17 de agosto de 2016

Delfines, zoos y conservación

Los problemas de conservación de los delfines mulares pocas veces tienen resonancia mediática. Toda la atención se centra en las campañas animalistas orientadas a lograr el cierre de los delfinarios.
 Mulares
Delfines mulares en aguas de Baleares [Foto: Joan Gonzalvo]
    El delfín mular (Tursiops truncatus) está catalogado oficialmente como especie de conservación prioritaria en la Unión Europea y como especie vulnerable en España. Sus principales problemas en aguas españolas son las capturas accidentales por parte de la flota pesquera artesanal y las molestias provocadas por la navegación litoral, principalmente recreativa. En cambio, el mantenimiento de delfines en zoológicos y acuarios no tiene ninguna incidencia sobre la conservación de las poblaciones salvajes de las aguas españolas; desde hace años su captura está prohibida y en los zoos sólo hay ejemplares nacidos en cautividad o capturados hace ya mucho tiempo. Y sin embargo, este es el único aspecto relacionado con la especie capaz de lograr repercusión mediática.
    La presión de los grupos animalistas contra los zoológicos no es nueva. Lo que sí es nuevo es su cada vez mayor capacidad para desplazar el discurso ecologista tradicional, centrado en la conservación de las especies, en favor de otro centrado en la protección de los individuos. Este cambio se debe a la institucionalización del ecologismo conservacionista, al fracaso predictivo del ecologismo catastrofista y al creciente individualismo de la sociedad española.
    Según el movimiento animalista, todos los animales han nacido libres y tienen derecho a seguir siéndolo. Ninguno debería verse privado de interactuar con sus congéneres, moverse a sus anchas, alimentarse de forma natural y reproducirse de acuerdo con sus instintos, tal como hacemos nosotros. Encerrarlos no sólo les priva de sus derechos, sino que además envilece a quienes disfrutan con ello. Los delfines, inteligentes, veloces, sociables, inofensivos y siempre risueños [sic], representan la quintaesencia del animal confinado en un espacio insuficiente sólo para el disfrute de los humanos. Por eso, los delfinarios están en el punto de mira del movimiento animalista, teniendo claro que se trata sólo de un primer paso. Luego vendrán los grandes simios, los felinos, los elefantes y las jirafas,...hasta la prohibición de los zoológicos.
    La nueva dirección del Zoo de Barcelona, de propiedad municipal, se muestra receptiva a estos argumentos y parece inclinarse por cerrar el delfinario, en lugar de remodelarlo y ampliarlo como estaba previsto. De hacerlo, el Ayuntamiento seguiría el camino iniciado ya hace años, cuando prohibió los espectáculos circenses con animales y la exhibición de canarios, peces rojos y demás mascotas en los escaparates de las pajarerías, para evitar la compra compulsiva. Por algún motivo, los políticos de la ciudad se muestran más sensible a los argumentos animalistas que los de otras ciudades españolas, aunque ello no impide que el Zoo de Barcelona reciba más de un millón de visitantes anuales y que el delfinario sea uno de los recintos más visitados.
    De nada ha servido mejorar los estándares de bienestar animal, implementar programas educativos o participar en programas de cría en cautividad de especies amenazadas. Las antiguas casas de fieras aparecen cada vez más como establecimientos caducos, propios de otras eras y condenados a la desaparición. Al fin y al cabo, se argumenta, la observación de la fauna autóctona en su medio resulta hoy más sencilla que nunca y para les especies exóticas existe un enorme archivo audiovisual que no justifica el mantenimiento de ejemplares cautivos.
    Que los individuos presentes en los zoológicos hayan nacido en cautividad, y por lo tanto su captura ya no amenace a las poblaciones salvajes, puede tranquilizar a biólogos y conservacionistas, pero no a quienes sienten empatía por el sufrimiento de animales reales, de carne y hueso. La especie, al fin y al cabo, es una entidad abstracta. El papel educativo de los zoológicos también se pone en duda, pues las visitas a estos establecimientos no hacen más que perpetuar la idea de dominación. Y con respecto a los programas de reintroducción, tan cierto es que el turón de patas negras (Mustela nigripes) y el caballo de Przewalski (Equus ferus przewalski) se han salvado de la extinción gracias a ellos como que resultan inútiles para la conservación de los cetáceos, pues los delfines nacidos en cautividad no se adaptan luego al medio natural.
