Imagine que entra en un supermercado a hacer la compra. Quiere comprar dos botellas grandes de agua. Localiza el lineal de las bebidas y cuando está a punto de coger instintivamente dos botellas de plástico (concretamente PET, pero vamos a llamarlo plástico), se para durante un segundo y piensa: ¿plástico?
No quiere seguir usando plástico, así que mejor escoge las de vidrio. Pero ¿en base a qué ha tomado esa decisión?
Si queremos hacer un análisis más profundo, debemos entender bien dos conceptos: el análisis de ciclo de vida y la unidad funcional.
Desde la fábrica al frigorífico
El análisis de ciclo de vida (ACV) es una herramienta que nos permite observar y analizar la vida entera del producto, mucho antes de que llegue a sus manos.
En el caso de una botella, empezamos por el momento que extraemos de la naturaleza los materiales que se van a utilizar para fabricarla (fase de extracción). A continuación, se analizan los procesos de fabricación de la botella (fase de producción) y después el transporte a una planta de relleno de agua y a la tienda donde comprará su botella de agua (fase de transporte).
Ahora ya tiene la botella en su mano y puede beber tranquilamente (fase de uso). Finalmente, ¿qué hacemos con la botella? La podemos reciclar, o tirar a la basura (fase de fin de vida).
El ACV tiene en cuenta todas las fases y estudia qué materiales y energía se utilizan en cada una. También toma nota de las emisiones que se producen en cada fase y cuantifica el daño que estas emisiones hacen al medioambiente.
El concepto de unidad funcional
Cuando queremos saber qué producto es mejor para el medioambiente (por ejemplo, botella de plástico o de cristal) no se puede comparar el producto en sí. Lo vemos con un ejemplo. Imaginamos el siguiente escenario: un viaje entre Gijón y Madrid de 500 km. Queremos saber qué transporte es más sostenible: un coche de 5 plazas o un autobús de 60 plazas.
No podemos comparar un viaje en coche con un viaje en autobús, porque cada uno de ellos lleva distinto número de personas. Podríamos establecer como unidad de comparación el desplazamiento de 60 personas entre Gijón y Madrid. De esta forma, compararíamos un viaje en autobús (500 km), con 50 viajes en coche, o sea 25 000 km (el vehículo es de cinco plazas, pero el conductor solo deja a cuatro ocupantes, luego tiene que volver a Gijón a por más).
Esa unidad de comparación se denomina unidad funcional y es importante definirla bien antes de hacer cualquier comparación.
En el caso de la botella, la unidad funcional que nos sirve de comparación podría ser una botella que almacena 33 cl de agua. Es importante subrayar la función: almacenar una determinada cantidad de agua porque nuestro primer pensamiento podría ser “comparo un kilogramo de plástico con un kilogramo de vidrio”. Error. Debemos pensar cuánta cantidad de plástico necesito para almacenar 33 cl de agua y cuánta de vidrio. Eso sí es una buena comparación.
Bien, sabemos cuál es la unidad funcional y también que debemos analizar todas las fases del ciclo de vida del producto, entonces ¿qué es mejor para el medioambiente, la botella de vidrio o la botella de plástico?
¿Qué significa “ser mejor”?
Todavía no se desvela el ganador. Es necesario ponerse de acuerdo en lo que significa “ser mejor para el medioambiente”. Podemos elegir las emisiones de CO₂ como baremo: cuantas más emisiones, peor para el medioambiente. Pero qué ocurre si el que menos CO₂ emite es el que más materiales o agua necesita, o daña más la salud humana… Entonces, ¿qué es mejor para el medioambiente?
Podemos llegar a una combinación de todos estos efectos. La metodología ReCiPe tiene en cuenta, entre otros factores, el cambio climático, la acidificación, la toxicidad, el daño a la salud por ozono, el agotamiento de recursos fósiles y minerales. Estos se agrupan en: agotamiento de recursos, deterioro de ecosistemas y daño a la salud humana. Es uno de los métodos más conocidos de evaluación del impacto del ciclo de vida y la puerta a descubrir si es mejor el vidrio o el plástico.
Y el ganador es…
El plástico. Pero… ¿cómo puede ser? Eso no es lo que esperaba…
Coca-Cola fue, en 1969, la primera empresa en utilizar un análisis de ciclo de vida para decidirse entre vidrio o plástico. Presentó su botella de plástico en los años 70. El New York Times publicaba la noticia que presentaba los beneficios del plástico frente al vidrio, principalmente por el mayor impacto ambiental del vidrio en la fase de transporte.
Desde entonces se han hecho más análisis que corroboran aquel primer estudio. Ojo, que no estamos diciendo que el plástico sea bueno, sino que, con un análisis profundo, el vidrio es peor.
El mayor problema del plástico es su fin de vida. A pesar de todas las campañas de publicidad, el nivel de reciclado en Europa es del 30 %. Eso implica que se acaba incinerando (39 %) o termina en vertedero (31 %). En ambos casos, se liberan sustancias tóxicas al aire y a la tierra.
Un 70 % es una cantidad muy alta y por eso la Unión Europea está tomando medidas para modificar los patrones de consumo. Porque puede que la culpa no sea toda del material, sino de cómo nos deshacemos de él.
Llegamos ya a la caja del supermercado y mientras esperamos en la cola, pensamos en lo que hemos aprendido: ver toda la vida del producto, analizar la función cuando se comparan, ser consciente de la importancia del fin de vida del plástico…. Es nuestro turno. Colocamos nuestras botellas de plástico en el mostrador y el cajero nos pregunta, ¿quiere una bolsa de plástico o de papel?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario