25 de mayo de 2020

Más mascarillas en el mar que en la boca: la pandemia que viene

Es sólo una colilla por el alcantarillado, la toallita del bebé por el retrete, una bolsa de plástico olvidada a la orilla del mar, un preservativo usado con prisas detrás de unos arbustos y ahora, más que nunca, una mascarilla en medio de un descampado donde juegan los niños. Son estampas conocidas y por conocer que tienen un denominador común: la sensación de impunidad del acto incívico como si el planeta no fuera finito. Algo que ha crecido exponencialmente en el preciso momento que la conciencia por cuidar del medio ambiente ha dejado de ser un tema de conversación.
Es innegable que el cese repentino de las actividades económicas para atajar la propagación de la pandemia ha provocado algunos acontecimientos ambientales positivos. El agujero de la capa de ozono en el Ártico se está cerrando y la calidad del aire y el agua ha mejorado ostensiblemente, pese algunas fake news hiperbólicas. Sin embargo, el lobby del plástico vive en plena fiesta mayor con un crecimiento exponencial en su producción mundial gracias al boom de millones de mascarillas de un solo uso para evitar la propagación del coronavirus
Para que nos hagamos una idea, sólo Italia estima que necesitará 90 millones de máscaras durante un mes .Y eso sólo es el principio. Tarde o temprano, tanta mascarilla tenía que aparecer por algún lado. Así lo testifica Oceans Asia en su visita a las islas Soko, cerca de Hong Kong. Las mareas y las corrientes marinas trajeron consigo miles de mascarillas usadas, dejando un panorama desolador. “Cuando de repente tienes una población de 7 millones de personas con una o dos máscaras al día, la cantidad de basura generada será considerable”, dicen los activistas. Aunque no hay que ir tan lejos para encontrar la misma tragedia medioambiental. “El litoral cántabro amenazado por el abandono de mascarillas y guantes en sus costas”, titulaba El Diario Cantabria hace tan solo unos días.
Un problema que irá en aumento a medida que los dirigentes de multitud de estados están valorando que es inevitable su uso obligatorio en espacios donde el distanciamiento social es imposible. Es el caso de España, que hoy miércoles día 20 de mayo oficializó el uso de mascarillas en la calle y espacios cerrados. Para evitar abusos ante su alta demanda, el Ejecutivo fijó el precio de las mascarillas quirúrgicas en 0,96 euros la unidad, sin tener en cuenta un efecto colateral: la mascarilla usada no sirve a las 24 horas, y pasa a ser un objeto molesto, un foco de infección y un nuevo problema para el planeta
Aunque parezca una perogrullada, Vivir sin plástico lleva 5 años demostrando que es posible vivir sin plástico. Ante el vendaval de envases de plástico que llenan nuestra vida diaria sin darnos cuenta, Patri y Fer han servido como modelo aspiracional para que muchos incrédulos del minimalismo residual se reconcilien con el mundo. El nuevo desafío que afrontan es que, así como se puede vivir sin plástico, ahora no se puede (ni se debe) vivir sin mascarilla. Y surge la gran duda: ¿cómo podemos activar la conciencia social de la gente para que miles de mascarillas no acaben en el mar o en el suelo cuando su máxima prioridad es respirar aire limpio?
Concienciar no siempre es sencillo. Esta crisis, tan urgente e inmediata, ha pospuesto todas las demás crisis. Las mascarillas ahora son una necesidad pero, a no ser que trabajes de cara al público o en un entorno sanitario, se pueden usar mascarillas reutilizables de tela y lavarlas con agua y jabón”, aseguran desde Vivir sin plástico. El Gobierno de España ha dado el visto bueno a las mascarillas de tela para uso cotidiano (no hospitalario) e, incluso, ha publicado una guía para la correcta limpieza y desinfección de estas. Patri y Fer defienden que“si hay personas que se sienten más seguras con las desechables, tampoco hay inconveniente. Si sólo usáramos desechables durante pandemias no se habrían convertido en un problema pero es esencial desecharlas correctamente en la basura”. 
Desde Vivir sin plástico no creen que haya que lanzar un mensaje diferente para desechar correctamente las mascarillas desechables que para desechar correctamente cualquier otro residuo. “Puede ayudar a concienciar desde el punto de vista sanitario, pero los que ahora tiran mascarillas al suelo o por el váter son las mismas personas que antes de la pandemia tiraban toallitas por el retrete o colillas al suelo. Ahora hay más basura porque se usan más desechables, no porque haya habido un cambio en nuestra percepción sobre la basura que generamos. Por eso pensamos que el mensaje debería ser el mismo: hazte responsable de los residuos que generas, son tuyos, no del ayuntamiento ni de las personas de la limpieza”.
