17 de abril de 2024

Simon Stiell -Secretario Ejecutivo de ONU Cambio Climático- : dos años para salvar el mundo (Discurso en Chatham House)

 Por su interés reproducimos en #CreadoresDeOpiniónVerde @cdoverde el discurso de Simon Stiell, secretario ejecutivo de ONU Cambio Climático, en Chatham House

Algunos de ustedes pensarán que el título del evento de hoy es demasiado dramático. Incluso melodramático.

Así que permítanme empezar explicando brevemente por qué los próximos dos años son esenciales para salvar nuestro planeta.

En primer lugar, sabemos lo que está en juego. Ya me han oído hablar del calor récord y de los daños masivos a las economías, y de que no hay lugar para medias tintas. Demos todo eso por sentado.

Segundo. Estamos al principio de una carrera que determinará quiénes serán los mayores ganadores de una nueva economía de energía limpia.

Y con el índice mundial de nivel de vida en constante cambio, las respuestas climáticas de cada país serán clave para subir o bajar en esta escala.

Tanto si prosperan como si apenas sobreviven.

En tercer lugar, muchos países sólo podrán poner en marcha nuevos y sólidos planes climáticos si este año se produce un salto cualitativo en la financiación de la lucha contra el cambio climático.

En cuarto lugar, se trata de cómo funciona el Acuerdo de París.

Al día de hoy, los planes climáticos nacionales - llamados Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional o NDC -  apenas lograrán reducir emisiones de aquí a 2030.

Aún tenemos la oportunidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero con una nueva generación de planes climáticos nacionales.  Pero necesitamos planes más sólidos, ahora.

Y aunque cada país debe presentar un nuevo plan, la realidad es que las emisiones del G20 representan alrededor del 80% de las emisiones mundiales.

Así pues, el liderazgo del G20 debe estar en el centro de la solución, como lo estuvo durante la gran crisis financiera. Fue entonces cuando el G20 alcanzó la mayoría de edad y demostró que las principales economías desarrolladas y en desarrollo pueden trabajar juntas para evitar catástrofes económicas mundiales.

En quinto y último lugar todas y todos los ciudadanos de todos los países tienen la oportunidad de formar parte de esta transición. Cada voz cuenta, este año y el próximo, necesitaremos cada una de esas voces más que nunca.

Consideremos por un momento lo que está en juego si hacemos que los próximos dos años cuenten de verdad.

Los nuevos y audaces planes nacionales sobre el clima serán el premio mayor para el empleo y un trampolín económico para impulsar a los países en esa escala mundial de niveles de vida.

Frente a las sequías que destruyen las cosechas, una acción climática mucho más audaz para frenar las emisiones y ayudar a las y los agricultores a adaptarse aumentará la seguridad alimentaria y reducirá el hambre.

Reducir la contaminación por combustibles fósiles supondrá una mejora en la salud y un enorme ahorro tanto para los gobiernos como para los hogares.

El potencial transformador de una acción climática audaz -junto con medidas para avanzar en la igualdad de género- es una de las formas más rápidas de dejar atrás el escenario inercial o “business as usual”.

Ningún ODS será posible si no se controla la crisis climática

A quienes afirman que el cambio climático es sólo una de las muchas prioridades, como acabar con la pobreza, acabar con el hambre, acabar con las pandemias o mejorar la educación, les digo que sencillamente ninguna de estas tareas cruciales -de hecho, ninguno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible- será posible a menos que controlemos la crisis climática.

De hecho, seguir como hasta ahora puede profundizar aún más las grandes desigualdades entre los países y comunidades más ricos y más pobres del mundo, mismas que los efectos incontrolados del cambio climático están agravando.

Estas desigualdades son criptonita para la acción climática mundial cooperativa, y cada economía, cada país y su población pagan el precio de ello.

Para empezar a curar este cáncer mundial de la desigualdad, tenemos que habilitar nuevas y audaces soluciones,  nuevos planes climáticos nacionales que protejan a las personas, fomenten el empleo e impulsen un crecimiento económico integrador. Y los necesitamos para principios del año que viene.

La próxima generación de planes nacionales del clima deben ser planes de inversión para unas economías sostenibles y fuertes.

