20 de julio de 2020

Poner freno a la extinción

El cambio climático y la pérdida de hábitats suponen dos grandes amenazas para la supervivencia de la flora y la fauna, pero un nuevo estudio muestra que una gestión adecuada de ambos factores podría ayudar a prevenir extinciones. Recortar las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger más tierras tropicales podría reducir a menos de la mitad el riesgo (o probabilidad) de extinción de las especies.
Es la primera vez que se evalúa el efecto combinado de limitar el calentamiento global y salvaguardar extensiones de tierra sobre la supervivencia de tantas especies, afirma Patrick Roehrdanz, investigador de la ONG Conservation International y uno de los autores del trabajo.
Se prevé que el cambio climático continúe alterando los hábitats naturales y obligue a más organismos a migrar o adaptarse. Los investigadores del estudio, publicado el pasado febrero en Ecography, analizaron la distribución geográfica actual y futura de 104.059 plantas y animales de Sudamérica, África y Asia, y la actual de otras 185.160 especies, en lo que supone la mayor compilación de datos de este tipo realizada hasta la fecha. A continuación, modelizaron el futuro riesgo de extinción de esas especies si se preservaran determinados porcentajes de las tierras tropicales (ahora mismo están protegidas menos de un 17 por ciento).
Los científicos hallaron que con una protección del 30 por ciento, unida a una reducción de la emisión de gases de efecto invernadero (en consonancia con el objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de los dos grados Celsius con respecto a los valores preindustriales), el riesgo de extinción podría disminuir en más del 50 por ciento.
Estos resultados podrían guiar a los responsables de las Naciones Unidas, que tienen previsto reunirse este año. La Convención para la Diversidad Biológica, centrada en la conservación de la flora y la fauna, ha propuesto preservar el 30 por ciento de las tierras y océanos de la Tierra para 2030. La protección oficial contra la urbanización podría salvar ecosistemas vulnerables y paliar los efectos del cambio climático.
El modelo no tiene en cuenta cómo interaccionan las especies entre sí y con el entorno. Por ejemplo, puede que un colibrí se traslade a un nuevo emplazamiento, pero las plantas de las que depende no lo hagan. Aun así, en la opinión de Rachael Gallagher, bióloga de la Universidad Macquarie de Sidney que no participó en el estudio, el artículo «ofrece una base científica a los partidarios de ampliar las zonas protegidas del planeta».

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