3 de agosto de 2020

La bioeconomía circular, parte de la solución


Huertos urbanos en Barcelona.
Huertos urbanos en Barcelona.ARTUR DEBAT / GETTY IMAGES / MOMENT EDITORIAL/GETTY IMAGES
Hace pocos días la UE aprobó el Plan de Recuperación Postcovid donde la transición ecológica tiene un papel determinante; el Gobierno español y el catalán anunciaron su plan situando la Agenda Verde como protagonista de esa recuperación.
El actual contexto de cambio climático, el crecimiento de las zonas urbanas y las más que previsibles limitaciones de agua limpia, alimentos, recursos naturales y energía plantean un escenario que requiere un cambio de modelo. El modelo económico globalizado, centrado en el planteamiento clásico del crecimiento del PIB, tiende al colapso. La emergencia sanitaria provocada por la covid ha puesto en evidencia cómo la naturaleza, sin estragos, se abre camino y mejora nuestro ecosistema. La pandemia en parte es consecuencia también del propio sistema globalizado, que ha generado pérdida de biodiversidad, deforestación y urbanización descontroladas, factores que junto al comercio sin control de animales salvajes son clave en la transmisión de nuevos virus de origen animal.
El parón (relativo) de la economía durante un tiempo inimaginable antes de esta crisis sanitaria y la evidencia de las necesidades básicas ponen de relieve un nuevo paradigma económico que supera las dicotomías entre economía y ecología y entre mundo rural y urbano. Debemos apostar por un nuevo paradigma económico, una bioeconomía circular, que ponga en valor la naturaleza y nuestros sistemas biológicos como fuente última de prosperidad económica, salud y bienestar. Una bioeconomía que ponga en valor el inmenso potencial de nuestros montes y entorno natural, apueste claramente por la biodiversidad y al mismo tiempo ofrezca soluciones renovables para reemplazar los productos fósiles responsables del cambio climático.
Las buenas noticias son que los avances en ciencia y la tecnología en el ámbito de la ecología, la biología, la biotecnología, la ciencia de los materiales, las renovables y, cómo no, del mundo digital hacen que sea factible y realista apostar ya por una bioeconomía circular que reconecte nuestra sociedad con la naturaleza.
La emergencia ha mostrado que hay que disponer de un sector primario fuerte, autónomo y sostenible para la provisión de alimentos, bienes y servicios esenciales. El sector forestal, junto al agrario y el pesquero, es una parte importante de la cadena de suministro de alimentos, de productos industriales y del suministro de biomasa para producir bioenergía, así como aquellos productos basados en fibras de origen forestal como mascarillas, componentes de protección, papel tisú, etc. Este sector forestal, que ya sufrió severamente los efectos de la crisis en 2008, debe ser uno de los pilares del nuevo planteamiento económico y territorial y requiere priorización.
A pesar de la necesidad de programas de estímulo para relanzar la economía tras la crisis, algunos gobiernos consideran que los programas ambiciosos como el Green Deal dificultarán la recuperación después de la crisis. Sin duda, apostar por este modelo, centrándonos en opciones y soluciones ya consolidadas que se puedan empezar a implementar de manera inmediata, nos permitiría combinar la recuperación económica y el restablecimiento del empleo a través de inversiones enfocadas a la neutralidad del clima; poner en valor la naturaleza y la biodiversidad; poner en valor el territorio e incentivar la gestión y conservación de las zonas rurales y forestales; potenciar una mejor adaptación al cambio climático; mejorar la provisión equilibrada de bienes y servicios ambientales; favorecer el reequilibrio territorial y el desarrollo rural potenciando el uso de bioproductos locales. En definitiva hacer compatibles la sostenibilidad del sistema a través de la bioeconomía circular.
En esta bioeconomía la investigación y el conocimiento deben tener un papel prioritario en la toma de decisiones. Necesitamos conocer los impactos del cambio climático, promover el uso de nuevos bioproductos de alto valor añadido que reemplacen los productos fósiles y no renovables, etc. Hoy en día, un ejemplo claro lo encontramos en la bioconstrucción con madera local, que debe permitir diversificar nuestro sector forestal, mejorar sensiblemente la huella de carbono en el ámbito de la construcción y la rehabilitación y, a la vez, facilitar el incremento de superficie forestal gestionada de manera sostenible. Otros ejemplos con mucho potencial los podemos encontrar en el ámbito de la bioenergía, el sector corchero, etc. Se trata pues de incentivar y promover el establecimiento de nuevos proyectos industriales para la producción sostenible de estos nuevos bioproductos de alto valor añadido, incentivar la formación y condiciones de los trabajadores forestales, al tiempo que incentivamos y ponemos en valor la provisión de servicios ecosistémicos y el mantenimiento y mejora de nuestros paisajes, por ejemplo, mediante mecanismos de pago y compensación por servicios ambientales.
Debemos hacer un paso decidido en todos estos planteamientos y abandonar las visiones a fuego lento, que ya no tienen sentido en el contexto actual.
Antoni Trasobares es director general del Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Catalunya.

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