Lo que nos lleva de nuevo a la importancia crucial de la financiación de la lucha contra el cambio climático.

Porque es difícil para cualquier gobierno invertir en energías renovables o resiliencia climática cuando las arcas del tesoro están vacías, los costes del servicio de la deuda han superado al gasto sanitario, es imposible obtener nuevos préstamos y los lobos de la pobreza están a la puerta.

Este año es esencial dar un salto cualitativo en la financiación de la lucha contra el cambio climático.

Cada día, ministerios de finanzas, directores generales, inversores y banqueros de desarrollo movilizan billones de dólares. Ha llegado el momento de pasar esos dólares de la energía y las infraestructuras del pasado hacia un futuro más limpio y resiliente.

Y garantizar que se beneficien los países más pobres y vulnerables.

Metas de la COP29

Este año, en la COP29 de Bakú, tenemos que acordar un nuevo objetivo para la financiación de la lucha contra el cambio climático que satisfaga las necesidades de los países en desarrollo. Pero no basta con acordar un objetivo. Necesitamos un nuevo acuerdo sobre financiación de la lucha contra el cambio climático entre los países desarrollados y los países en desarrollo.

Ese acuerdo debería tener cuatro componentes clave.

En primer lugar, más financiación en condiciones favorables. Especialmente para los países más pobres y vulnerables.

En segundo lugar, necesitamos nuevas fuentes de financiación internacional para el clima, como están trabajando el G20, la Organización Marítima Internacional y otros.

En tercer lugar -como han dejado claro Mia Mottley y William Ruto- debemos reformar los bancos de desarrollo para que trabajen mejor para los países en desarrollo, integrar el cambio climático en su toma de decisiones y construir un sistema financiero adecuado para el siglo XXI.

En cuarto lugar, aliviar la deuda de los países que más lo necesitan para que dispongan del espacio fiscal necesario para la inversión climática. Los países en desarrollo gastaron más de cuatrocientos mil millones de dólares en el servicio de la deuda el año pasado.

Los expertos han demostrado que, si hacemos todo esto juntos, podemos satisfacer las necesidades de los países en desarrollo, movilizando cientos de miles de millones de dólares.

La cooperación cada vez más estrecha entre las instituciones internacionales es más importante que nunca. Ofrezco la colaboración de ONU Cambio Climático allí donde pueda ayudar a obtener resultados más sólidos y rápidos en relación con el clima. Al Banco Mundial y al FMI en las próximas reuniones de primavera. Al G7, al G20 y a sus ministerios de finanzas. Juntos podemos hacer realidad este acuerdo.

Juntos debemos acelerar el ritmo. Las Reuniones de Primavera no son un ensayo general. Evitar una catástrofe económica provocada por el clima es un asunto esencial. No puede deslizarse entre las grietas de diferentes mandatos.

No podemos permitirnos un festival de conversaciones sin pasos claros hacia delante, cuando existe la oportunidad de avanzar realmente en cada parte del nuevo acuerdo de financiación para el clima que todas las naciones necesitan.

En las Reuniones de Primavera necesitamos una ronda de reposición ambiciosa para la Asociación Internacional de Fomento del Banco Mundial. De este modo, cientos de millones de personas podrían salir de la pobreza y aumentaría el acceso a la energía limpia, especialmente en África.

Los avances que se logren en Washington DC en la revisión de los requisitos de capital del Banco Mundial podrían liberar miles de millones más para préstamos en condiciones favorables sin pedir más dinero a los donantes.

Además, para ayudar a dar a los países el espacio fiscal que necesitan para la acción climática, el FMI puede ayudar a más países a hacer frente a las deudas agravadas por el cambio climático y la pandemia. Por ejemplo, haciendo un mayor uso del Fondo de Alivio para Contención de Catástrofes.

El trabajo del Banco Mundial sobre las Cláusulas de Deuda Resilientes al Clima -que permiten centrarse en la recuperación a los países que se enfrentan a tormentas más intensas - son otro paso bienvenido en la dirección correcta.  La elegibilidad debería ampliarse ahora más allá de los Estados pequeños e insulares a más países y más impactos climáticos.

El G7 también tiene un papel absolutamente crucial, este año presidido por Italia.

