23 de agosto de 2015

L’Albufera de Valencia eterna aspirante a reserva de la biosfera

En un contexto de cambio político y de reivindicación del patrimonio ambiental por parte de los nuevos gestores, l’Albufera, parque natural y humedal de importancia internacional, sigue sin una propuesta firme para devenir reserva de la biosfera, pese a que los trámites se iniciaron en 2010. La Comunidad Valenciana es, junto con Murcia, la única autonomía sin una reserva de la biosfera en España, que es, a su vez, el segundo país del mundo con más reservas: 45 frente a las 47 de EE.UU. ¿Por qué esta ausencia? ¿Carece la Albufera de los valores naturales o patrimoniales necesarios?
En absoluto. L’Albufera actual es el producto de la interacción durante siglos de naturaleza y cultura, justo aquello para lo que se crearon las reservas de la biosfera, que no tratan de señalar “santuarios” ecológicos para preservarlos intactos, sino recononer áreas en las cuales el desarrollo sostenible y la armonización de usos sea una posibilidad real. La formación del lago se explica por los aportes sedimentarios del Júcar y el Túria, que formaron una barrera litoral –restinga- que posibilitó la aparición de una laguna salobre.
Laguna que en tiempos del Imperio Romano llegaba las 21.000 hectáreas, la extensión del espacio protegido hoy, fue colmatándose de forma natural y también por la acción humana, tanto de forma deliberada (para ganar terreno de cultivo), como involuntaria (las deforestaciones aguas arriba desprotegieron el suelo, implicando mayor aporte de sedimentos fluviales). El arrozal, a día de hoy, cumple no sólo una función agrícola sino ambiental, puesto que ocupa el lugar de la antigua zona de marjal.
Es un lugar de referencia para casi todos los valencianos, pero son muchos los que admiten que en realidad lo conocen más bien poco
El parque natural mantiene desde hace años un delicado equilibrio, a veces contradictorio. Es un lugar de referencia para casi todos los valencianos, pero son muchos los que admiten que en realidad lo conocen más bien poco. Los recortes en personal y equipamiento a nivel municipal y autonómico, así como la manifiesta falta de señalización pueden explicar en parte el desconocimiento autóctono. El nuevo ayuntamiento ha querido suplir en parte esa carencia abriendo un nuevo punto de información y potenciando la línea de autobús que conecta el parque con la ciudad, pero sigue sin ser un destino fácil para los visitantes. Y sin embargo, se percibe un cierto renacimiento del turismo más allá de los habitantes de los pueblos y ciudades circundantes: ¿cuajará el interés foráneo o será un espejismo?
Los retos a los que se enfrenta el parque van más allá de la invisibilidad. Aunque parezca una obviedad, a l’Albufera le hace falta agua, en cantidad y calidad, y de momento no tiene garantizado el caudal que permitirá la supervivencia del ecosistema, más aún dentro de los parámetros que fija la Directiva Marco del Agua. Los filtros verdes (una forma de fomentar la depuración natural de las aguas) suponen una experiencia prometedora y que abre un camino a seguir, pero sin un Plan del Júcar que consigne el agua suficiente (algo que de momento no sucede), el futuro del lago parece poco halagüeño.
Los retos a los que se enfrenta el parque van más allá de la invisibilidad
En el aspecto legislativo, además, aún no se ha aprobado el preceptivo Plan Rector de Uso y Gestión, tras tumbar la justicia el anterior en 2012; el nuevo, sin estar aún en vigor, ya ha cosechado críticas de colectivos ecologistas. Y en lo relativo a los visitantes, la falta de dotaciones se ha plasmado en la demanda por parte de distintas asociaciones, empresas y colectivos de un plan de uso público, que permita llevar a cabo actividades de educación y divulgación, a la vez que situar el espacio entre los destinos preferidos de los turistas de naturaleza.
Desde que en 2011, en pleno centenario de la titularidad municipal, Juan Cotino, entonces Conseller de Medio Ambient, dijese que l’Albufera sería reserva de la biosfera al acabar el año, no han hecho más que sucederse las acusaciones cruzadas entre las partes implicadas por la ausencia del reconocimiento. El trámite es largo y requiere un consenso y un impulso decidido por parte de las instituciones que, de momento, ha brillado por su ausencia.
¿Recibirá l’Albufera el empujón que necesita para ocupar una merecida posición de centralidad en el medio ambiente no ya valenciano, sino estatal y europeo? La respuesta dependerá, en buena medida, de los nuevos gestores y de su capacidad para deshacer el entuerto legal y visibilizar el patrimonio natural, etnológico y cultural que atesoran sus 21.000 hectáreas. Lo más difícil, que el lago llegue hasta nuestros días, ya está hecho.
Vista de l'Albufera. / CARLES FRANCESC

DIARIO EL PAÏS

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