1 de octubre de 2018

El ‘big data’ se suma a la lucha contra el desperdicio de alimentos


Uno de cada tres productos listos para consumir acaba en la basura, según uno de los últimos informes de la FAO, que calcula que cada año, solo en Europa, se pierden 1.300 millones de toneladas desde su producción (en la fábrica o los campos y mataderos) hasta que salen de nuestra despensa o plato. El problema, además de humanitario, es medioambiental: el 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero vienen del desperdicio alimentario. Frenar el derroche es uno de los objetivos que la ONU ha establecido para antes de 2030, como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y para esta tarea, la tecnología, especialmente la geolocalización y los datos, puede inspirar aplicaciones que indiquen, por ejemplo, dónde se encuentra comida a punto de caducar. Y mejorar los etiquetados: el 10% del desperdicio, indica la FAO, viene de entender mal, por ejemplo el “consumir preferiblemente antes de”.
Desde hace casi una década hay pequeñas comunidades que se dan cita por internet para compartir comida que les sobra. Por ejemplo, grupos de vecinos que abren sus neveras por internet antes de irse de vacaciones. Una de las primeras redes fue Foodsharing allá por 2012. Ponen en contacto a personas que ofrecen de forma gratuita los productos que no les dará tiempo a consumir. Todo lo que no se come, se dona a albergues y almacenes para gente sin recursos. A nivel local, hay iniciativas en España como Yonodesperdicio.org. También hay supermercados (como el caso de Netto, en Alemania) que han desarrollado sus propios sistemas para dar salida a lo que les sobra.
Así es la 'app' de Too good to Go.
El problema con negocios donde se cocina al día es más complejo; la normativa comunitaria Sandach hace muy difícil regalar excedente. En el centro y el norte de Europa, especialmente en Dinamarca, Países Bajos y Alemania, se han inventado muchos notables proyectos que surfean esta circunstancia. Desde restaurantes que cocinan con sobras, como Restlos Glücklich(literalmente, “felices sin sobras”), en Berlín, que sigue la estela de proyectos similares en otras capitales como Amsterdam, a aplicaciones que colaboran con negocios locales y supermercados. Uno de éstos fue FoodLoop, creado en 2014 en Alemania y premiado por la Comisión Europa por su desarrollo dentro del panorama IoT. Intentaron expandirse y también llegar a España, pero su éxito fue limitado. Desde entonces han surgido más ideas de este tipo y en España, aunque de forma incipiente, empieza a generase una red de emprendedores que salvan comida.
  • Emprendimiento contra el desperdicio en España
España se está poniendo las pilas. Coincide con un momento con mayor conciencia ambiental generalizado, ya sea por convicción, por interés o por pura supervivencia. Por vez primera, la asociación de fabricantes y distribuidores AECOC, que reúne a compañías de gran consumo y vinculadas a la restauración, se ha juntado para lanzar hasta el 30 de septiembre la 1ª semana contra el desperdicio alimentario. “Se están revisando procesos productivos en busca de ineficiencias. Se va a mejorar la comercialización con medidas como saldar productos al final del día o campañas de frutas feas, entre otras muchas acciones por todo el país”, explica Carmen Cobián, presidenta del Comité AECOC.
Entre los proyectos de webs y apps creadas en los últimos años están los chicos de Ni las Migas, fundado en Madrid por un grupo de ingenieros agrónomos preocupados por el derroche. Fueron uno de los primeros en España que aprovecharon la geolocalización para concienciar al personal. Cierran acuerdos con locales para que ofrezcan su comida más barata. Hay más iniciativas de este teipo, como los catalanes We Save Eaty el proyecto canario Food to Bento.
Este mes ha aterrizado en España Too Good To Go, una empresa fundada en 2015 en Dinamarca para saltarse esa normativa que impide dar salida a las sobras de comida en establecimientos. A través de una app se encuentran locales cerca de casa donde se invita a salvar comida por precios muy bajos. Los packs sorpresa (pues se compra sin saber en detalle qué hay dentro de la bolsa) se recogen bajo cita previa, antes de que sean desechados. El proyecto anima a los establecimientos que han hecho más raciones de la cuenta a venderlas un 75% más barato. Explica Oriol Reull, responsable local de la empresa, que “se hace así para que nadie se lucre, sino que sea realmente algo valioso; para poner conciencia, no para ganar dinero”.
Conocen a la competencia y no les preocupa. Muy al contrario. “Para nosotros, todos estos proyectos son aliados. El enemigo común es el cubo de la basura”, concluye Reull. Los daneses creen que llegan en un buen momento. “Hay un cambio brutal en esta nueva generación, la gente entiende el problema y quiere probar. Especialmente la gente de los restaurantes, que ve la cantidad de comida que se ven obligados a tirar. Cada vez se exigen más soluciones sobre la comida y los envasados. Nosotros, por cierto, les facilitamos envases reciclables”.
Los Gobiernos tienen un papel clave en la concienciación, entre otras cosas, pueden ofrecer ayudas para desarrollos como estos, que tengan un impacto directo en la economía del país y en el planeta. La Comisión Europea se ha comprometido a reducir el desperdicio antes de 2030. Entre las iniciativas pensadas para lograrlo se cuenta una planificación y etiquetado más eficaz, que no dé lugar a errores de comprensión sobre la caducidad; ser más coherentes con las porciones de comida que se sirven, medir mejor la demanda para que no sobre comida, no permitir almacenar mucho en stock y no sobreproducir, explica el organismo europeo en sus estatutos.

El problema del etiquetado

Eufic trabaja desde 1995 en el ámbito de investigación de la ciencia y salud alimentarias y es parte de la Global Initiative on Food Loss and Waste Reduction de la FAO. El organismo pone en valor que un mejor envasado y etiquetado ayudaría a prevenir el desperdicio. Proponen un “envasado inteligente, que sea capaz de indicar la frescura y el deterioro del alimento y ofrezca información más específica” de la trazabilidad del producto. Además de mejorar procesos para hacerlos más eficientes, un mejor etiquetado puede ayudar a acabar con la confusión que existe alrededor de la fecha de expiración de los alimentos. Reull, de Too Good To Go, apunta que en Reino Unido al best before le han añadido la coletilla but actually good. “Esto es un problema muy grave. Si realmente el producto no está bueno se puede usar para compost”, aclara.

Belen Kayser

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