Para trasladar a la agricultura las ideas del plan de adaptación al cambio climático hace falta bajar al terreno y estudiar a fondo los tipos de cultivos y la disponibilidad de agua en las distintas zonas de España, según los expertos.
Con el objetivo de afrontar graves problemas como el aumento de las temperaturas y la escasez hídrica, el Gobierno publicó recientemente el borrador del nuevo Plan nacional de adaptación al cambio climático (Pnacc).
Se trata de una herramienta para planificar la acción climática para el periodo 2021-2030 desde una perspectiva trasversal, que incluye aspectos como evaluar los impactos y los riesgos ecológicos y sociales que tiene el cambio climático sobre los recursos hídricos.
En concreto, hace hincapié en la gestión hidrológica, sobre todo ante sequías e inundaciones, la promoción de prácticas de adaptación sostenibles y la recogida de parámetros clave en el seguimiento de los efectos climáticos en el ciclo hidrológico y el uso del agua.
Ciencia en agricultura
Un ejemplo de lo que se está haciendo en ese ámbito es el proyecto LIFE AgriAdapt, que evalúa datos climáticos de modelos científicos de los últimos 30 años, con datos de rendimientos de 126 explotaciones piloto, 32 de ellas en España.
La coordinadora de ese proyecto y otros de la fundación Global Nature, Vanessa Sánchez, explica a Efe que han analizado sistemas agrarios como herbáceos (cereales y tomate), cultivos permanentes (viñedos y cítricos) y ganadería intensiva.
“Evaluando uno a uno los indicadores podemos analizar cuál va a ser la vulnerabilidad a futuro de determinados cultivos”, señala Sánchez, quien recomienda la elaboración de un programa sectorial que incluya un mapa de los riesgos climáticos.
Según ese proyecto, el sur de Europa cuenta con medidas de adaptación ya implementadas, seguros agrícolas, variedades adaptadas al cambio climático, cultivos altamente profesionalizados y sistemas agroforestales extensivos, pudiendo mejorar la disponibilidad de agua en los suelos con soluciones innovadoras y nuevos cultivos.
Sus puntos débiles son el riego deficitario, la alta dependencia de monocultivos y el manejo insuficiente de praderas, mientras que entre las amenazas figuran las menores lluvias en invierno y primavera, las olas de calor en verano y el aumento de las temperaturas máximas de 30 grados.
“La escasez de agua va a ser el gran problema en España, y la región mediterránea sufrirá los mayores impactos. Por suerte estamos acostumbrados a esa variabilidad climática, pero esta se verá acentuada y hay que trabajarla”, sostiene Sánchez.
Recomendaciones de expertos
Aunque depende de cada área geográfica, la especialista recomienda medidas como evitar monocultivos y suelos desnudos, el desarrollo de variedades, el fomento de la biodiversidad y un mayor esfuerzo en la planificación hidrológica.
A su juicio, habrá que sustituir cultivos -con la debida financiación- , como los que actualmente “gastan un gran volumen de agua en zonas que no son de regadío y deberían ser de secano”.
El catedrático de Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha, José Manuel Moreno, considera “fundamental” hacer simulaciones y “poner en marcha un plan coherentemente trazado e ir cultivo por cultivo, sector por sector y área por área, pensando en los distintos escenarios y acciones”.
“No podemos esperar más a actuar, el cambio climático lo estamos viviendo un año sí y otro también”, apunta el también miembro del Panel de Expertos de Cambio Climático (IPCC) de la ONU, quien insiste en que hay que prever qué hacer de forma detallada ante sucesos extremos tanto térmicos como hídricos que, cuando ocurren, no dan “tiempo para pensar”.
Como no es lo mismo el impacto de una sequía en una producción de regadío en el Levante o en otra de secano en las dos Castillas, los expertos coinciden en la importancia de realizar una buen diagnóstico de cada situación para anticiparse a los cambios.
La directora científica del Basque Centre for Climate Change (BC3), María José Sanz, llama a “hacer una radiografía en el sector de los actores más vulnerables” para diseñar estímulos que los apoyen.
“En una realidad tan diversa como la nuestra, los instrumentos estándares para el conjunto quizás no sean lo más efectivo“, dice Sanz, a favor de buscar respuestas “más multidisciplinares” para abordar la complejidad.
Agricultura pospandemia
En su opinión, la crisis del coronavirus “ha puesto de manifiesto que la seguridad alimentaria, que dábamos por sentado, puede verse comprometida, y una agricultura bien pensada puede ayudar a luchar contra el cambio climático y a tener una mayor resiliencia social y económica”.
También cree el coordinador técnico de la fundación Conama, Eduardo Perero, que la pandemia obliga a avanzar en la prevención en el ámbito de la salud, y lo mismo se aplica para la adaptación climática en la agricultura, la ganadería y la pesca.
Conceptos como alerta temprana o resiliencia tenderán a ser más habituales, confía Perero, que anima a actuar en las zonas más vulnerables porque será allí “donde resulte más caro actuar” si antes no se han tomado medidas de adaptación. EFEverde
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