14 de agosto de 2017

Las noches españolas se quedan sin lechuzas y mochuelos

La población de lechuza común en España ha caído un 13% desde 2005. Tatavasco EPV
En la novela El camino, de 1950, Miguel Delibes narraba la historia de Daniel, el Mochuelo, un niño de 11 años que recuerda su vida en una aldea antes de mudarse a la ciudad para estudiar el bachillerato. El propio escritor vallisoletano explicó que el personaje —bautizado el Mochuelo por su forma de mirar el mundo con los ojos asombrados— resumía el sentido de su obra: la defensa de la naturaleza.
Esa naturaleza que conocieron Delibes y nuestros abuelos está desapareciendo. La población de mochuelos en España ha caído un 90% desde 2005, según datos de la organización conservacionista SEO/Birdlife divulgados hoy. Otras aves nocturnas también están en declive. La lechuza común ha caído un 13% en total, aunque su descenso alcanza el 50% en Andalucía, Castilla-La Mancha, Murcia e Islas Baleares. A finales de la década de 1990, una estimación grosera calculaba entre 50.000 y 90.000 lechuzas comunes en España, según recuerda el biólogo Juan Carlos del Moral, portavoz de la ONG.
Las lechuzas solían instalarse en campanarios de iglesias, hoy a menudo cerrados para impedir el paso de plagas de palomas
Además del mochuelo y la lechuza, el autillo europeo ha disminuido un 76% y el chotacabras cuellirrojo, un 75%, según los recuentos de SEO/Birdlife. La población de búho real, sin embargo, ha crecido un 140%, en parte por las mejoras en su protección. “El búho real ha dejado de ser perseguido. Antes, como se alimentaba de conejos y perdices, era eliminado en los cotos de caza”, explica Del Moral. El cárabo común y el chotacabras europeo también aumentan: un 76% y un 60% respectivamente.
El patrón es el mismo que en las aves diurnas: las especies vinculadas a bosques crecen, mientras que las dependientes del medio agrícola disminuyen. Del Moral cree que los culpables son “el abandono del campo y el abuso de productos químicos, que eliminan saltamontes, grillos y lagartijas”. El biólogo recuerda que las lechuzas, por ejemplo, solían criar en las construcciones levantadas para guardar los rebaños, hoy en desuso. También se instalaban en campanarios de iglesias, hoy a menudo cerrados para impedir el paso de plagas de palomas.
Las especies de aves nocturnas han sido históricamente muy poco estudiadas. Desde 2005, SEO/Birdlife analiza la evolución de varias rapaces nocturnas y chotacabras, con un enfoque de ciencia ciudadana. Unos 450 voluntarios, aficionados a las aves, salen al campo en silencio varias noches al año, en los periodos de máxima actividad de emisión de reclamos de cada especie. El programa, bautizado Noctua, no permite calcular con precisión las poblaciones nacionales de cada especie, pero sí constatar su evolución positiva o negativa. Y el veredicto de SEO/Birdlife es pesimista: "Nos quedamos sin lechuzas".
Manuel Ansede para EL País

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