14 de octubre de 2019

Fuego y gasolina para salvar el ecosistema

Si uno se pone negativo, ha de hacerlo bien, de plusmarca, como si fuera a ganar la Champions. Así que vamos a hacer un piensodrómo de sustracción, a la contra, por eliminación.
[Nota para despistados: Este contenido es una columna llamada El Piensódromo. La enviamos los viernes por email e incluye algún tipo de reflexión acerca del ecosistema que nos rodea y algunas recomendaciones culturales y lecturas adicionales. Si quieres recibirlo directamente en tu correo electrónico, puedes darte del alta en el formulario que hay aquí.]
Este piensódromo no habla de Greta Thunberg y de sus discursos contra el establishment mientras el establishment aplaude en primera fila del auditorio con esa actitud de «sin problema, los chungos de los que habla son los otros».
Tampoco de que, haya quien haya en la primera fila del auditorio de Greta Thunberg, ella lleva razón en su mensaje de alerta ante un poluto futuro.
El Piensódromo de hoy tampoco va de decirte que sí, que está muy bien que tú dejes de usar pajitas de plástico y que eches las latas de cerveza al contenedor amarillo, pero que si las 200 empresas más contaminantes del mundo se ponen serias, el problema con el ecosistema se resuelve en 5 años.
De lo que vamos a hablar es de si hay que pegarle fuego a todo, hombre ya. Esta columna de hoy sí va un poco de lo indigno que es poner a caldo a unos activistas que cortan el tráfico en un calle cuando están haciendo lo que ni tú ni yo estamos haciendo: pelarse el culo en la calzada para que alguien haga algo para evitar un desastre medioambiental más acusado del que ya se cierne sobre nuestro futuro.
Así, sin hacer amigos, plantea el debate en su columna de opinión en The Guardian George Monbiot. Monbiot es escritor, activista y especialista, antes en la BBC y ahora en The Guardian, en contar cosas de los animalicos, la naturaleza y todo eso.
Debe andar un poco hasta el moño porque su pregunta es directamente si solo una rebelión puede evitar un apocalipsis ecológico. Mombiot está harto de que unos miren hacia otro lado; harto de que otros se quejen de los que no miran a un lado con excusas tan chabacanas como «mira a los chavalinos que protestan, todos con su iPhone»; harto de los carnets de pureza de los que tan fans somos en esta España mía, esta España nuestra.
El periodista lamenta que la clase política haya sido incapaz de poner coto al deterioro del ecosistema y que los votantes que les pusieron ahí crean que «votar es la única acción política requerida para cambiar un sistema».
De hecho, lo que Monbiot asegura es que el voto, sin gasolina, es inútil para el propósito que nos tiene ocupados esta soleada mañana de viernes. «A menos que esté acompañado por el poder concentrado de la protesta –articulando demandas precisas y creando un espacio en el que puedan crecer las nuevas facciones políticas–, la votación, aunque esencial, sigue siendo un instrumento contundente y débil». Idos a la mierda con vuestros votos y vuestra indolencia en cuanto a movilizaciones activas en defensa del ecosistema, viene a decir.
El británico comenta también que el punto de no retorno no lo es en todo y para todo. «Como señala el autor Jeremy Lent en un ensayo reciente, es casi seguro que es demasiado tarde para salvar algunas de las grandes maravillas vivientes del mundo, como los arrecifes de coral y las mariposas monarcas. También podría ser demasiado tarde para evitar que muchas de las personas más vulnerables del mundo pierdan sus hogares. Pero, argumenta, con cada incremento del calentamiento global, con cada aumento en el consumo de recursos materiales, tendremos que aceptar pérdidas aún mayores, muchas de las cuales aún pueden evitarse mediante una transformación radical». ¿Estamos perdidos? Sí. ¿Estamos totalmente perdidos? Vamos camino de ello, pero aún no.
La alerta propugnada por Monbiot llama a un principio de equidad en el disfrute del ecosistema. Todas las generaciones. En todos los sitios. Y la única solución que ve para ello es una movilización rupturista. Cita a Erica Chenowet para cuantificar la cantidad de personas que se han de movilizar para que un alzamiento pacífico tenga éxito y cambie algo. «Los humanos somos mamíferos ultrasociales […]. Una vez que percibimos que el statu quo ha cambiado, pasamos repentinamente del apoyo a un estado a ser apoyo a otro». Vamos, que también somos unos borregos que cambian de opinión con la masa. «Cuando un 3,5% comprometido y vociferante se une para apoyar una demanda de un nuevo sistema, la avalancha social que le sigue se vuelve irresistible».
Extinction Rebellion son esas personas a las que percibes como hippies excéntricos que se lanzaron esta semana a montarte un atasco cuando ibas en tu coche diésel de 2009 de camino al trabajo. «Hoy, Extinction Rebellion sale a las calles de todo el mundo en defensa de nuestros sistemas de soporte vital», señala George Monbiot. «A través de una acción atrevida, disruptiva y no violenta, obligan a la irrupción de nuestra situación ambiental en la agenda política».
La clave de que la solución a este problema del ecosistema se convierta en el objetivo número 1 de nuestra sociedad depende de que lleguemos a ese número suficiente de ciudadanos rebeldes que mande al carajo las excusas para reclamar un futuro.
Esa es la situación. ¿Seguimos enviando a una teenager con síndrome de Asperger a que nos haga el trabajo sucio o vamos de una vez a la ferretería a por las cadenas para engancharnos a ciertas puertas y determinados puentes?

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