Lo cierto es que sí, hay más basura. Mucha más basura que implica un paso atrás en la reducción de plástico. Dos ejemplos significativos que han saltado a la palestra. En Asturias, la pandemia de la Covid-19 ha multiplicado por cuatro el volumen de desechos hospitalarios en con 185 toneladas solo en el mes de abril. Y en Valencia, se recuperaron 134 toneladas de residuos de 20 de residencias de la tercera edad en menos de un mes. Unas cifras considerables que tienen su repercusión en el gran consumo masivo de de otros plásticos desechables, como bolsas, botellas de agua, envases para la entrega a domicilio de alimentos o compras en línea. En el últtimo informe de Ecoembes se destapaba lo que muchos no querían ver: “El reciclaje de envases a través del contenedor amarillo asciende un 15% desde el inicio del estado de alarma”. Un aumento que mucho tiene que ver con un encierro obligado en los hogares y con un cambio drástico en los hábitos de compra en el supermercado.
La nueva realidad: las mascarillas se suman a los desechos que acaban en el mar
A este panorama desolador, hay que sumar que mucha gente no sabe que estas mascarillas contienen un material de filtro formado por una maraña de fibras plásticas. Al ser un foco de infección y propagación del virus no son reciclables y hay que tirarlas en el contenedor adecuado para que después pasen tres días en cuarentena antes de ser incineradas o incorporados al grueso de la basura ya sin riesgo de contaminación.
Un problema con los fabricantes con el que ha tenido que lidiar Edgar Novellón, CEO de Connectad, una empresa de productos de merchandising sostenible. ”Definitivamente la emergencia sanitaria nos ha hecho olvidar la sostenibilidad, aunque en este caso reconozco que era difícil porque las mascarillas se entregan generalmente sin packaging y sin instrucciones de uso. Además al no ser reciclables no se ha podido hacer mucha pedagogía. Creo que nos falta sentido común y educación ecológica como sociedad”, recalca Edgar después de abrir con éxito un canal especializado en protección anti-Covid . 
Para la selección de mascarillas, geles hidroalcohólicos o kits de protecciónmantuvo a rajatabla una premisa innegociable: “Descartar fabricantes si el producto no es perfecto y, en segundo lugar, fomentar los productos reutilizables y reciclados, que es la forma más eficaz de limitar los residuos y el uso de materias primas”. Ahora mismo están comercializando dos tipos de mascarillas que están teniendo muy buena acogida. “Tenemos mascarillas reutilizables fabricadas en Cataluña. Son lavables hasta 25 veces, por lo que reducimos muchísimo los residuos. Y otras que están hechas en un 70% de botellas de plástico recicladas. También son reutilizables, por lo que el beneficio para el medio ambiente es doble. Además comprando estas mascarillas se colabora con el Plastic Bank®, ayudando en la eliminación de botellas de plástico de los océanos y en combatir la pobreza”.
Como empresa del mundo del merchandising, Edgar Novellón sabe muy bien que sin solución imaginativa no hay venta. Por eso ha apostado por “modelos de mascarilla totalmente personalizables, por lo que muchas empresas ya se han interesado en adquirirlas para repartir a sus clientes y empleados”. Porque nadie puede descartar que la mascarilla acabe siendo un gadget como una gorra, la funda del smartphone o los auriculares sin cables. De esta manera, ganando un plus de personalidad del portador, quizás alguno descubra su mal aliento pero hará el buen acto del día liberando el mar de un objeto indeseable
Existen mascarillas reutilizables y creadas a partir de plástico reciclado
CÓMO RECICLAR MASCARILLAS
Las mascarillas desechables de un solo uso NO se reciclan. Al ser un foco de infección y propagación del virus no son reciclables y hay que tirarlas al contenedor adecuado. Las mascarillas de un solo uso y guantes de látex NO van al contenedor amarillo, donde van los envases y envoltorios de plástico, latas y briks. Ni al azul, donde va el papel y cartón. Ni al iglú verde, donde van las botellas y tarros de vidrio. Ni al marrón, donde van los restos de materia orgánica. Las mascarillas y los guantes usados deben depositarse en el contenedor general o de rechazo, que es en el que echamos todos los residuos que no se reciclan. De esta manera, las empresas de gestión de residuos mantendrán las mascarillas y los guantes tres días en cuarentena antes de ser incineradas o incorporadas al grueso de la basura, ya sin riesgo de contaminación.

No hay comentarios: