17 de agosto de 2016

Nuevas observaciones confirman la existencia de cambios en la distribución global de nubes



Las estrechas zonas por las que las nubes viajan a través del planeta se están desplazando desde las latitudes medias hacia los polos. El fenómeno concuerda con las predicciones del calentamiento global.
Nature

Cinturones de nubes: Imagen formada a partir de datos de satélites del aspecto que adoptaba la cobertura global de nubes el 11 de julio de 2005. [NASA]
Las nubes se están desplazando hacia arriba y alejándose de sus cursos habituales. Un análisis basado en datos de satélites ha constatado que, desde principios de la década de 1980, las nubes se han desplazado hacia los polos y sus puntos más elevados han ganado altitud. Tales cambios concuerdan con las predicciones de los modelos climáticos y representan un raro avance en una de las áreas más inciertas de la climatología: el comportamiento de las nubes ante el calentamiento global.
«Es realmente la primera prueba fiable que tenemos en los registros de observaciones sobre el cambio climático y las nubes», asegura Joel Norris, científico atmosférico de la Institución Scripps de Oceanografía de La Jolla, en California. Norris y sus colaboradores describen sus resultados en un artículo publicado ayer en Nature.
La nubes son difíciles de observar y difíciles de incluir en los modelos climáticos, explica Katherine Marvel, climatóloga del Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA, en Nueva York. Esas complicaciones se deben a que, para estudiarlas, los investigadores han de agregar los datos de patrones de nubosidad obtenidos por los satélites existentes, los cuales han sido diseñados para registrar fenómenos meteorológicos a corto plazo y no el comportamiento a largo plazo que necesitan los modelos climáticos.
El grupo de Norris ha intentado sortear dicha dificultad eliminando los datos menos fiables de los registros de los satélites, como aquellos obtenidos por sensores deteriorados por el paso del tiempo. Además, los investigadores cruzaron dos bases de datos con información a largo plazo sobre la cobertura de nubes, datos de la cantidad de agua presente sobre los océanos, y mediciones de la reflectividad de la Tierra (cuánta luz solar devuelve el planeta al espacio).
En 2009, su equipo halló que la cobertura de nubes sobre las latitudes medias se había reducido con respecto a 1983. Ese resultado encaja con los modelos que predicen que las zonas secas se expandirán desde las regiones subtropicales y empujarán las tormentas en dirección a los polos. El grupo también encontró que, a finales de la primera década de este siglo, las zonas altas de las nubes se habían elevado; de nuevo, un resultado que concuerda con los modelos del calentamiento global.
Ryan Eastman, científico atmosférico de la Universidad de Washington en Seattle, opina que Norris y sus equipo han hecho «un excelente trabajo al usar los registros de los satélites de la manera apropiada». En 2013, Eastman y un colaborador emplearon observaciones terrestres de la cobertura de nubes y apreciaron los mismos fenómenos. Su estudio también constató que las nubes estaban disminuyendo en las altitudes medias a medida que las tormentas se desplazaban hacia los polos. El investigador señala que el nuevo trabajo encaja bien con los hallazgos previos.
Que las observaciones cuadren con los modelos resulta preocupante, opina Veerabhadran Ramanathan, científico atmosférico de la Institución Scripps que no participó en el estudio. Según el investigador, si los modelos están empezando a incluir de manera correcta el comportamiento de las nubes, eso sugiere que el calentamiento del planeta a lo largo del siglo podría acabar situándose en la zona más alta de las estimaciones.
A pesar de todo, la situación sigue siendo compleja. El desplazamiento observado de las nubes concuerda con lo que los científicos esperan de un aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero, pero también con la situación creada tras grandes erupciones volcánicas. Marvel señala que los investigadores aún deben aclarar la importancia relativa de los gases de efecto invernadero y de los volcanes. Ese es el próximo paso que se propone dar Norris: «Los datos no son inútiles. Dicen más de lo que pensábamos», concluye el investigador.
Más información en Nature.
—Alexandra Witze/Nature News

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