “el mini-ganado de insectos requiere poco espacio, alimento y agua, se reproduce a un ritmo vertiginoso y está casi libre de emisiones de gases de efecto invernadero”.
Sin embargo, “si se desea que comerlos resulte rentable, apto para consumo humano y se obtengan resultados en términos ambientales” será necesario producirlos en cantidades que permitan que el “producto final” sea “barato y accesible” y pensar en cómo dotarlos de un “aspecto apetecible a la vista”. EFEverde
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