2 de diciembre de 2020

Las tierras de los mongoles ya han entrado en una nueva era climática

 Hay zonas del planeta que ya han entrado en una nueva era climática. El Ártico es, para los científicos, el mejor ejemplo. Pero hay otras regiones del mundo que, empujadas por el cambio climático, habrían alcanzado también un punto de no retorno. En Mongolia, en el este de Asia central, llevan tres décadas con una sucesión de olas y sequías no sufridas en cerca de tres siglos. Un estudio con los anillos de los árboles indica que los suelos se están desecando hasta el punto de que el clima semiárido de aquellas tierras se ha transformado en directamente árido.

El cambio climático es para la mayoría algo que aún esta por llegar. En función de lo que se haga con las emisiones, se le ponen fechas a la nueva era climática: que si 2030, 2050 o 2100, la más habitual. Pero en las tierras de los mongoles llevan desde los años 90 con un clima que no era el que conocían. La temperatura media ha subido más de 1º, con un aumento aún más marcado en invierno. Los lagos han perdido más de la cuarta parte de su agua en el último lustro. Lo peor es que verano tras verano aumentan la frecuencia e intensidad de las olas de calor y la duración de las sequías.

Ahora un grupo de investigadores ha querido saber si estos cambios entran dentro de la variabilidad natural del clima o son el inicio de una nueva era climática. Para ello, analizaron los anillos de cinco especies de árboles longevos de casi 80 ubicaciones de esta parte de Asia. De formación anual, los círculos de los troncos graban el tiempo que hacía en el pasado, pudiéndose inferir la temperatura y hasta la humedad del ambiente.

Los resultados, publicados por la revista científica Science, indican que nunca en los pasados 260 años se había producido la sucesión de olas de calor y sequías que vive la región desde finales del siglo pasado. El ambiente, el aire, el agua y el suelo se han ido volviendo más cálidos y secos, con una aceleración del proceso desde los años 90 del siglo XX.

No solo están desapareciendo los grandes cuerpos de agua. También está desapareciendo el agua del suelo”
JEE-HOON JEONG, INVESTIGADOR DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL CHONNAM (COREA DEL SUR) Y COAUTOR DEL ESTUDIO 

“Estamos viendo ahora que no solo están desapareciendo los grandes cuerpos de agua”, dice en una nota el investigador de la Universidad Nacional Chonnam (Corea del Sur) y coautor del estudio Jee-Hoon Jeong. “También está desapareciendo el agua del suelo”, añade.

El proceso de cambio es casi endiablado. En su versión más sencilla y en condiciones normales, la humedad del suelo procedente de pasadas lluvias funciona como regulador térmico: cuando el calor aprieta, el agua se evapora rebajando las temperaturas. Pero el cambio climático habría trastocado este sistema al intensificar las olas de calor, extrayendo casi toda la humedad del suelo.

“El resultado son más olas de calor, lo que supone más pérdida de agua del suelo, que provoca más olas de calor y así hasta no sabemos dónde”, mantiene el científico de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) y coautor de la investigación Deliang Chen.

Sección de un pino del Norte, una de las especies usadas para inferir la humedad del suelo.
Sección de un pino del Norte, una de las especies usadas para inferir la humedad del suelo.UNIVERSIDAD ESTATAL DE UTAH

Para los climatólogos es un gran problema decir cuándo se ha cambiado de un estado climático a otro. En el pasado han sido procesos que, salvo en eventos catastróficos, tomaron su tiempo. La nueva dinámica observada en Mongolia es, para los autores del estudio, la prueba de que esta región del planeta ha cruzado el umbral.

“Es el mismo efecto que se está produciendo en la región mediterránea”, dice el experto en dendroclimatología (la ciencia de inferir el clima a partir de los anillos de los árboles) de la Universidad Pablo de Olavide Raúl Sánchez-Salguero. “Con este trabajo muestran que se ha producido un cambio drástico desde los años 70 en esas dos variables”, añade, en referencia a la humedad del suelo y las olas de calor. Una de las consecuencias de mayor alcance de este nuevo patrón es el decaimiento forestal que, por ejemplo, se observa en los países mediterráneos. Y los árboles, la vegetación, son los pilares de la mayoría de los ecosistemas.

El experto en variabilidad climática Daniel Griffin, de la Universidad de Minnesota (EE UU) advierte: “Una cosa es aceptar que las condiciones climáticas normales están cambiando. Sin embargo, lo que más me preocupa es pensar en los eventos extremos por venir: ¿cómo de intensos se volverán?”. Para Griffin, que ha revisado el estudio y sus conclusiones, si la nueva normalidad es extremadamente seca y cálida respecto a los registros históricos, “los extremos futuros bien podrían ser muy diferentes a los que hayamos visto hasta ahora”.

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