    Puestas así las cosas, el debate parece cerrado en contra de los zoológicos. Las dudas surgen, sin embargo, cuando se quiere aplicar de forma coherente el razonamiento en favor de la liberación animal a todas las especies. Cierto, los delfines del Zoo de Barcelona viven en un espacio mucho menor que su área de campeo natural y no tienen oportunidad de cazar su alimento, pero al menos viven en grupo y se reproducen periódicamente. ¿Qué sucede en cambio con los miles de gatos de su misma ciudad? ¿Hay algo más triste que un felino castrado, encerrado día tras día en un piso y alimentado con paté de lata? ¿Qué aliciente puede tener su vida sin peleas, sin caza y sin sexo? Eso sí, siempre le quedará el amor de su dueño, que nunca haría daño a un animal...
    Por no hablar de los perros, animales sociales por naturaleza que sólo ven a otros congéneres, con suerte, un par de horas al día, cuando sus dueños los sacan a pasear. En esta tesitura, se ven obligados a reemplazar a los miembros caninos de su manada por los habitantes humanos de su piso, primates bípedos desprovistos de rabo y con un sentido del olfato y del oído mediocres, con los que comunicarse resulta algo complicado. Pero ya se sabe, el perro es el mejor amigo del hombre...
    Lo contrario no queda tan claro, especialmente en días fríos o lluviosos, cuando algunos perros salen a pasear con modelitos cada vez más estrafalarios. Hace años eso sólo se veía en la tira cómica protagonizada por Fred Basset. Ahora, la moda ha llegado hasta aquí y la realidad supera, en mucho, a la ficción. Los espectáculos circenses con chimpancés disfrazados de domador y caniches con tutú han pasado a la historia, prohibidos por atentar contra el bienestar animal. En cambio, los vestidos para perros se venden, a precios elevados, como la máxima expresión del amor por los animales. No soy capaz de ver la diferencia.
    Tampoco entiendo por qué centrarse en un puñado de delfines, cuando miles de perros y gatos viven cautivos en la misma ciudad. De acuerdo, perros y gatos son domésticos, pero sus antepasados alguna ver fueron salvajes. ¿Debemos perpetuar su esclavitud sólo porque ya han nacido esclavos? Además, a los gatos les cuesta bien poco escaparse y asilvestrarse en cuanto pueden; todos llevan un Espartaco en su corazón. ¿No deberíamos ser sensibles ante semejante perseverancia? Ah, se me olvidaba; los gatos y perros cubren las necesidades afectivas de muchas personas. Obligarles a desprenderse de ellos resultaría una crueldad intolerable. De acuerdo, ¿pero no estábamos hablando de libertad y bienestar animal? Es que a los perros y gatos domésticos se les ve tan felices... ¿Puede un animal ser feliz? Y en caso afirmativo, ¿puede alguien evaluarlo de forma objetiva? Sus dueños seguro que sí.
    Puestas así las cosas, quizá fuera conveniente rebajar un poco el nivel de exigencia. Mientras los zoológicos no amenacen a las poblaciones salvajes, los animales cautivos no muestren síntomas de alteraciones fisiológicas o etológicas y dispongan de espacio y alimentación adecuados, prohibirlos o presionar para que cierren no parece justificado. A quien no le guste, simplemente que no vaya. Y quien realmente se preocupe por la conservación de los delfines mulares, que trabaje para reducir las capturas accidentales y las molestias causadas por la navegación recreativa. De lo contrario, en unos años no habrá delfines en los zoos, pero quizá tampoco en el mar.
Bibliografía
Brotons, J.M., Grau, A.M., Rendell, L., 2008. Estimating the impact of interactions between bottlenose dolphins and artisanal fisheries around the Balearic Islands. Marine Mammal Science 24: 112-127.
Castellote, M., Brotons, J.M., Chicote, C., Gazo, M., Cerdà, M. 2015. Long-term acoustic monitoring of bottlenose dolphins, Tursiops truncatus, in marine protected areas in the Spanish Mediterranean Sea. Ocean & Coastal Management 113: 54-66.
Gazo, M., Gonzalvo, J., Aguilar, A. 2008. Pingers as deterrents of bottlenose dolphins interacting with trammel nets. Fisheries Research 92: 70–75.
Gonzalvo, J., Valls, M., Cardona, L., Aguilar, A. 2008. Factors determining the interaction between common bottlenose dolphins and bottom trawlers off the Balearic Archipelago (western Mediterranean Sea). Journal of Experimental Marine Biology and Ecology 367: 47-52.
Luis Cardona Pascual para I & C

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