1 de marzo de 2014

Eutanasia Animal


Los científicos de la fotografía están delante del cadáver de una ballena en una playa de Alaska. Provistos de sus respectivos chubasqueros, ambos se disponen a realizar la autopsia del cetáceo, que les permitirá determinar las causas de la muerte. Pero ¿qué ocurre cuando llegan y el animal está todavía vivo? En muchas ocasiones sucede que la ballena está moribunda y es imposible llevarla de vuelta al agua, con lo que puede que el animal pase varios días agonizando ante la mirada de impotencia de los humanos. El veterinario Craig Harms describía hace unos días en The Guardian lo que se siente: 
"Encontrar a una ballena viva en una playa es una experiencia muy diferente. Tienes el movimiento, su respiración, ella ve que está allí y tú puedes imaginar mejor cómo sería este animal nadando en el agua. Puedes ver sus músculos ondeándose debajo de los 15 cm o más de grasa. También ves a menudo las señales obvias de su estrés: heridas causadas por la hélice de un barco, por las redes, la respiración dificultosa, ampollas por todas partes, el aspecto demacrado y el daño de los carroñeros... Las gaviotas no esperan a que se mueran".
Cuando una ballena se queda varada, puede tardar hasta tres días en morir. Fuera del agua, el sol quema su piel y la gravedad causa el fallo de los sistemas circulatorio y respiratorio, lo que termina desembocando en una parada del corazón. Los veterinarios administran de vez en cuando calmantes al animal, para disminuir su sufrimiento, y una de las formas habituales de poner fin a la situación es cortar una de las arterias cerca de su cola para que se desanmgre lo antes posible, pero en ocasiones eso puede llevar hasta dos horas. 

Procedimiento de eutanasia aplicado a una ballena en Carolina del Norte (EEUU)

¿Debemos intervenir los humanos en estos casos o dejar que la naturaleza siga su curso? Los científicos que trabajan en el tema intentan encontrar una manera efectiva de parar el sufrimiento sin dañar a otros organismos. Administrar pentobarbital, como se hace en casos de eutanasia humana, supone un peligro para la gran cadena de animales que se alimenta de los restos de la ballena. Podrías estar envenenando a toda una cadena alimenticia. En 2011, recuerdan en The Guardian, se registró el envenenamiento de un perro que ingirió un trozo de grasa de una ballena en una playa. El animal sobrevivió, pero habían pasado 21 días desde el sacrificio de la ballena pero los trozos seguían siendo una amenaza. 

El equipo de Craig Harms ha diseñado un protocolo de actuación que publica en The Journal of Wildlife Diseases, un sistema más rápido y menos tóxico para el ambiente. Se trata de una inyección de cloruro de potasio que se infiltra directamente en el corazón de la ballena mediante unas jeringuillas muy gruesas construidas al efecto. Después de sedar al animal, los científicos buscan el lugar adecuado para suministrar la dosis, que tienen un precio de unos 500 dólares. 

El dispositivo diseñado por Craig Harms (Journal of Wildlife Diseases)

El nuevo método, aseguran, provoca la muerte de la ballena en menos de diez minutos y no es peligroso para los animales que se comen los restos. Los científicos han repartido las agujas especiales y el dispositivo para administrar el compuesto químico entre los miembros del equipo de protección de mamíferos marinos de EEUU. La próxima vez que aparezca uno de estos animales vivo en una playa, su sufrimiento durará mucho menos. 
Referencia: Low-residue euthanasia of stranded mysticetes (The Journal of Wildlife Diseases)| Vía: The Guardian

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