Los gobiernos del G7 son los principales accionistas del Banco Mundial y el FMI. En realidad, aportan tanto capital como dirección. Con su voz y voto, estas instituciones pueden hacer mucho más por utilizar todas las herramientas a su disposición para lograr impactos a gran escala sobre el terreno.

A todos los países del G7 les interesa adoptar medidas climáticas mucho más audaces dentro y fuera de sus fronteras, incluida la financiación de la lucha contra el cambio climático.

En primer lugar, porque un avance serio en la financiación de la lucha contra el cambio climático es un requisito previo para que los países en desarrollo elaboren nuevos y audaces planes nacionales de lucha contra el cambio climático, sin los cuales todas las economías, incluidas las del G7, se verán pronto sumidas en graves y permanentes conflictos.

En segundo lugar, porque el desarrollo de la resiliencia es igualmente urgente, para proteger las cadenas de suministro de las que dependen todas las economías. Acabamos de ver lo que las interrupciones de la cadena de suministro provocadas por la pandemia de covid han hecho a la inflación, a los hogares y las empresas. Pues bien, pueden apostar a que estas perturbaciones y efectos inflacionistas empeorarán drásticamente si no se adoptan medidas climáticas más audaces.

El mundo también necesita que el G20 esté a la altura de este momento.

Todos somos conscientes de los retos geopolíticos. No les resto importancia. Pero no pueden ser una excusa para la timidez, en medio de esta crisis que se agrava.

Seré sincero: culparse unos a otros no es estratégico.  Dejar de lado el clima no es la solución a una crisis que diezmará todas las economías del G20 y que ya ha empezado a hacer daño.

Así pues, la potencia financiera que el G20 desplegó durante la crisis financiera mundial debería volver a desplegarse y dirigirse directamente a frenar las emisiones desbocadas y a aumentar la resiliencia ahora.

Brasil, que también acoge la COP30, tiene un papel vital que desempeñar para poner en marcha la ambiciosa acción que necesitamos.

Me anima que el G20, bajo el liderazgo de Brasil, esté explorando formas de encontrar nueva financiación para el clima y el desarrollo. El propio Brasil también está probando nuevas formas de reducir los irrazonables costes de los préstamos para energías limpias que podrían funcionar para otros países en desarrollo.

En última instancia, no basta con invertir en energías limpias e infraestructuras resistentes sin medidas que también aceleren el declive de los combustibles fósiles. Un mayor progreso en la tarificación del carbono es esencial para reflejar la economía real de los combustibles fósiles, incluidos los enormes costes sanitarios y económicos de la contaminación por gases de efecto invernadero, que no deberían recaer sobre los gobiernos, los hogares y otras industrias.

Cuando digo que tenemos dos años para salvar el mundo, me pregunto: ¿quién tiene exactamente dos años para salvar el mundo?

La respuesta es cada persona de este planeta.

Cada vez son más las personas que desean una acción por el clima en todas las sociedades y espectros políticos, en gran parte porque están sintiendo los efectos de la crisis climática en su vida cotidiana y en sus presupuestos domésticos.Aumento de los costes del transporte propulsado por combustibles fósiles, de la calefacción y la refrigeración, de la energía, subida de los precios de los alimentos a medida que los desastres climáticos afectan la producción y las cadenas de suministro, por nombrar sólo algunos.

Una encuesta reciente de Gallup, realizada a 130.000 personas de 125 países, reveló que el 89% de los encuestados desea que los gobiernos adopten medidas más contundentes contra el cambio climático.

Sin embargo, con demasiada frecuencia vemos que la acción por el clima se escurre de las agendas de los gabinetes.

Hay una desconexión, porque en las salas de los hogares de todo el mundo, los impactos y costes climáticos están subiendo rápidamente en la lista de preocupaciones domésticas.

La única forma segura de conseguir que el clima ocupe un lugar prioritario en la agenda del gabinete es que un número suficiente de personas alce la voz.

Así que mi mensaje final de hoy es para la gente de todo el mundo.

Cada voz cuenta. Ahora, las de ustedes son más importantes que nunca.

Si quieren una acción climática más audaz, ahora es el momento de hacer valer su voz.

Gracias.

Simon Stiell, Secretario Ejecutivo, ONU Cambio Climático

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