10 de mayo de 2023

El oleoducto que atravesará las tierras ancestrales de los masai

 OMPRESS-TANZANIA (8-05-23) La revista “Popoli e Missione” de Missio Italia, las Obras Misionales Pontificias de Italia, recoge la denuncia del pueblo masai de Tanzania. El gobierno de este país ha dado luz verde a un oleoducto que quitará tierras, pastos y hogares a este pueblo. Se trata del Oleoducto de Crudo de África Oriental (EACOP): 1.443 kilómetros de oleoductos que atravesarán todo el este de África desde Uganda hasta Tanzania, por un coste total de 4.000 millones de dólares. Es el oleoducto calentado –los calentadores modifican la viscosidad del crudo haciendo posible que se mueva– más largo del mundo. Está impulsado por la empresa francesa Total y la china Coop. El corredor tendrá 30 metros de ancho y la tubería atravesará parques naturales, bosques y aldeas y, se denuncia, destruirá lugares sagrados. Se han levantado contra él las voces de los misioneros y de las poblaciones locales, e incluso la del Parlamento europeo.

Las dos multinacionales francesa y china tienen el 64% y el 8% respectivamente; también participan Uganda National Oil Company y Tanzania Petroluem Development. “La paradoja es que fluirá petróleo bajo tierra del que la gente no se beneficiará, pero nadie les construirá pozos de agua”, denuncia la ONG local Pacodeio, que lucha por las indemnizaciones. “Pronto tendremos que trasladar los pastos, perdemos nuestros lugares sagrados y ni siquiera tenemos agua para beber”, dice Samuel Robert, un joven masai que vive en el pueblo de Kwamadule en la sabana de Tanzania. La entrevista es parte de un proyecto que recoge la voz de representantes de varias comunidades de los pueblos masai y akie con los que “Popoli e Missione” se ha encontrado en el lugar.

Activistas de Stop-Eacop, Fridays for Future y el Movimiento Laudato Si’ llevan más de un año alertando sobre las violaciones de los derechos humanos y ambientales. El Papa Francisco se reunió con ambientalistas africanos en marzo de 2022 y los apoyó: por sí solos no pueden boicotear a los gigantes de las multinacionales. “Lo llaman desarrollo pero no ayuda a crecer porque no crea puestos de trabajo”, comenta el padre Riccardo Maria Riccioni, de los Hermanitos de África, misionero en Morogoro, Tanzania-. El gobierno de Dar es Salam recibirá dinero del exterior, pero ¿a qué costo para la población local?”. Los beneficios para los ciudadanos son muy exiguos, a pesar de que Eacop afirma que quiere crear miles de puestos de trabajo.

El oro negro se extraerá de los yacimientos de Hoima, en el lago Alberto, en Uganda, hasta el puerto de Tanga, en el océano Índico, desde donde zarpará el crudo rumbo a China. La plataforma sobre el mar es gigantesca e inhibe la pesca local. Sin embargo, el campo tendrá una vida corta: se agotará en 25 años, como prevé la propia Eacop, y contrasta decididamente con la indicación de la UE de no invertir más en combustibles fósiles. Los ecologistas son “solo propaganda”, dijo recientemente el ministro de Energía de Tanzania, January Makamba. Sin embargo, con la resolución del 14 de septiembre de 2022, el Parlamento Europeo se pronunció de manera muy crítica contra la inversión: “La extracción de petróleo en Uganda generaría hasta 34 millones de toneladas de emisiones de carbono por año”. Hay “fuertes impactos en las comunidades que habitan en las zonas de extracción y paso de oleoductos. La fragmentación de los recursos hídricos es uno de esos impactos”, advierte. “Las indemnizaciones para las comunidades africanas son demasiado bajas”, advierte el Parlamento Europeo.

“Popoli e Missione” presenta el caso de Magdalena Leyani, una mujer de 50 años que vive en la aldea de Kwamadule, en Tanzania, que recibirá apenas 40 dólares como “indemnización” por el derribo de su casa y el destierro. Otros habitantes recibirán más sumas de hasta dos mil dólares. Pero aún por debajo del impacto sufrido. “Yo sembré maíz y frijoles”, explicaba la mujer, mostrando una hoja firmada con su huella dactilar. El problema es que aceptó la transacción antes de 2019: a partir de esa fecha, una serie de ONG masai comenzaron a mediar, buscando una compensación más adecuada. Su batalla aún continúa. Fatuma es una mujer de 45 años con siete hijos: ella y su madre fueron sacadas de su casa y de la tierra en la que crecían los árboles de mango. “Los árboles sagrados tienen un valor inmenso para nosotros: el pueblo akie cree que allí está Dios”, explica Adam Mwarabu, de la ONG Pacodeio, “pero la ruta del oleoducto también atraviesa los lugares sagrados de los akie y no hay forma de pararlo”. Por su parte, Eacop se ha ofrecido a pagar las ceremonias religiosas que servirán para consagrar nuevas tierras y nuevos árboles.

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